Valentina Rojas y Sandra Migliore se alcanzaron a conocer cuando ambas eran novicias en Argentina en los años 80, pero apenas de vista. Recién adultas, cuando trabajaban en un colegio católico de Lanús, tuvieron la oportunidad de acercarse y conversar en profundidad sobre sus experiencias de adolescentes en el convento que posee la Congregación de las Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey en San Lorenzo.
Si bien la primera seguía siendo monja y la otra había dejado su hábito hace años –pero continuaba ligada a la institución como empleada administrativa–, sus testimonios coincidían en un punto: habían sido víctimas de abusos sexuales por parte de una religiosa que se hacía llamar Bibiana y que se dedicaba a la formación de las jóvenes. Rojas había sufrido esas agresiones durante más de un año; Migliore, por su parte, sólo recordaba que existió un episodio de esas características.
Lo que provocó que ambas comenzaran a compartirse sus experiencias fue que empezaron a circular mails anónimos que detallaban acusaciones similares que situaban como victimaria a la misma monja. Luego vinieron una serie de obstáculos y frustraciones para intentar hacer justicia. Presentaron una denuncia en el Arzobispado de Buenos Aires, pero esta fue archivada. La madre de Valentina, una mujer de fe, envió una carta al Vaticano contando lo que había vivido su hija, pero nunca recibió una respuesta.
Caminemos Valentina es el intento del cineasta argentino Alberto Lecchi por aproximarse a esa historia. Basado en Raza de víboras. Memorias de una novicia (2014), el libro autobiográfico de Sandra Migliore, el guión se mueve entre el presente y el pasado para indagar en lo que ambas mujeres (ahora casadas) vivieron al interior de esa congregación de la Iglesia católica.
“El guión nos pareció fantástico y el tema, alucinante”, apunta Silvio Caiozzi sobre su participación en el filme que llega el próximo 9 de mayo a salas del país. El director de La luna en el espejo (1990) decidió involucrarse como productor, un rol que el propio Lecchi había desempeñado en Cachimba (2004). La idea de encargarse del montaje –labor que había cumplido en sus propios trabajos, pero nunca en uno ajeno– surgió más tarde, durante las primeras semanas de rodaje.
“Me gustan mucho las películas de personaje, las películas sutiles. Este tema se prestaba para hacer algo bastante grotesco, diría yo. Era fácil hacerlo grotesco. Pero esto es al revés: se mete en los personajes, en su personalidad, con una elegancia brutal. Sentí eso inmediatamente al revisar las primeras imágenes y después, en el montaje, traté de potenciar incluso más ese espíritu”.
Sentado en las oficinas de Andrea Films, la productora que fundó en 1998, Caiozzi analiza ese estreno, los temas que orbitan esa cinta y la conducción del gobierno en materia cultural.
-¿Su trabajo junto a Alberto Lecchi se basó en largas conversaciones o la sintonía que existe entre ambos volvió innecesarias tantas palabras?
Fue bien curioso. De partida, no estábamos al lado, porque él estaba en Buenos Aires. Yo hice los primeros 15 minutos de montaje y se los mandé. La respuesta de él fue inmediata. “Fantástico”, me dijo. “Por favor, sigue igual”. Luego me encontré con momentos en que pensaba que algunas escenas sobraban, que es algo que me pasa con mis propias películas. Entonces me atreví a hacer cosas fuertes, como volar un par de escenas enteras o cambiar el orden de las escenas. Confieso que estaba bastante asustado. Pero a él le pareció fenomenal, nunca tuve problemas. Fue una muy linda experiencia. Meterse en la piel de otro director es toda una experiencia, difícil de explicar, pero interesante.
-¿Cree que esta película se inscribe en el cine de denuncia?
Siempre que se habla de cine de denuncia se piensa en política, pero no es así. Esta no es una película política, para nada, pero sí es una película que muestra un hecho real brutal, de abuso de poder, dentro de la iglesia argentina en este caso. Su relevancia consiste en mostrar para concientizar, para tratar de que la gente sepa cómo funciona el abuso de poder. Siempre quienes abusan del poder buscan una excusa. En esta película eso está muy claro: la excusa es Dios. Ella como monja representa a Dios, por lo tanto las niñas la deben obedecer. Todos los que abusan del poder usan una excusa. En el caso de las religiones, que son todas más o menos lo mismo, es Dios quien le da el poder a la persona para hacer lo que se le antoje.
-¿En algún momento de su carrera se interesó en hacer un filme inspirado en algunos de los casos de abusos cometidos al interior de la iglesia en Chile?
Yo no parto pensando en un tema o en un mensaje. Me decido a hacer una película cuando recibo una motivación, cuando algo me identifica, y empiezo a ver imágenes y no paro más. Me baja una pasión, así funciono. No digo: voy a hacer una película sobre tal tema para denunciar tal cosa.
-¿Ud. piensa que los casos de abusos sexuales al interior de la Iglesia católica son aislados o más bien son sintomáticos de problemas más profundos en la estructura eclesiástica?
