Ángel Parra admite que soñaba con Los Tres. En esa década en que se mantuvo alejado de la banda -se fue en 2013 y el grupo siguió con el cantante Álvaro Henríquez y el bajista Roberto “Titae” Lindl-, el guitarrista cuenta que sus compañeros lo seguían visitando mientras dormía.
“Tenía un contacto onírico con Los Tres a diario, soñaba todos los días con Álvaro, con el Pancho, con el Titae. Jamás salieron de mi cabeza. Siempre hubo una conexión y el Álvaro me lo ha dicho muchas veces también. Todo el tiempo que no nos vimos era eso, soñaba que llegábamos a una tocata, que tenía que esperar, que se echaba a perder mi amplificador, eran cosas medias raras. Ahora que volvimos a estar juntos eso desapareció, ya no sueño con ellos… porque ahora nos vemos”.
Efectivamente, desde agosto de 2023, los cuatro integrantes originales de la mayor banda del rock chileno de los 90 se ven. Y no en la profundidad de las imágenes que arroja la noche: ese mes se reencontraron en la vida real para acordar su retorno luego de 23 años, un hito que recién fue oficializado en octubre y que a fines de temporada tuvo dos shows acotados y gratuitos en Santiago y Concepción.
Luego vinieron cinco meses de ensayos, para rematar en el gran examen: el sólido concierto del sábado 6 de abril en el estadio Ester Roa de Concepción, el primero de la gira bautizada como Revuelta, aplaudido por cerca de 30 mil personas, mientras otros tantos lo vieron por televisión a través de TVN.
Lo que para miles de fanáticos fue un reencuentro masivo con la banda sonora que marcó la transición, el renacer de cueca y el epílogo del siglo XX nacional, para Ángel Parra y el baterista Francisco “Pancho” Molina fue un trayecto en reversa mucho más íntimo y personal. Son los dos integrantes que estuvieron fuera de la agrupación por años y ahora decidieron volver para inaugurar la nueva vida de los penquistas.
Tras su separación en 2000, Los Tres se reunificaron en 2006, en un elenco que sólo incluyó a Henríquez, Lindl y Parra. Este último decidió abandonar sus filas en 2013. Molina nunca estuvo en ese capítulo de los hombres de Déjate caer: contó 23 años sin ver a sus antiguos camaradas. Por eso, hoy son algo así como los retornados. Los que aceptaron darse el necesario abrazo de reconciliación.
-Francisco, ¿cómo ha sido volver a trabajar con amigos que no veía hace 23 a 24 años?
Fantástico. Primero, gratitud por haber tenido el tiempo para poder lograrlo, porque fue un proceso largo, en que el Ángel fue mi coach, si se quiere, en algún momento. Fue el miembro de la banda que me ponía las cosas en perspectiva, porque yo tenía tanta distancia con todos ellos, pero el Ángel fue el más cercano siempre. Y entonces llega un momento en que me empezaron a sonar de manera distinta las cosas en esas conversaciones que apuntaban a volver a la banda. Más maduras.
“Y fue todo mucho más pragmático, con toda la intención de que las cosas fueras mucho menos complicadas, desde todo aspecto, desde relacionarme con el Álvaro, de relacionarme con Titae, con todos los compañeros de la banda. Y el otro condimento importante también es la música. O sea, ninguna aprensión. Iba como mente en blanco, yo estaba seguro de que iba a sonar bien desde un comienzo, porque esa música la hicimos todos juntos, las letras del Álvaro nos hacían la guía a todos”.
“Yo en algún momento dije ‘ya, ok’, me tranquilicé yo mismo mentalmente luego de todas esas conversaciones con el Ángel y me dije ‘sí, estamos ok, vamos’. También me di cuenta de que había un lado mío que estaba mucho más pragmático, con las ganas de que esto funcionara y con las ganas de querer estar con ellos, de tocar las canciones que uno hizo toda la vida. Todos estábamos sintonizados en el plano de ‘hagamos las cosas simples, tenemos el respaldo de las canciones inmensas que hicimos’. Pero había que ser pragmático, esto te requería aprovechar la oportunidad de la vida, algo que no se repite siempre, no todo el mundo tiene la oportunidad de hacerla. Siento que estoy viviendo un proceso hermoso”.
