Monet by the Water es el nombre de la experiencia inmersiva presente en Santiago desde mediados de marzo y que se extenderá hasta el 21 de mayo. Con proyecciones móviles de sus pinturas y música, la exposición en 360° promete un acercamiento a la obra del pintor francés conocido como el padre del impresionismo. Los colores vivos, así como los trazos visibles que se transformaron en agresivos con los años, son elementos característicos del artista que inunda el Parque Bicentenario de Vitacura.
Sin embargo, la vida de Claude Monet es difícil de resumir en una experiencia. Su historia está marcada por la transgresión al arte de la época, la guerra, los amores complejos y la enfermedad, construyendo una biografía que ha inspirado documentales como Yo, Claude Monet (2017) y Los nenúfares de Monet (2018).
Cuando Monet conoció la pintura
Nació en París en 1840, en el seno de una familia acomodada, pero con constantes vaivenes económicos. Creció en El Havre, donde cursó estudios en una escuela de la zona y desarrolló su primer interés por el arte. Ajeno a las enseñanzas tradicionales, durante las clases hacía caricaturas de sus profesores, las que vendía para ganar dinero.
Desde adolescente estuvo inserto en el mundo de las artes. Su tía, Marie-Jeanne Lecadre, era pintora aficionada y le presentó al artista francés Amand Gautier. Ya con 17 años, e inspirado en el paisajista Eugène Boudin, comienza a pintar al aire libre, lo que fue un escándalo. Considerada la pintura como un arte elitista, este se desarrollaba en talleres interiores, lejos del público. Sin embargo, Monet y Boudin tomaron sus pinceles y atriles y se instalaron en plein air (al aire libre).
“Boudin colocó su caballete y se puso a trabajar… para mí fue como el desgarro de un velo; entendí; comprendí lo que podía ser la pintura… mi destino como pintor se abrió ante mí. Si me he convertido en pintor, se lo debo a Eugène Boudin… Poco a poco se me abrieron los ojos y comprendí la naturaleza”, expresó el pintor según el libro Monet: His Life and Works in 500 Images, de Susie Hodge.
De ahí nace su primer cuadro al aire libre, Vista de los alrededores de Rouelles, en 1858. A pesar de la crítica, la carrera de Monet ya está en marcha. Con el apoyo de padre y el dinero de las caricaturas, se instala en la Academia Suiza de París para estudiar. Sin embargo, es llamado a realizar el servicio militar a Argelia, donde permanece tres años hasta que contrae la fiebre tifoidea.
Ya con las manos nuevamente en el arte, se hizo amigo de otros grandes pintores franceses, como Johan Barthold Jongkind – a quien señala como su verdadero maestro —, Pierre-Auguste Renoir, Frédéric Bazille, Alfred Sisley y Édouard Manet.
Camille, del amor a la pintura
Uno de los primeros cuadros famosos de Monet fue Camille con vestido verde. Con la idea de explorar los retratos, el pintor contrata a la modelo Camille-Léonie Doncieux para que posara para él. Pronto, la barrera musa - artista se disolvió y ambos se volvieron amantes, a pesar de la desaprobación del padre de la joven por la condición social de Claude Monet. Enamorado, hizo la pintura en solo cuatro días.
Ese cuadro, que se expuso en el prestigioso Salón de París, le trajo la anhelada fama a Monet gracias a las buenas críticas.
La pareja, antes de casarse, tiene su primer hijo. Debido al escándalo, Claude Monet deja de recibir manutención de su padre y de su tía, lo que acrecienta las dificultades económicas de la incipiente familia. Además, el Salón de París rechazaba sus cuadros porque se alejaban de los cánones de la época.
Nace el impresionismo
La guerra franco-prusiana hizo que Monet se mudara a Inglaterra, con el fin de no ser reclutado en el ejército. No le fue mejor que en Francia. La Royal Academy de Londres tampoco aceptaba sus obras.
Ya de vuelta en su país natal y tras la muerte de su padre - que le dejó una modesta herencia - pinta el cuadro que lo cambió todo: Impresión: soleil levant, en español, Impresión: sol naciente. Los pintores impresionistas se reunieron y organizaron su propia exposición en abril de 1874, la primera exposición impresionista que, si bien no fue exitosa en ventas, sí impactó a los expertos y aficionados del arte.
La crítica no fue buena, pero de ella surgió el término que quedaría grabado para siempre en la historia del arte. Fue el crítico de arte Louis Leroy quien dedicó estas duras palabras a la obra de Monet en el periódico satírico, Le Charivari: “¡Es eso lo suficientemente brillante, ahora! Hay impresión, o no sé lo que significa. Solo tenga la bondad de decirme qué representan esos innumerables lamidos de lengua negros en la parte inferior de la imagen”.
El efecto fue contrario. Lejos de enterrar este estilo de pintura, este tomó más fuerza y dos años más tarde, Paul Durand-Ruel —amigo de Monet— organizó en su propia galería una segunda muestra impresionista, en la que Monet expuso 18 pinturas.
Otro amor, las cataratas y los nenúfares
A pesar del éxito que alcanzaba el francés, su vida personal se tambaleaba. Después de dar a luz a su segundo hijo, la salud de Camille-Léonie Doncieux se deterioró y falleció a los 32 años. El hecho inspiró Camille en su lecho de muerte.
Debido a la tristeza, Monet se enfocó en su trabajo. Con la idea de vender cuadros y exponerlos, se volcó a obras comerciales para poder mantener a sus hijos. Su situación mejoró y las muestras impresionistas tomaban su lugar en el panorama artístico de Europa y Estados Unidos.
Así, Monet incursionó en pintar cuadros en serie. Misma vista y diferente hora, es decir, diferente iluminación. De ahí surgieron pinturas como La catedral Rouen, La estación Saint-Lazare y Pilas de trigo, final del verano.
Durante este proceso, Monet vivía una nueva aventura sentimental. Tras la muerte de Camille, compartió casa con Alice Hoschedé, la esposa de uno de sus clientes, Ernest Hoschedé. Catalogada por la prensa como la “esposa de consolación” de Monet, finalmente ambos se casan cuando el marido de ella muere.
Juntos —más los hijos de Alice y los propios— se mudan a Giverny, donde el pintor compra una casa y puede desarrollar su segunda pasión: la jardinería. Tala los árboles, compra flores de todo el mundo, intercambia especies con sus amigos y, tras adquirir un terreno a su vecino, trabaja en un jardín de agua en un estanque, que es atravesado por el característico puente inmortalizado en obras como El puente japonés.
De ahí nacen nuevas series, como Los nenúfares y Ninfas. Pero pronto, una nube apareció en su ojo como síntoma de las cataratas que lo afectaron hasta su muerte. Sus cuadros se tornaron más oscuros, con todos más rojizos y pinceladas más violentas, a causa de la alteración en su vista, la depresión que lo aquejaba y al contexto de la Primera Guerra Mundial.
Siguió pintando nenúfares – se registran más de 250 pinturas con esa temática —hasta su muerte el 5 de diciembre de 1926, a causa de un cáncer pulmonar. En la actualidad, su casa y jardines pueden ser visitados por el público en Giverny, Francia.