Llegando a la comuna de Lebu, una estatua de Gonzalo Rojas da la bienvenida a visitantes y residentes. Oriundo de la zona, el poeta chileno se consagra como uno de los escritores más influyentes del siglo XX, tanto en Chile como en el mundo. Formó parte de la Generación Literaria de 1938 y fue merecedor de importantes reconocimientos, como el Premio Reina Sofía de España, el Premio Nacional de Literatura en Chile –ambos en 1992— y el Premio Miguel de Cervantes en 2003.
Con un estrecho vínculo con la región del Biobío, Gonzalo Rojas se desempeñó en la Universidad de Concepción como profesor de literatura, donde fundó el Departamento de Español. Sus contribuciones en las letras y en la educación fueron amplios: organizó numerosos encuentros literarios— como los Encuentros de Escritores de Chile y América en Concepción—, fundó la revista Letras y escribió ensayos y artículos para variadas entregas, e impartió clases en universidades de Alemania, Venezuela y Estados Unidos.
En su lado político, el autor de ¿Qué se ama cuando se ama? (2000) desempeñó tareas diplomáticas en China y en Cuba durante el gobierno de Salvador Allende. Su relación con el exmandatario era estrecha. Por ejemplo, cuando el lebulense recibió el Premio Cervantes, en su discurso comparó al expresidente socialista con Don Quijote. Tras el golpe de Estado de 1973, Gonzalo Rojas fue privado de su nacionalidad y estuvo exiliado por un largo periodo. Regresó a Chile recién en 1994.
Su cuerpo descansa en Chillán, luego de su fallecimiento a los 94 años, el 25 de abril de 2011. Las relaciones que cultivó durante su carrera lo hicieron cercano a múltiples figuras de la cultura nacional e internacional, como al pintor Roberto Matta, un “transgresor, allendero (de Allende) como yo, partidario de la justicia hasta sus últimas consecuencias”, según sus palabras.
También tuvo enemistades. A Jorge Teillier, en su oportunidad, lo tildó de ‘latero’. Su relación con Nicanor Parra igual era compleja. “La diferencia entre Parra y yo es que soy un abusador, un abusivo, en este juicio extremo. Es que él ha escrito dos poesías de oro y yo como 12, como 10 (…) El caso de Nicanor es muy singular. Los dos somos como extrapolados. Él empieza a escribir una cosa lorquiana, menor. Y yo empezó a balbucear acá en Santiago”, dijo Gonzalo Rojas en 2009, en una entrevista con el poeta e investigador Naín Nómez.
Gabriela Mistral fue otra de sus contemporáneas y tenían rasgos en común. Ambos poetas, ligados a la educación, nacidos fuera de la capital, y nómadas en Chile y el mundo. “Más errante que la Mistral. Movedizo siempre, de un lado pa’ otro”, fue como se describió a sí mismo en la entrevista citada.
El vínculo entre Rojas y Mistral
Mistral era mayor que Gonzalo Rojas por 27 años. Cuando el poeta publicó su primer libro, La miseria del hombre (1948), la oriunda de Vicuña ya había ganado el Premio Nobel de Literatura y era la figura más importante de las letras chilenas. Cuando la profesora leyó el texto debut de Rojas, estas fueron las palabras que plasmó en una carta al nacido en el Biobío: “Hace solo una semana que tengo su libro. Me ha tomado mucho. Me ha removido y - a cada paso - admirado, y a trechos me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito … Déme algún tiempo para masticar esta materia preciosa”.
Gonzalo Rojas aseguró que había – y hubo – desdén por la palabra de la poeta del Valle del Elqui. Así lo redactó en Relectura de la Mistral en 2009, donde, después de 50 años, reflexiona sobre el impacto de obra. “Con premio Nobel y todo y cierta vigencia de su prosa crecientemente rescatada y publicada a lo extenso de estos últimos cinco años en volúmenes caudalosos, es un hecho que – entre tanto originalismo y experimentalismo – Gabriela y sus Materias no están en la cresta de la gloria. Excluida del santoral de los fundadores (…) en la Antología de la Poesía Chilena Nueva de 1935 (…) ya es tópico el desdén por su palabra”, escribió.
Rojas admiraba la obra de Mistral. “Ella era preciosamente áspera y sana”, dijo el lebulense a El Mercurio en 2008. “La gente que la lee es de puro chismosa” dijo cuando recibió la Medalla de Orden Gabriela Mistral en 2009.
Sin embargo, la relación entre ambos escritores trascendía lo literario. En 2004, fue consultado por el diario La Discusión sobre su vínculo sanguíneo con Gabriela Mistral. Según comentó, nunca lo hizo público porque quería ser valorado por su pluma y no por su relación con la ganadora del Nobel.
La conexión venía por el lado Rojas. La madre de Gabriela Mistral, Petronilla Alcayaga Rojas, estaba emparentada con el abuelo del poeta, Jacinto, quien se desempeñó como profesor primario en Vicuña.