El binomio conformado por el fallecido Paul Auster y Siri Hustvedt era, quizás, el matrimonio estelar del mundo literario a nivel internacional. Si bien, no es ni el primer ni el último caso en que dos escritores se casan (ahí tenemos al chileno Alejandro Zambra y la mexicana Jazmina Barrera, por ejemplo, o los argentinos Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares) el de los estadounidenses es un caso bastante particular.

¿Por qué? Son la única pareja de autores del mundo que puede decir que en la casa tenían el mismo premio: el Princesa de Asturias de las Letras. Sí, porque Auster recibió el importante galardón en 2006; en tanto, Hustvedt lo obtuvo en 2019. Amén de dos trayectorias literarias que terminaron por encumbrarlos como verdaderos referentes. “Se alegró por mí, igual que yo me alegré cuando se lo dieron a él en el 2006. Es maravilloso que dos personas de la misma familia tengamos el mismo premio”, dijo Hustvedt en la rueda de prensa posterior.

Pero todo comenzó en los 80. Más concretamente en 1981. Ambos, jóvenes amantes de la escritura que aún no publicaban sus primeros libros. Hustvedt tenía 26 años y preparaba su doctorado, él 34 y estaba recién separado de su primera esposa, la también escritora Lydia Davis -con quien tuvo a su hijo mayor, Daniel, el mismo que murió en 2022 por sobredosis de drogas-y por entonces, probaba suerte en la poesía. En una lectura de sus versos, alguien le comentó a Siri, quien fue acompañada: “Mira, es Auster, el poeta”. La blonda se enamoró al momento. “Él tardó un poco más, un par de horas”, recordaba en una entrevista posterior la futura autora de El verano sin hombres.

Hustvedt siempre recordó la primera noche que pasaron juntos, la del 23 de febrero de 1981. Al despertarse, leyeron el New York Times y se sorprendieron con la noticia del llamado “Golpe de Tejero”, en España. Un intento de golpe de estado liderado por el coronel Antonio Tejero, quien pistola en mano irrumpió en el parlamento hispano con la idea de terminar con el proceso democrático. Pero fracasó. “Siempre asocio los dos eventos, no tanto el golpe como el hecho de que hubiera fracasado y España conservaba su democracia”, le confesó Auster años después al periodista Óscar López en su programa Página 2.

Golpes de Estado más o menos, el vínculo entre ambos había nacido y ya no había vuelta. Seguirían juntos hasta el final. Poco tiempo después, fueron padres de una niña, Sophie, y comenzaron a crecer juntos en sus carreras como escritores. Paul Auster publicó su primera novela en 1982, Jugada de presión, pero en 1985 publicó quizás una de sus obras cumbres, la Trilogía de Nueva York. En tanto, Siri Hustvedt tuvo su debut en 1983 con el libro de poemas Leer para ti, pero en 1992 tuvo su brillante estreno en la narrativa con Los ojos vendados.

Siri Hustvedt, escritora estadounidense autora de Los ojos vendados. Foto: Andrés Pérez, La Tercera.

En castellano, Auster comenzó a publicar sus libros con la catalana editorial Anagrama, pero luego, ambos comenzaron a compartir la misma casa editora: Seix Barral. Y quienes compartieron con ellos recuerdan con claridad el vínculo. “Él está enamoradísimo de su mujer y muy orgulloso de su hija. En cada entrevista habla de ellas”, contó Elena Blanco, ex jefa de prensa de la editorial a La Vanguardia.

Blanco agregó: “Ella me impactó mucho. Tiene esa capacidad para explicar conceptos complejos con palabras sencillas. Es muy cercana y trabajadora. Físicamente, impone, claro. Tan alta y nórdica. No he llegado a vivir lo que me pasó con Elvira Lindo, a quien un periodista en Castellón le preguntó si su marido [Antonio Muñoz Molina] le corregía las novelas, pero casi”.

“Cancerlandia”

En los últimos años, quizás los momentos más duros que enfrentaron ambos fueron vinculados a Auster. El primero, la muerte de Daniel Auster, la que ocurrió en momentos en que el hombre se encontraba en libertad bajo fianza y enfrentaba cargos de homicidio involuntario, homicidio por negligencia criminal y poner en peligro el bienestar de un niño debido a la muerte de su hija de 10 meses, Ruby, el 1 de noviembre de 2021. La autopsia posterior concluyó que la pequeña Ruby murió de una sobredosis de fentanilo y heroína, dijeron las autoridades. Daniel Auster trató de salvarla administrándole Narcan, el tratamiento al que se suele recurrir cuando hay sobredosis de opioides, pero fue inútil.

Auster no se refirió públicamente al tema. Hustvedt tampoco. De hecho, de visita en Chile el 2022, la escritora dio una entrevista con Culto, y optó por no referirse al asunto. Es que paralelamente se estaba cocinando otro asunto espinudo: el cáncer de pulmón de Paul Auster que terminó por costarle la vida. Amén de su profunda afición a los cigarrillos.

Fue Hustvedt quien se transformó en una especie de vocera de su marido en esos días difíciles de quimioterapias y enfermedad. Acompañando y permaneciendo a su lado, fue ella la que dio a conocer a la noticia al mundo a través de su cuenta de Instagram, en marzo del 2023: “He estado alejada de Instagram por un tiempo. Es porque a mi esposo le diagnosticaron cáncer en diciembre (del 2022) después de haber estado enfermo durante varios meses antes”.