La iglesia tuvo su época negra, que fue la Edad Media. Fueron mil años de horror, de completo abuso de poder, y tuvieron que pasar 500 años más para que la propia iglesia pidiera perdón. Si yo tuviera que criticar a la iglesia, lo que criticaría es esta falta de decisión para analizarse a sí misma. Siempre existe esta idea –y la película lo muestra– de tratar de tapar. Ahora, eso no lo hace sólo la iglesia. También lo hace la política. El tema del abuso de poder, no sé bien por qué, es algo que siempre me ha atraído. Todas mis películas en el fondo tienen que ver con el abuso de poder. Y no es porque lo elija; yo elijo lo que me conmueve o llama la atención. Lo curioso es que, una vez que está terminado, me doy cuenta de que de nuevo he hecho algo sobre ese tema. Seguramente el guión (de Caminemos Valentina) me atrajo justamente por eso.
“Esta es la primera vez que se sabe de los abusos de una monja a cargo de enseñarles a jovencitas. Seguramente debe haber muchos otros casos, pero las niñas no se atreven a hablar. Es algo que muestra la película, cómo les costó llegar a hablar. Y aunque nunca existió una definición sobre este caso, el Vaticano aceptó analizarlo”. Y enfatiza: “No es una película contra la iglesia, pero sí contra el abuso de poder de algunas personas”.
En pausa
Caminemos Valentina es uno de los últimos frutos de la colaboración entre realizadores argentinos y chilenos. Impulsado por los buenos resultados de esa alianza, el propio Silvio Caiozzi tenía considerado hacer un nuevo largometraje en conjunto con productores trasandinos. Pero de pronto esos planes han quedado detenidos. Todo está en suspenso a raíz de los cambios que el gobierno de Javier Milei se encuentra implementando en el INCAA, los que han motivado el malestar y la preocupación de gran parte del medio audiovisual de ese país.
“Este guión ha demorado muchos años, porque es algo muy caro, muy grandote, difícil. Hay una posibilidad de hacer coproducción con Argentina, pero las conversaciones que estábamos teniendo se paralizaron, porque allá está todo paralizado. Estamos a la espera”, sostiene.
-El audiovisual argentino atraviesa un momento muy delicado. ¿Cómo observa esa situación?
De partida, ese gobierno está recién empezando. Todavía no se sabe qué es lo que van a hacer. De hecho, la política funciona a todo dar. Comenzó a gobernar y al día siguiente ya se declaraba que el nuevo gobierno iba a cerrar el INCAA. Y después se supo que no era así, que lo que estarían haciendo es modificar cosas en el INCAA para eliminar un montón de pérdidas de dinero brutales que había. Aparentemente eso es lo que estarían haciendo. Si es eso, a mí me parece muy bien. Si es destruir la cultura y el arte, me parece muy mal. Pero no lo sabemos en este momento.
-Considera que es muy pronto para emitir una opinión tan clara.
Lógico. Es demasiado pronto. Sabemos que está todo paralizado, porque están reestructurando todo el INCAA entero. ¿Pero lo están haciendo para mejor o para peor? Eso lo vamos a ver. Pero en estos momentos no veo por qué uno debiera decir que está todo pésimo. Ahora, que el 99% de los cineastas argentinos están aterrados, están aterrados.
-¿Ha podido hablar con alguno de ellos?
Con varios. Están desesperados, aterrados.
-De regreso a nuestra realidad, durante los últimos meses algunas figuras del mundo de la cultura han manifestado críticas a la conducción del gobierno del Presidente Gabriel Boric en esa materia. ¿Ud. comparte esos análisis?
Sí. Yo comparto que ha habido un estancamiento, porque el cine chileno fue mejorando a lo largo de los años, recibiendo más aportes, más posibilidades, sobre todo de coproducir. Eso últimamente se ha frenado muchísimo. Se supone que ahora las cosas van a mejorar, aunque todavía no hay claridad. Pero es efectivo que durante este gobierno se ha frenado todo. Es como si este gobierno hubiera optado por apoyar otras cosas… O es eso o es por desorden.
-Las razones le parecen difusas.
Es difuso saber si ha habido desorden o si ha habido falta de interés en la cultura y en el arte. Ahora hay mucho discurso, pero ya pasaron dos años. Es cierto que hay disgusto y eso es compartido por la mayoría de la gente. Muchas personas que votaron por este gobierno, que se abanderizaron, están muy decepcionadas. Eso es lo que he visto.
-¿Y Ud. siente más preocupación o decepción?
Yo no voté por este gobierno. No creí desde el comienzo en un gobierno que hablaba de hacer todo de nuevo, de página en blanco. No creo en esos cuentos. No creo en personas que son seres superiores, que piensan que tienen la verdad y que todo está mal hecho y hay que empezar desde cero. Eso jamás lo he creído, nunca. Yo creo que hay que mejorar lo que hay y no destruir todo para empezar desde cero. Destruir Santiago entero, como se hizo, me parece una barbaridad.
-¿Para Ud. esa candidatura presidencial representaba eso?
Anunciaban que había partir con todo de nuevo, página en blanco, eso se decía. Era toda una generación la que anunciaba que estaba todo mal hecho y había que hacer todo de nuevo. Yo no estaba de acuerdo con eso. Estoy de acuerdo con las cosas racionales. Estoy de acuerdo cuando hay una lógica racional en búsqueda de paz y de mejoramiento de las cosas y no de destruir. Nunca he creído en esa idea de destruir para mejorar. Ese es un chamullo de los tipos que quieren agarrarse del poder entero. Nunca he creído en esa técnica, en nadie. Nunca he sido ni de derecha ni de izquierda. Yo observo nomás. Y eso es lo que observo. Nunca me han gustado los extremos.