En el set de filmación Fernando Meirelles (Sao Paulo, 1955) es conocido por la cercanía que establece con los actores y sus equipos, y por su absoluta apertura a improvisar, ajustando el guión a su antojo a medida que avanza en la faena. Es la rúbrica que lo ha distinguido desde que fue catapultado al mapa mundial con Ciudad de Dios (2002), su aproximación a la vida al interior de la favela de Río de Janeiro entre los años 60 y 80, con la que llegó a estar nominado al Oscar a Mejor director.

Alejado de su hábitat natural, conectado a una videollamada por Zoom, el reconocido cineasta brasileño se mueve con fluidez hablando de la relación con sus protagonistas, de su dinámica favorita en los rodajes y, por supuesto, de Ciudad de Dios, la película de la que no puede ni quiere escapar.

Foto: HBO

Su productora prepara una serie que funcionará como secuela del largometraje: estará ambientada 20 años después y traerá de regreso a varios de los personajes originales. “Será muy interesante para el público brasileño, especialmente para el público de Río de Janeiro que sufre con las milicias”, apunta en diálogo con Culto sobre la ficción que debutará en la plataforma Max antes de que termine 2024.

Ese mismo servicio de streaming tiene los capítulos de El simpatizante (uno nuevo cada domingo), la elogiada miniserie de HBO que presenta la historia de El Capitán (Hoa Xuande), un vietnamita que revisa sus años como agente doble mientras es obligado a confesar en un campo de reeducación en Vietnam del Norte. El surcoreano Park Chan-wook –cocreador junto a Don McKellar– dirige las primeras tres entregas de la adaptación de la novela de Viet Thanh Nguyen, dando paso a Meirelles, quien se encarga del cuarto.

En Give us some good lines, como se titula su episodio, el personaje principal se involucra como consultor vietnamita de The Hamlet, la cinta que prepara el excéntrico director Niko Damianos (Robert Downey Jr.) sobre la Guerra de Vietnam. “Mi primera visión fue que nadie hablaría en mi película. Ni una palabra”, le dice el autor al protagonista mientras defiende por qué los secundarios de origen vietnamita no tienen diálogos en el guión.

Foto: HBO

El elenco lo componen Ryan Glenn (David Duchovny), una estrella de método que exige que en todo momento lo llamen por el nombre de su personaje, y James Yoon (John Cho), un actor coreano estadounidense que está acostumbrado a morir en todas las producciones en las que aparece. ¿Qué gana El Capitán con participar en ese filme que parece destinado al descalabro? Cree que es una buena oportunidad para retorcer la propaganda estadounidense desde sus vísceras.

Para El simpatizante, tal como en el premiado libro de Viet Thanh Nguyen, ese capítulo es la oportunidad de usar la sátira para criticar los mayores males de Hollywood cuando se aboca a representar el horror ajeno. Y para Fernando Meirelles fue una experiencia de puro placer donde coleccionó varias anécdotas con Downey Jr., quien se entretiene interpretando a cuatro personajes diferentes en toda la serie.

-¿Cómo fue entrar al mundo de esta miniserie cocreada por Park Chan-wook? ¿Cuán irresistible le resultó la invitación a dirigir un capítulo sobre la realización de una película?

De hecho, él me invitó a dirigir cuatro episodios. Park (Chan-wook) dirigiría los tres primeros y luego yo haría el resto. Pero no pude, a pesar de que estaba en Estados Unidos. Había filmado otra serie el año anterior, Sugar, para Apple, y necesitaba volver a mi hogar, por lo que dije que no podía. Pero luego leí el número cuatro, que es un episodio que parece estar fuera de la historia. Es como si la historia se detuviera en el episodio tres, fuera al set de filmación y luego continuara. Les dije que me interesaba hacerlo, porque es como un episodio independiente. Les pregunté si podía hacer sólo uno, en lugar de tres o cuatro, y estuvieron de acuerdo. Quería hacerlo porque me gustó mucho el guión, era muy divertido. Y era acerca de las películas, del cine, en cierto modo acerca de (Francis Ford) Coppola.

Foto: HBO

-Este es un capítulo muy meta: The Hamlet es sospechosamente parecida a Apocalipsis ahora (1979). Además, Robert Downey Jr. actuó en Tropic thunder (2008), que parodiaba a las películas sobre Vietnam. ¿Cuán presentes estaban esas conexiones durante el rodaje?

En realidad, nadie mencionó a Apocalipsis ahora en el guión, ni tampoco en el set. Le pregunté al guionista y me dijo que no. Pero creo que quizá por razones legales no quisieron asumir que se trataba de una broma sobre Coppola. Así que oficialmente no lo es. Pero tiene mucho que ver. El director es un genio, ganó un Oscar y quiere hacer un filme muy auténtico sobre Vietnam, pero realmente no puede lidiar con la situación. La situación es similar.

-¿El director de The Hamlet se asemeja a algún cineasta que Ud. haya conocido en su carrera?

No. El padre de Robert era un director de cine de los años 70 y era parte del grupo de Coppola, de este nuevo cine estadounidense que estaba surgiendo en esa época. Entonces creo que él estaba haciendo como un homenaje a su padre, que estaba muy loco. Conoció a toda esta generación cuando era un niño, porque los veía en su casa. Creo que él pensó en hacer una mezcla de su padre y todos estos tipos que conoció cuando era niño. Entonces, en verdad, no participé mucho en la creación de su personaje. Eso fue algo de él.

