David Montoya ha creado, a través de las redes sociales -principalmente YouTube-, una plataforma de seguidores que lo han acompañado por casi diez años. Contenido humorístico, parodias e incluso videos de vida diaria; en todos los contenidos siempre estuvo presente la idea de ser uno mismo, sin importar lo que el resto del mundo piense.
En 2016 lanzó su primer libro, De amor no se muere. Un año después se publicó Con cada espacio de mi corazón, y posteriormente, fue parte de una colección de relatos llamada Para mi otro amor, todos en tono romántico. Ahora, vuelve a librerías con Ridícula, una novela mucho más reflexiva, que no aborda el romance de los textos anteriores, sino que muestra una faceta nueva: el drag y el autoconocimiento a través de la performance.
En Culto, conversamos con el autor sobre esta nueva publicación y sobre el mundo que explora en el escrito: el de las Drag Queens en Chile. También sobre cómo este arte le ha ayudado a conocerse más en profundidad y acerca de los desafíos y estigmas que aún enfrenta este oficio.
En las dependencias de Editorial Planeta, que acoge ahora los cuatro libros de David Montoya, llega luego de una firma de ejemplares: con un polerón en tonos pastel, unos tacos plateados y una peluca larga color celeste, además de un destacado maquillaje.
“El drag es multiarte, está el diseño, el maquillaje, la performance, el baile, el canto, incluso la comedia”, explica. “Hay muchas drags que se desempeñan en diferentes aristas de este arte, pero para mí fue un lugar donde pude inspeccionar y vivir libremente el género, descubrirlo arriba de un escenario. Para mí el drag fue una experimentación del género a través del transformismo como un arte”, agrega.
El drag, para David, es una forma de expresión, un arte con múltiples facetas, que culminan con la presentación sobre el escenario. “Definitivamente es una exageración, con esto de la peluca ultra peinada, con ondas de Miss Venezuela y estos maquillajes brillantes, claramente no es lo que se supone que es una mujer, socialmente hablando. A través de esa exageración uno puede experimentar, decidir si la performance del día es con o sin barba, con cierta peluca, con qué tipo de maquillaje”.
A través de una gran producción, estos drags queens se visten con una versión maximizada del estereotipo femenino, realizando distintos tipos de presentaciones: stand up, lip sync (interpretar una canción sin cantar), baile, entre otros.
El acercamiento al drag
“Las primeras drags que vi eran las transformistas chilenas antiguas, en YouTube. Estaba el programa Amigas y rivales del canal Fausto (2006)” –aquí aparecieron drags reconocidas en la industria, tales como La Botota, Francisca del Solar, Arianda Sodi, Luz Violeta, Asskha Sumathra, Coni Dacardill y Sabrina O’Donnell–. “En ese transformismo chileno había una intención de parecerse lo más posible a una mujer, estereotípicamente hablando”, comenta.
“Luego en VH1 daban RuPaul’s Drag Race (2009), lo encontré haciendo zapping, pero lo vi sin prestar mayor atención. Tiempo después llegó a Netflix y ahí vi el programa, tenía como 17 o 18 años. Fue un camino sin vuelta, la verdad”, recuerda.
En su nueva novela, explica que su ingreso al mundo de las Drag Queens ocurrió gracias a una publicidad en redes sociales, que invitaba a inscribirse a un concurso en el área. Inmediatamente quiso participar, pero las anticipaciones a lo que diría su familia y círculo, le impidieron tomar la decisión rápidamente. Consultó a varios amigos y se armó de valor para ingresar a la competencia. Desde el otro lado de la pantalla, sus seguidores comenzaron a ver publicaciones que promocionaban el evento próximo. Sin la intención de realizar spoilers, David ingresa a la instancia con el nombre artístico Diva-D, y luego de algunas performance, logra quedarse con el primer puesto.
“No me sentía muy libre al principio, porque está la expectativa de la gente y de ti mismo, ya sabes lo que existe en el transformismo y quieres hacerlo igual de bien, quieres encajar. Y en ese momento no tenía mucha visión sobre el género y su expresión, para mí era simplemente hacer drag”, analiza. “Pero mientras comienzo a vivir esa experiencia, comienzo a cuestionar mi género y ahí es donde aparecen otras drags de las que aprendo, también de internet, y en ese camino logro encontrar lo que realmente quiero hacer y lo que quiero comunicar”.
En esta exploración del género, aparecen conceptos como el no binarismo, en el que las personas no se encasillan por las normativas que suelen regir a lo femenino y masculino, fluyendo entre ambos y encontrando un lugar de pertenencia en la experimentación constante.