En la ocasión, la autora de El hechizo de Lily Dahl entregó otros datos. “Está siendo bombardeado con quimioterapia e inmunoterapia”, en el Memorial Sloan Kettering, en Nueva York, un centro médico especializado en el tratamiento contra el cáncer. Hustvedt sí comentó además que la vida le había cambiado mucho, y que se encontraba viviendo en un lugar llamado Cancerlandia. “Muchas personas han cruzado sus fronteras, ya sea porque están o han estado enfermos o aman a alguien, un padre, hijo, cónyuge o amigo que tiene o ha tenido cáncer. El cáncer es diferente para cada persona que lo tiene. Todos los cuerpos humanos son iguales y no hay dos iguales”. Eso sí, no reveló ni el tipo de cáncer, ni su grado de avance, ni si había metástasis.

Cada cierto tiempo, ella fue actualizando el estado de salud de Auster. En agosto del 2023 entregó “Otro boletín desde Cancerlandia”. Ahí dijo algo que pareció esperanzador. “(Paul) Ha pasado cada vez más tiempo mirando hacia el abismo y no tiene miedo de morir”, sin revelar muchos detalles del estado de la enfermedad. Jugando con la idea de que se encuentran en otro territorio, Cancerlandia, Hustvedt anotó: “Es un país grande, incluso más grande de lo que pensaba. Aquí hay mucha gente de mediana edad y de edad avanzada, y sabemos que hay niños, pero no los vemos porque los cuidan en lugares separados. Mi marido y yo hemos visto a muchos jóvenes que se sientan con nosotros en las salas de espera. Sus rostros sin arrugas y sus cuerpos vigorosos a menudo no revelan ningún signo de enfermedad. A veces, una linda gorra cubre su calvicie, la única señal de que están enfermos”.

Ha sobrellevado una serie de síntomas miserables tanto del cáncer como del tratamiento con una dignidad que me asombra. Ha dicho que a medida que avanza este juicio, ha pasado cada vez más tiempo ‘mirando hacia el abismo’ y me ha dicho que no tiene miedo de morir. Yo tengo miedo de morir, así que escuchar esto me hace sentir humilde. Juntos hemos sido testigos de respuestas muy diferentes en personas que conocemos ante enfermedades, rebeliones, arrepentimientos y pánicos posiblemente mortales. Sospecho que es imposible saber cómo reaccionará uno. Ciertamente no puedo predecir mi propia respuesta, ni culpo a nadie por la suya. Y, sin embargo, he sido testigo de una maravilla y estoy agradecido. También ha dicho que no desea ocultar su cáncer y me permite contar mi experiencia al respecto”. En el mismo post, dio a conocer que Auster publicaría una novela, Baumgartner, que terminó siendo su último libro.

En marzo de 2024, Hustvedt volvió a hablar de la salud de Auster. Fue en Madrid, el 12 de marzo, donde llegó para recibir el Premio OpenBank Literatura by Vanity Fair. Rompió el hermético silencio para entregar buenas noticias. “Hoy he hablado con él y por primera vez desde que empezó su tratamiento está trabajando en algo”, y agregó algo revelador: “Él está estable por el momento. Ha sido un año lleno de emergencias, no tanto por el cáncer en sí, sino por los tratamientos. Vivir con alguien que padece de una enfermedad letal te cambia la vida”. También dejó entrever que aparentemente Auster iba por buen camino en su recuperación. “No sabemos lo que el futuro nos depara, sin el tratamiento no tendríamos a Paul hoy”.

Sin embargo, el cáncer diría otra cosa y Paul Auster falleció este 30 de abril. Solo este 2 de mayo Hustvedt escribió en su cuenta de Instagram para comentar más detalles. Siempre en su notable estilo de escritura.

Fui ingenua, pero había imaginado que sería yo quien anunciaría la muerte de mi marido, Paul Auster. Murió en su casa, en una habitación que amaba, la biblioteca, una habitación con libros en cada pared, desde el suelo hasta el techo, pero también con ventanas altas que dejaban entrar la luz. Murió con nosotros, su familia, a su alrededor el 30 de abril de 2024 a las 6:58 p.m. Algún tiempo después, descubrí que incluso antes de que sacaran su cuerpo de nuestra casa, la noticia de su muerte ya circulaba en los medios y se habían publicado obituarios. Ni a mí, ni a nuestra hija Sophie, ni a nuestro yerno Spencer, ni a mis hermanas, a quienes Paul amaba como a sus propias hermanas y presenciaron su muerte, tuvimos tiempo para asimilar nuestra dolorosa pérdida. Ninguno de nosotros pudo llamar o enviar correos electrónicos a nuestras personas queridas antes de que comenzaran los gritos en línea. Nos robaron esa dignidad. No conozco la historia completa de cómo sucedió esto, pero sé esto: está mal”.

Paul nunca abandonó Cancerlandia. Resultó ser, en palabras de Kierkegaard, la enfermedad mortal. Después de que los tratamientos fracasaron, su oncólogo le ofreció quimioterapia paliativa, pero él dijo que no y solicitó cuidados paliativos en casa. Muchos pacientes experimentan los estragos del tratamiento del cáncer, y algunos se curan, pero lo que el mundo de la medicina llama cortésmente ‘efectos adversos’ fácilmente se convierte en una realidad en cascada de una crisis tras otra, causada no por el cáncer, sino por el tratamiento. Las inmunoterapias, que actúan a nivel molecular, pueden ser particularmente peligrosas. Un “efecto” puede poner en peligro la vida y requerir una intervención dramática, lo que a su vez provoca otro efecto que amenaza la vida, que exige mayor intervención, y el cuerpo agredido se debilita cada vez más”.

“Paul ya había tenido suficiente. Pero nunca, ni con palabras ni con gestos, dio muestras de autocompasión. Su coraje estoico y su humor hasta el final de su vida son un ejemplo para mí. Dijo varias veces que le gustaría morir contando un chiste. Le dije que eso era poco probable y él sonrió”.

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