Un rumor circulaba por las calles de Santiago en los días previos al 4 de septiembre de 1958. Que la candidatura de Antonio Zamorano Herrera se iba a bajar en favor de Salvador Allende, el candidato del Frente de Acción Popular (FRAP). Sin embargo, el 3 de septiembre Herrera acudió al ministerio del Interior, y a la salida le dio unas declaraciones al diario La Nación, en las que desmintió cualquier rumor.
“Mi candidatura no es mercadería sujeta a las alternativas del mercado político. Ella obedece a un sentir popular y será mantenida hasta el final. No he dado ni daré instrucciones a mis partidarios para que voten por nadie. El candidato soy yo. Mis votos no son endosables”.
La de 58 fue una elección particularmente reñida, enfrentaba por primera vez a los llamados “Tres tercios” de la política chilena de mediados del siglo XX. Corría el senador por Santiago, Jorge Alessandri Rodríguez, por la derecha; el otro senador por Santiago, Eduardo Frei Montalva, por la Democracia Cristiana (un centro ideológico, a diferencia del Partido Radical, que era un centro “pendular”); y el senador por Tarapacá y Antofagasta, Salvador Allende, por el ala izquierda.
Pero además de esos colosos políticos -todos futuros presidentes- también habían candidatos que generaban menos entusiasmo. El senador del Partido Radical, Luis Bossay; y el diputado independiente Antonio Zamorano. Su candidatura, apoyada por el pequeño partido Unión Nacional Laborista, terminaría siendo relevante en esta historia.
Se trataba de un exsacerdote, nacido en La Ligua. Tras terminar el seminario, fue párroco en la localidad de Catapilco, en la región de Valparaíso. Bajo su gestión creó la escuela parroquial, donde él mismo hacía clases, y el cementerio parroquial. Zamorano tenía estudios en Filosofía, Griego, Latín, Hebreo, Álgebra y Trigonometría. Pero en 1956 decidió colgar el hábito. Motivado por el contacto habitual con la gente más humilde, se reinsertó en la vida civil y decidió incursionar en la política. Militó un tiempo en el Partido Socialista, debido a que sus ideas eran cercanas a la izquierda. En 1957 se presentó como candidato a diputado independiente por Valparaíso y Quillota. Y sorprendentemente, ganó.
El 4 de septiembre de 1958, entonces, se realizaron las elecciones presidenciales que elegirían al sucesor de Carlos Ibáñez del Campo. Zamorano no figura como favorito, de hecho, La Nación ni siquiera hizo un perfil de él, como sí lo hizo con los otros candidatos. Y en la portada el titular era “Cuatro candidatos al sillón de O’Higgins”. ¿Zamorano? Ni en las tiras cómicas (Tarzán, Dick Tracy, Mónica la detective y Mundos gemelos se encontraban al final del matutino).
Pero la jornada electoral tuvo una sorpresa. En la mañana del 5 de septiembre de 1958, los kioskos vieron el titular de La Nación destacando la votación de Allende. Pero la realidad era más compleja. El médico socialista alcanzó un 28,8%, efectivamente un buen porcentaje, pero no le alcanzaba para obtener la primera mayoría relativa, en manos de Jorge Alessandri, con un 31,5%. Debido a que ninguno alcanzó la mayoría absoluta, según la Constitución de 1925, le correspondió al Congreso dirimir al ganador entre las dos primeras mayorías relativas.
Los cálculos empezaron de inmediato. Muchos repararon en que la votación de Zamorano (41.304 votos, equivalentes al 3,34%) le restaron la chance del triunfo a Salvador Allende. De hecho, si se hace el ejercicio, ambas candidaturas suman 397. 798 votos, un 31,8% del total, mientras que Alessandri obtuvo 389. 909 votos, quedando en 31,2%.
En adelante, en la política chilena se comenzó a hablar del efecto “Cura de Catapilco”. La de una candidatura periférica, pero que le resta un porcentaje de votos a otra que sí tiene chances de ganar. ¿Fue una candidatura promovida desde la derecha para perjudicar a Allende? Consultado por Culto, el historiador Alejandro San Francisco, académico de la USS responde: “Me parece que no, que se trató de una candidatura independiente que tenía un cierto arraigo popular y que fue creciendo con el paso de la campaña”.
“Lo que ocurre es que efectivamente la irrupción de la candidatura del cura de Catapilco podría beneficiar eventualmente a la de Jorge Alessandri. Sin embargo, como ha mostrado un estudio de Patricio Navia, la distribución de los votos de Zamorano no necesariamente se iban a dirigir a la candidatura del FRAP, de Salvador Allende”.
Sin embargo, en un reportaje realizado por 24 Horas, un hombre identificado como Sergio Vargas, asistente de Zamorano Herrera mientras era sacerdote, confirmó que el ex cura tuvo reuniones secretas con Jorge Alessandri. “Varias veces vino a hablar con él, eso me consta. Yo una vez le ayudé a sacar una propaganda que tenía hacia la casa que tenía don Antonio. Esa propaganda era de Don Antonio”.
Zamorano Herrera, decíamos, postuló apoyado por el partido Unión Nacional Laborista. “Se trató de un partido de ocasión, personal, asociado a la figura de Zamorano y que tuvo una cortísima vigencia y escaso apoyo popular en Chile -comenta San Francisco-. Su fundador fue el diputado Zamorano, como respaldo a su postulación presidencial de 1958. Tanto en las elecciones municipales de 1960 como en las parlamentarias de 1961 ni siquiera alcanzó el 1% de los votos, magro resultado que en la práctica significó su retiro de la política”. Zamorano falleció en 1995, a los 86 años.