“Sé que dentro de todo soy súper privilegiado, solo por tener la posibilidad de hacer drag. Ya había construido mis cosas de YouTube, me habían llegado pelucas por colaboraciones, entonces lo difícil fue tener la valentía para hacerlo y enfrentarse a la sociedad, porque por supuesto que es difícil querer hacer transformismo, vestirme de mujer, con toda la estigmatización que aún hay”.
“Antes veía el Amigas y rivales escondido en mi pieza, por ejemplo, pero creo que hoy es diferente, por lo menos desde mi vereda. No sé cómo será en otros lugares, regiones sobre todo, en pequeños pueblitos, pero desde mi vereda creo que ha avanzado mucho el tema, no sé si el drag como tal, porque igual hay gente que no sabe nada del tema y simplemente ve a un travesti”, explica.
Desde el mundo interno, agrega: “Creo que hemos avanzado, y ahora es todo mucho más colaborativo, pero hay de todo. Antes, por historias que he escuchado de otras personas, se rompían los vestidos, se cortaban los tacos, por que hay mucha competencia y pocos lugares en los que participar”, argumenta.
Bajar del escenario
“Antes terminaba el show y me cambiaba de ropa, me sacaba el maquillaje y peluca y salía luciendo “normal”, ahora me siento mucho más libre. Camino por la calle, me da lo mismo, llegando acá –a la entrevista– me gritaron una estupidez, pero me siento mucho más seguro. Antes caminaba y salía igual, pero con miedo a que me pasara algo”, confiesa.
“Desde el show logro descubrir lo que quiero fuera de él. Abajo, con mi familia y con la gente en general, entonces ya no siento la presión de intentar ser alguien masculino. Eso es lo que uno normalmente siente desde pequeño, por las expectativas de la familia y de la sociedad. Hoy me saco la peluca y tengo la misma personalidad que con peluca, y eso es lo que me gusta, ya no me escondo en la performance”.
Al ingresar al mundo drag, David cuenta que encontró un lugar en el que explorar, los cuestionamientos sobre el género se volvieron entonces más potentes. Pero llegó a la conclusión de que le gusta toda la preparación para el show, pero que no es algo que quiera sumar a su vida cotidiana.
“Con el tiempo noté que no me sentía tan cómodo con toda la parafernalia que se usa arriba del escenario. No me siento tan cómodo con peluca, por ejemplo, con el vestido corto arriba de la faja y con el truco. Por esto pude reflexionar, y llegué a la conclusión de que realmente el género es un constructo, y he intentado sacarme eso de encima. ¿Por qué tendría que vestir incómodo solo porque me veo bien?”, se pregunta.
Vivir del drag en Chile
David lleva trabajando con las redes sociales cerca de una década, ingresó a la universidad para estudiar Publicidad, pero no terminó. Ahora utiliza su tiempo en la creación de contenido, y cuando puede y se dan las oportunidades, en preparar sus presentaciones como Drag Queen.
“Son pocos locales, no más de cinco que trabajan full con drags, y no mucho más de diez productoras que se dedican a estos eventos. Tampoco somos pocas drags en Chile, no hay estudios ni encuestas sobre eso, pero calculo que debemos ser unas doscientas, si es que no más”, calcula.
“Hay drags que pueden vivir del espectáculo, pero igual es complicado, porque es un arte muy multidisciplinario. De partida, hay que tener un local estable que te pueda entregar trabajo, idealmente todas las semanas. Y ojalá hacer tú las cosas: la ropa, las pelucas, es mucho lo que se necesita. Yo no sé hacer todas las cosas, entonces cuando me llaman para algún evento, el presupuesto me alcanzará para pagarle al diseñador, para que confeccione el traje o para la persona que me hará la peluca, pero no es algo con lo que uno se haga millonario”, comparte.
“Es algo muy multiplataforma, es arte de todas maneras, hay muchos tipos de expresiones que se juntan para armar lo que se ve después, arriba del escenario, y las técnicas para la presentación también son artísticas. Me gustaría que se considerara también este arte como tal, que se incluya en los fondos concursables, por ejemplo, que se tenga en cuenta, porque hay quienes que se quieren dedicar a esto”, expresa.