-¿Por qué en 2006 no formó parte del regreso de Los Tres?
No me llamaron, no escuché nunca el llamado, y la verdad es que el 2000 salí de Los Tres porque no quería estar ahí. Yo creo que estábamos todos hastiados de eso. En mi caso el 2000 fue como “se acabó, feliz de que se haya acabado”. O sea no fue como ‘nooo, qué pena”, dije “vamos, se acaba esto”. Y viajé inmediatamente y después el 2003 me fui a estudiar a Boston, me dieron esa beca que no pude decir que no, y después ya me fui quedando y me empecé a involucrar en el sistema con generaciones de músicos más jóvenes. Y luego empecé a toparme con todos mis ídolos de la música en el mundo y perdí completamente la atención a Los Tres. Entonces me enfoqué mucho en eso y lo pasé increíble, no me arrepiento de nada.
“Entonces, la reunión de Los Tres pasó así como bastante piola para mí, estando a la distancia y tan enfocado en esa música que estaba haciendo, y desarrollándome yo como músico también. Fue un momento distinto en la vida. Como no me llamaron, pensé, bueno, esto se acabó. Está todo bien con eso. Siempre sentí que con Los Tres había hecho algo súper importante, dado esa química que teníamos para hacer canciones. Pero yo estaba en otra situación, conociendo músicos igualmente increíbles y expandiéndome, estaba muy metido, era una cosa que me tenía completamente lleno. Los Tres no fue una cuestión dolorosa, sino que lo veía como ‘puta, qué bueno que lo empezaron a hacer de nuevo’ y ya”.
“Entonces no, no gatilló de mí tampoco la necesidad de juntarnos, hasta que empezaron a pasar estas conversaciones ahí con personas de las productoras, el Ángel apareció muy temprano y, sobre todo cuando viajaba desde Estados Unidos, el público te lo hacía sentir. Ahí piensas ‘guau’, lo empiezas a pensar y te pones más pragmático también”.
-El concepto de “pragmatismo” lo ha nombrado harto como algo clave para esta reunión más adulta.
Sí, porque las cosas que pasaron, éramos súper jóvenes. O sea, de repente pienso, en un sentido, me estabilicé y me jubilé a los 32 años, cuando se acabaron Los Tres. Tenía todo un mundo de posibilidades después de eso. Entonces, valió muchísimo. Y es un pragmatismo que uno tiene con un respaldo: nuestra música y nuestras canciones.
***
Pero no sólo ese pragmatismo propio de una vida más recorrida fue medular para que Molina diera el sí al renovado destino de Los Tres. El propio Ángel Parra fue una presencia constante que lo estimuló para convencerlo de que, en esta ocasión, las segundas partes sí son buenas. O sea, los dos miembros que no habían participado de la historia completa del cuarteto, se alentaron mutuamente para reactivar funciones.
“Para mí, verle la cara a Pancho, a Panchito, ha sido algo muy cariñoso, muy de piel, muy grato, la finura que la gente extrañaba es cómo Pancho tocaba la batería. Veníamos conversando con Pancho mucho, dándonos ánimo, tirándonos para arriba, porque ambos queríamos lograr ese objetivo. Eso lo queríamos lograr todo”, reafirma Parra.
Después sigue: “Sí, hubo harto cariño, harta llamada telefónica. Hubo momentos en la pandemia en que también había intenciones, pero después vino el encierro. Entonces, fue un período, yo diría de varios años, como unos tres o cuatro años, en que había mensajes, de generar algo, pero no se podía y no era el momento. Así que ocurrió cuando tenía que ocurrir. Pero sí, efectivamente, estuvimos muy en contacto, hablando de futuro, de lo que podíamos hacer, de cómo lo podíamos lograr hacer bien para que funcionara y que teníamos en las manos una posibilidad de vivir este reencuentro, que era un misterio, hasta que nos encontramos en la sala ensayo”.
