*Billie Eilish - Hit me hard and soft
En el último tiempo resulta llamativa la reacción de los críticos musicales -oficio dominado por hombres mayores-, entusiastas ante cualquier lanzamiento de una gran estrella femenina. La pasión inicial ante lo último de Taylor Swift, por ejemplo, superó a su fanaticada. El análisis veraz se pospone, aparentemente, en una especie de acto reflejo para evitar trolleo.
El tercer álbum de Billie Eilish (22) se aclama como lo mejor de su discografía -un salto cualitativo- cuando, en rigor, la cantante de Los Ángeles exhibe habilidades ya conocidas. Producida como siempre por su hermano Finneas, Eilish transita en ambientes electrónicos minimalistas -góticos, retorcidos y sexis-, acompañando letras lúcidas donde despliega su visión intensa del romance y reflexiona sobre la imagen corporal, entre otros asuntos recurrentes. Hit me hard and soft reitera un imaginario y estética original, como también conlleva cierta inquietud en la medida que sus canciones parecen mayoritariamente cortadas con la misma tijera: la voz en susurro inserta en ambientes lánguidos.
Hay algunos descuelgues como el quiebre power ballad de The Greatest, el synth pop de Birds of a feather, y el soul de L’ amour de ma vie, que remata en una forzada torsión bailable. Interesante como siempre, pero nada estremecedor para tanto halago.
*Incubus - Morning view XXIII
“Creo que el mundo del rap-metal es patéticamente ridículo”, declaró el guitarrista Mike Einziger a la revista Spin en 2001, cuando Morning view, el cuarto álbum de los californianos Incubus, se convirtió en un suceso como parte de un género que se desdibujaba rápidamente, cortesía de Limp Bizkit y sucedáneos.
En una rápida clasificación no cabe duda que eran parte del lote, pero también tenían antecedentes de una musicalidad más dúctil y un cantante como Brandon Boyd, proclive a las melodías antes que los gruñidos, para entonar letras sugerentes de más pluma que el ítem de la eterna frustración adolescente.
Morning view fue el disco que confirmó las sospechas sobre sus cualidades en cuanto a elasticidad, agregando etiquetas como el soft rock a su sonido. Incubus ha regrabado el álbum sin apartarse particularmente del original. Las canciones se expanden, gozan de más aire y una evidente madurez en la ejecución. El ángulo del sonido también difiere. Es menos agresivo que el original, que a su vez tenía una mezcla más experimental y dispersa, en tanto el ataque ahora va macizo y frontal, con todos los instrumentos en el mismo nivel, notorio por ejemplo en Circles y Have you ever. Resulta menos urgente, pero se experimenta como una obra contundente y actual.
*Keane - Hopes and fears 20
Keane apareció hace 20 años con Hopes and fears -uno de los debuts más exitosos en la historia de la música pop británica-, en un momento en que el formato banda tanteaba nuevos ensamblajes mediante alineaciones reducidas a un par de instrumentos como The White Stripes, The Black Keys y Yeah yeah yeahs. Con apenas el piano cantarín y los acolchados sintetizadores de Tim Rice-Oxley, la sencilla batería de Richard Hughes y la voz angelical de Tom Chaplin, Keane produjo un álbum que resiste a la perfección el paso del tiempo, con hits inapelables como Everybody ‘s changing, Somewhere only we know y This is the last time.
Las melancólicas líneas vocales y el teclado cristalino mantienen su brillo inalterable y atemporal, reiterando que el soft rock es una categoría sólida a pesar de la nomenclatura. El segundo disco de este lanzamiento conmemorativo incluye rarezas y lados b que funcionan como una continuación natural del álbum original -un poco plano si se quiere-, mientras el tercero revela los demos de los principales singles, más otros cortes como She has no time y Sunshine. Las maquetas permiten apreciar cómo evoluciona una composición desde que es un esqueleto, hasta ganar carne y musculatura en la producción hecha en el estudio.