Y realiza el contraste: “Ahora, hay drags que no tienen la suma completa, y eso está bien. Hay algunas que hacen presentaciones increíbles pero no tienen tanta producción en su imagen, u otras que dan todo con la confección y el maquillaje, pero después no hacen mucho sobre el escenario”. Y complementa: “He visto, por lo menos en Chile, que al público le gusta mucho la comedia, entonces las drags que se dedican a eso también les suele ir muy bien, son distintos talentos. Hay bares que trabajan con transformistas, y la mayoría hacen stand up”.
Sobre la difusión y creación de estas actividades, David encuentra una deficiencia. Son pocas las productoras, y “se genera poco interés, probablemente debido al estigma”. “Se han intentado hacer academias drags en Chile, así como existen las de baile o teatro, pero creo también que por esta misma situación de que no es tan factible llegar a tener un trabajo estable, es que no prosperan tanto, pero de que hay drags que viven de esto, hay”.
“Siento que se ha abierto el espacio para las drags, pero obvio que falta. Quizás sería bueno hacer un RuPaul’s Chile o Latinoamérica, algo que muestre a las drags desempeñándose en sus disciplinas. Aún está el estereotipo de que las drags buscan hacerse la mujer y querer ser mujer, en el pasado estaba muy ligado a la prostitución, que no pienso que esté mal, pero sí le quita esta visión artística de la performance”, expone.
RuPaul’s y la internacionalización
“Me encantaría internacionalizar esta carrera, me gustaría ir a España, México, Estados Unidos, esa es la meta final y yo creo que me iría bien, porque soy loca y las de Estados Unidos son locas”, comenta entre risas. “Pero aún me estoy perfeccionando, con el baile, el maquillaje, quiero tener todas las aptitudes y ahí salir al mundo exterior”.
David reconoce que en la tarea de difundir y concientizar respecto al drag como arte, RuPaul’s ha jugado un papel fundamental: “Se ha encargado, a través del programa, de mostrarle al mundo que el drag realmente es un arte, y eso ha ayudado un montón a que se detenga la estigmatización. Hay retos de costura, de humor, de muchas aristas, y finalmente gana la más completa, la que da el mejor show, más completo. Muestra que no es solamente ponerse una peluca y hacer como que cantas una canción, de mujer, en un escenario. Eso suma a que la gente valore más el drag, y pague una entrada, por ejemplo, o dé una propina cuando va a algún local y hay show de drags, y por supuesto, que se respete el trabajo”.
Ridícula y el fin social
“Quería hacer un libro sobre mi experiencia en el drag. Fueron como tres años con esas ganas, que coincide con los primeros acercamientos que tuve con el drag, pero sentía que aún no tenía la conclusión del libro, no sabía aún cuál era la finalidad de contar esa historia”, comparte.
Sobre el proceso de escritura, expresa: “Era fuerte recordar el miedo y todas esas situaciones tristes, era complejo recordar a mi mamá en esa época y las cosas que pasaron, porque en la actualidad intenta ser lo más mente abierta posible y me quiere por lo que soy, pero recordar esa otra versión fue complejo. Pero también fue muy sanador, dio espacio a conversaciones, principalmente con ella: de cómo yo la veía en ese momento, de qué pensaba ella, también para hablar sobre mi infancia, preguntarnos por qué era tan callado cuando chico, con mi familia, que es muy religiosa”.
“Pienso que mis libros anteriores fueron desde el privilegio de ser youtuber, eran historias que me interesaban contar, pero no había como un fin social, trascendental, que durara en el tiempo, era algo con harto ego igual, por tener esa posibilidad de publicar”, reflexiona. “Ahora quería hablar del género, por si hay un niño que se siente atrapado porque le gusta el rosado. Quería decirle que eso no es un problema, y que eso no necesariamente significa que quiera ser mujer, por ejemplo, es simplemente que le gusta el color rosado”.
“Me gustaría mucho que con este libro se entienda la libertad de género, que no existe una obligación de ser hombre o de ser mujer, y que hay espacios donde podemos experimentar y ser quienes somos”, agrega.
En la portada del libro predomina el color rosado, con una ilustración que muestra a David estereotípicamente como hombre, mirando a una versión drag, muy glamorosa; acompañando en tono fucsia, aparece el título Ridícula: “Viene de la idea que desde chico hacía como el ridículo, llamaba la atención. Y es un poco lo que mejor sé hacer, se me ha dado bien, mi personalidad aporta también a eso, suelo hacer chistes y humor. Y también para quitarle el peso feo de la palabra, que sea una apropiación del insulto: ser ridícula no es algo malo, detrás de esa palabra está toda mi historia y la idea de querer ser yo mismo y descubrirme”.