-Ángel, ¿qué es lo que más le hizo sentido para volver al grupo?
La tranquilidad en la cual yo me encuentro, la tranquilidad que veo al juntarme; me junto a almorzar con Álvaro y podemos hablar de las cosas que queremos hacer desde un ángulo muy pausado y muy adulto. Las conversaciones con Pancho también en torno a un repertorio de muchas canciones, en que no hay ni una mala, son cosas que te hacen ir evaluando en un largo periodo, de muchos meses, el decir sí, esto realmente vale la pena, porque la gente lo está pidiendo a cada rato. En todos lados me encuentro a una persona que dice “oye, que son buenos Los Tres”. Algunas personas creen que yo ni siquiera me había ido del grupo. Pero creo que era una necesidad imperiosa de volver, pero de volver con la pausa que se hizo, con esa calma que permitió que con el Pancho habláramos harto. Fueron todos esos elementos que permitieron que dijera que obviamente quería hacerlo y seguir adelante.
Parra también reconoce que su paréntesis en Los Tres de casi diez años a partir de 2013 sirvió como bocanada para explorar otras vías creativas. “El 2013 era un momento excelente para mí para también tomar los caminos que yo quería en torno a la música de mi abuela (Violeta Parra), el tiempo me llamaba a hacer en mi vida una música independiente, a componer música para otras personas, a grabar con otros, a producir música. Y siempre esos cambios son dolorosos, difíciles, pero son positivos. No hay cambio que no sea positivo en la vida. Son momentos también de claridad mental cuando uno da un paso al costado y nunca fue como una situación de análisis así como intenso, sino que más bien fue una situación de actuar y de trabajar más para lograr lo que yo quería como persona, como ser independiente, como compositor. Entonces, cada uno tomó su camino, pero es como parte de la historia del grupo también”, describe.
-En el plano humano, ¿cómo ha sentido usted volver a relacionarse con Los Tres?
Ángel Parra: Muy diferente a lo de 2006, porque cuando las personas pasan entre los 40 y los 50 años, viven una etapa de vida que son súper características. Yo tengo amigos que tienen 44, los veo y los aconsejo, porque yo ya voy para los 58. Y en esa época, era diferente, el grupo estaba también articulado por otro baterista, que tiene mucho talento también, pero que también tratamos de construir la estética y la escena de Los Tres desde otro ángulo, en que salieron canciones preciosas y todo lo demás, pero que se diferencia demasiado de esta etapa de madurez en que estamos ahora. De madurez en que veo a mis amigos y que nos encontramos con un entorno también de cariño mutuo, que permite lograr cosas súper importantes, que no está exento de también ponerse de acuerdo en cosas difíciles.
-¿Cómo qué?
Hemos tenido que ponernos de acuerdo en distintas cosas. La tranquilidad y la lucidez que tenemos en esta etapa nos permite conversar muy tranquilamente y ponerse de acuerdo, porque no hay ningún grupo humano que no pueda tener un momento de diferencia de opiniones en torno a mil cosas, desde las canciones hasta qué imágenes vamos a poner en, por ejemplo, Pájaros de fuego. En esta etapa ha sido no exenta de discusiones, pero han sido muy pocas. Hemos estado de acuerdo en muchas cosas que tenía planteadas el Álvaro en sus ideas, que siempre se caracterizan por ser ágiles, dinámicas y muy buenas.
-Así como salió el concepto de pragmatismo, también ha repetido bastante el de lucidez.
