En diciembre de este año se cumplirá un cuarto de siglo desde el estreno en cines de El talentoso señor Ripley, thriller psicológico de Anthony Minghella que se convirtió en un éxito de taquilla, crítica y premios, además de ser el trampolín a la fama para Jude Law. Junto con todo esto, la cinta volvió a poner al centro de la cultura pop a Tom Ripley, el criminal creado por Patricia Highsmith en 1955 y que protagonizó cinco de sus novelas, partiendo por la adaptada a la pantalla grande.
Tanto en el papel como el cine la historia parte de forma similar: Tom Ripley es un joven sin mucho dinero, que vive en Nueva York y no tiene problemas en mentir. Entonces, cuando un hombre millonario le propone un lucrativo trato, no duda en aceptarlo y empezar a improvisar.
La misión es atractiva. Debe viajar a Italia para convencer al hijo de su “empleador” de volver a Estados Unidos y de ponerse serio, un joven que lleva meses en un viaje auspiciado por su padre, dedicado al goce, las pocas responsabilidades y, a veces, a una o dos clases de arte.
Ese es también el punto de inicio de la nueva adaptación de esta obra, ahora para Netflix y bajo el título de Ripley. Steven Zaillian, guionista de La lista de Schindler, Pandillas de Nueva York y Moneyball, entre otras cintas, es quien escribe y dirige todos los episodios de una serie que es sin duda ambiciosa y que demuestra estar a la altura.
La adaptación de Zaillian es también un homenaje y un regreso al cine negro, su música atmosférica, sus motivaciones oscuras y también un trabajo cuidadísimo de la fotografía en blanco y negro, que es probablemente lo primero que llama la atención. Locaciones hermosas, escenas pausadas y tomas de esas que podrían ser cuadros sucediendo por montones en cada uno de los ocho episodios.
Y luego vienen las actuaciones, partiendo por Andrew Scott (Fleabag, Todos somos extraños), que presenta a un Ripley distinto, que no es superado por sus sentimientos. De hecho parece tener pocos de esos sentimientos. En cambio, es un personaje que está jugando un constante partido de ajedrez, viendo cuál es la próxima jugada que le conviene o, a partir de algún momento de la historia, cuál es la que lo va a salvar.
Con Scott al centro y Johnny Flynn y Dakota Fanning completando un buen trío protagónico, la serie propone momentos de alta tensión, aunque sin persecuciones o (muchas) escenas de acción. Y así, en ocho episodios, demuestra que las explosiones o peleas no son necesarias, cuando se tienen personaje que están constantemente al límite y que se van transformando de un don nadie a algo que no se puede decir sin dar mayores spoilers, pero que sin duda vale la pena ver.