Y revela una conversación sobre sus primeros días en el set: “Yo pensaba que era demasiado gracioso. Cuando empezamos a filmar, creo que esa fue mi primera pregunta hacia él. ‘Robert, ¿no estaremos yendo demasiado lejos? Creo que es demasiado gracioso, controlémonos un poco’. Y él dijo: ‘no, hay que entretener a la gente, a la gente le gusta que la entretengan, hay que reírse. Si no, ¿cuál es el punto?’. Lo que él dijo cambió la forma en que yo estaba percibiendo ese episodio. Porque iba a ser irónico, como toda la serie –que es irónica, pero no es una comedia–, pero se convirtió en una comedia gracias a él, y todos los actores entraron en el mismo tono. Creo que este es el episodio más cómico de la serie. No estoy seguro de si eso sea algo bueno o algo malo. Pero eso es lo que pasó”.

Foto: HBO

Al profundizar en su relación con el actor ganador del Oscar Meirelles concluye que “mi gran colaboración con su trabajo en verdad consistió en darle espacio”. En ese sentido, piensa que su disposición a la improvisación calzó bien con sus impulsos como intérprete.

“Yo pongo las cámaras, dos o tres, que filman todo desde el principio hasta el final. Y luego lo hago de nuevo, con un zoom o con diferentes lentes. Después cambio la posición de las cámaras y vuelvo a hacer lo mismo, pero siempre avanzando del principio al final. Eso permite a los actores improvisar e idear nuevos movimientos. Por la forma en que filmo, (los actores) pueden cambiar los diálogos y cambiar su posición. No hay continuidad, supongo que hay algunos jump cuts… Me gustan los errores. Creo que los errores hacen que la historia sea más humana. Es muy humano cometer errores”.

“Y a los actores les encanta hacer eso, porque son realmente libres para improvisar, en especial un actor como Robert. Él incapaz de hacer la misma escena de la misma manera dos veces. Siempre se le ocurre algo: un movimiento, o pone algo en la mesa, o bebe agua. Nunca dice sus diálogos como están escritos. Cambia el orden o crea diálogos diferentes. O si el otro actor dice algo, él reacciona de una forma que no estaba escrita. Entonces, el actor que actúa junto a él necesita estar muy despierto y prestando atención, porque puede pasar cualquier cosa y tiene que ser muy rápido para responder. Supongo que es un desafío actuar junto a él. Y es muy divertido verlo hacer todo esto y ver al otro actor intentando seguirlo. Es muy interesante... Pero supongo que nadie es una estrella por casualidad”.

Foto: Renato Nascimento

El regreso a Ciudad de Dios

Fernando Meirelles nunca había estado al interior de una favela antes de rodar Ciudad de Dios, la película basada en la novela que Paulo Lins publicó en 1997. Junto a Kátia Lund –quien trabajó de cerca con el elenco y obtuvo el crédito de codirectora– se internó con la cámara en las comunidades de Río de Janeiro en las que sus líderes les permitieron filmar. Trabajaron con actores no profesionales y se abrieron a incluir lo que el vértigo de la realidad les ofreciera, dándole al largometraje una impronta que no pasaría desapercibida.

De hecho, el resultado fue tan electrizante que el cineasta nunca ha dejado de brindar charlas y participar en diversas actividades a raíz de la cinta que se estrenó en el Festival de Cannes hace 22 años. Su influencia más inmediata fue la realización de un puñado de largometrajes brasileños que intentaron imitar su radical inmersión en las favelas. Y a él le permitió saltar a Hollywood, donde hizo adaptaciones de John le Carré (El jardinero fiel, 2005) y José Saramago (Ceguera, 2008) junto a grandes estrellas.

Ahora, en pleno 2024, la historia de Ciudad de Dios revivirá de la mano de una serie de seis capítulos que estará protagonizada por Alexandre Rodrigues, el actor que encarnó a Buscapé, el narrador de la película. Su trama está situada dos décadas después y trata de explorar el turbulento acontecer de las favelas durante el inicio de los 2000.

Aunque el realizador de Los dos papas (2019) no ejerce como director –labor que asume su compatriota Aly Muriaba–, está perfectamente al tanto de los pormenores, porque se desempeña como productor y ha visto los episodios terminados. “Son los mismos personajes, 20 años después, lo que les pasó a ellos y lo que pasó con Río de Janeiro”, resume.

-¿Cómo cree que la serie será recibida en Brasil?

Creo que en Brasil va a funcionar. Primero que todo, porque la vi, puedo decir esto: la serie es realmente buena, la gente a la que le gusta la película no se sentirá frustrada, le va a encantar. Ofrece actualizaciones sobre qué pasó con los narcotraficantes en Brasil y qué está pasando con las favelas, con las comunidades de Río hoy en día. Lo que pasó en Río es que en 2010 las milicias tomaron el control, echaron a todos los narcotraficantes y se apoderaron de las favelas. Entonces, esta primera temporada (de la serie) habla de que la milicia ingresa a las favelas, aleja a los narcotraficantes y comienza a controlar las áreas. Será muy interesante para el público brasileño, especialmente para el público de Río de Janeiro, que sufre con las milicias.

Sigue leyendo en Culto