Sí, pero yo creo que todos tenemos personalidades diferentes. Entre nosotros hay un respeto increíble. O sea, en cada ensayo hay un saludo cordial a la llegada, y a la salida, un abrazo. Yo sentía también en la época de los 2000 que era mucho más distante todo lo que vivíamos. Estábamos trabajando juntos y todos haciendo discos, pero había como una soledad que yo sentía que me tenía un poco, no sé si angustiado, pero eso es lo que no está pasando ahora ¿Por qué no está pasando? Porque está el Pancho y ahí se forma la familia. Esa es la cuestión, entonces eso es clave, que esté el Pancho es clave, porque está el chiste, la talla y la opinión, porque esto es una cofradía de personas que tienen que dar sus opiniones, y eso es hacer una banda. No es más que eso. Yo cuando leía las cartas de Kurt Cobain al Dave Grohl cuando lo echó una vez del grupo porque no ensayaba lo suficiente, decía ‘puta, esto es compromiso’. Tiene que haber compromiso.
“Entonces, uno vuelve de los ensayos contento, alegre, tranquilo, a tomar once a la casa, es un gusto, un agrado. Y la industria de repente te lleva a vivir momentos también de discordia, en los años 90, de andar perdido, y eso es lo que ahora ya no existe. Eso es fantástico, demasiado bueno”.
“Antes también me pasaba que estaba contento que hubiéramos vuelto, pero no era lo mismo, era otra época. Era una época en que yo era otra persona y estaba vivo mi papá, había otros elementos que se daban en esos tiempos y realmente las piezas del engranaje estaban incompletas sin el Pancho. O sea, era súper obvio, y el público era el que lo decía y lo repetía. A mucha gente de repente no le interesaba el grupo de la misma manera que con el Pancho tocando la batería. Sencillamente no le llamaba la atención”.
-¿Qué persona era usted en esa época y qué otra persona es ahora?
Mira, soy el mismo Parrita, con su intensidad. Soy una persona mucho más pausada en todo lo que hago y mucho más preocupada de tocar bien la guitarra, de ser más profesional en todos los sentidos. Obviamente que cuidándome mucho más en lo que como, en mi cuerpo, pero en el instrumento, en mi relación con el utensilio de la guitarra, en que se cumplan los objetivos que mis compañeros esperan de mí. En eso trabajo todos los días. Cuando eres joven es como “toco bien, nunca fallo, soy infalible” y eso no existe. Hoy hay que trabajar más. Estoy más consciente de mis debilidades también. Ya no me quedo pegado en cosas chicas que no tienen ni una importancia. Vivo el presente, porque vivir en el pasado es algo que no nos interesa, a mí en lo particular. Disfrutar el día a día me llena como persona.
-Francisco, cuando Ángel dice que faltaba una pieza para completar la familia y que era usted, ¿cómo le han hecho sentir eso en esta Revuelta?
Oh, sí, de largo. Es el Ángel el que lo verbaliza, pero tener al Titae tocando en vivo o al Álvaro con esas miradas que te pega para el lado, es mágico. Yo pude tocar con saxofonistas increíbles, con mis héroes musicales y con bajistas buenísimos, pero siempre había un lugar en mi mente que decía “¡puta con Los Tres, hueón!”. Era algo que encajaba. Indudablemente que hicieron una excelente música con los otros bateristas y mantuvieron la llama viva, esos son Los Tres, Ángel, Titae y Álvaro son magos para hacer eso. Son todos músicos de alto calibre, entonces es imposible que sonara mal. Cuando estamos los cuatro, es una complicidad que no pasa muy seguido.
***
Molina no sólo postula que la química de los autores de Hojas de té se da entre cuatro instrumentistas que se conocen desde adolescentes en los 80: también hay un vínculo explícito con la audiencia. Así al menos lo atestiguó en el Estadio Ester Roa de Concepción.
“Hay una comunicación donde el público se mete en nuestra música. Empezamos con Follaje en el invernadero y todo el mundo estaba compenetrado con la música”, rememora Molina, en una ruta que tendrá otras cuatro paradas estelares este fin de semana en el Movistar Arena de Santiago (27, 28, 30 de abril, y 1 de mayo, entradas en Puntoticket) y donde, según adelantan, podría haber cambios en el listado de canciones en comparación a lo desplegado en Concepción.
El baterista sigue: “Me impresionó mucho también como la gente joven que estaba en la primera parte de la cancha se sabían todas las canciones, veinteañeros. La gente está muy pendiente de lo que hacemos nosotros como músicos, hay una vibración en que están atentos a nuestras canciones. No es pop, no es la catarsis de una banda pop. Es otra cosa. Es como estar en un bar tocando jazz, la gente está ahí escuchando callada y te devuelve todo el vibrato de la música que está pasando”.
Parra también tiene su propia tesis: “En el avión me encontré como con 200 personas que me pedían fotos y me contaban cuando escuchaban a Los Tres a los 20 años, para después traspasárselo a sus hijos. Pero los hijos se dan cuenta que va más allá de un recuerdo tipo Guns N’ Roses, sino que hay una cosa que tiene que ver con Chile, con los momentos donde nosotros nacimos en que estaba volviendo la democracia, parte de la historia de nuestro país. Son las canciones las que han quedado. Por eso buscamos una puesta en escena bien sobria, sencilla, íntima, donde los músicos son los protagonistas. No hay músicos invitados, somos sólo nosotros cuatro. Y eso le da un carácter bien rockabillero o rockanrollero a la banda, que siempre fue el espíritu del grupo como partimos tocando. Eso la gente lo valora. No somos una banda que haga música con computadores”.
-Tengo entendido que han ensayado casi la totalidad de sus discos. De las canciones que han trabajado, ¿cuál ha sido la más desafiante?
Ángel Parra: Hay varias. Pero lo que me pasa con las canciones de Álvaro, y a cualquier guitarrista que le toque tocar con él, es que lo que tú hagas debe tener relación con la letra. Y que un poeta te lo explique. Que te diga que el solo debe reflejar la angustia de lo que va narrando, tiene que ser una expresión de lo que refleje el tema. Eso es súper difícil de entender y de interpretar. Eso te presiona, desde siempre, desde el primer disco. Como cuando vimos Lo que quieres, que tiene hartos detalles y es súper precisa. Entra la guitarra, después viene un coro que cambia de tonalidad, está llena de acordes, de armonía, ni hablar. La más desafiante es para mí Lo que quieres. Después también está La respuesta, son temas complejos, pero populares. O La espada y la pared, donde me tengo que pegar cinco vueltas de solo, subir un cerro.
Pancho Molina: Coincido en que lo que más me intimidaba era ver si podía estar a la altura de la emoción que el Álvaro está buscando en la letra. Esa era la primera pregunta. En los primeros ensayos decía, puta, y más encima tenía al Álvaro al frente de la batería, mirándote directamente. Entonces, bueno, eso fue la primera prueba, hacer que el vocalista se sienta bien. Ese es mi trabajo, hacer que el vocalista tenga seguridad en el tempo, colorear como corresponde las diferentes partes de las canciones y darle también la intensidad emotiva a lo que el vocalista está cantando. Pero nos conocemos, eso ayuda bastante. Y en ese aspecto, Pájaros de fuego fue la más desafiante, como que le tengo tanto cariño a esa canción también. Era como ‘puta, ¿voy a poder estar a la altura de lo que pasaba en esa época?’.
-¿Cuál es el futuro que espera a Los Tres?
Pancho Molina: Uno se pone más viejo y te das cuenta que para qué pensar tanto en el futuro, o en el presente también. Llevamos sólo tres tocatas. Estos cuatro Movistar Arena nos servirá para darnos cuenta cómo estamos sonando, cómo viene la idea de poder hacer canciones nuevas. En ese sentido, el futuro que viene en cuanto a composiciones depende mucho de cómo está el presente en las presentaciones. Pero sí vienen cosas nuevas, estamos para eso, ¿no?
Su compañero Parra suscribe a la idea de disfrutar el ahora, aunque lo sintetiza de un modo mucho más elocuente. Pragmatismo puro, como la esencia de esta entrevista: “Estamos concentrados en el hoy. Y en lo musical. Que es lo más importante. Y esa es la huevá”.