Lenny Kravitz (Nueva York, 1964) suele trabajar en solitario en el estudio. Toca la guitarra y el bajo, graba todas las voces, agarra las baquetas para golpear la batería, juega con los sintetizadores. Además, produce todo por sí solo, un rol que ha practicado desde los orígenes de su carrera.
Esa es su dinámica mientras se encuentra inmerso en la exaltación del proceso creativo. Luego, cuando la obra está terminada, está dispuesto a que algunos amigos la escuchen anticipadamente y le compartan sus opiniones. Sobre todo si esos amigos son nada menos que Bono y The Edge. “Somos muy unidos, como familia”, indica a Culto.
Se encontró con los músicos de U2 durante unas vacaciones en la isla Eleuthera (Bahamas), donde tiene una casa desde hace años y pasa gran parte de cada temporada. Se mostraron los discos en los que habían estado trabajando recientemente y los irlandeses coincidieron de inmediato en que el primer single del nuevo álbum de Kravitz debía ser TK421, una pegajosa y sexy canción que tiene una letra sencilla pero un ritmo del que es imposible abstraerse. La sugerencia de los irlandeses le sorprendió.
“No había pensado en esa. No es que no me guste, pero nunca pensé que fuera la primera canción. Es más bien un jam, y yo estaba pensando en lanzar algo que fuera más bien una canción, en términos de estructura”, explica conectado a Zoom, mientras prefiere mantener la cámara apagada al describir la trastienda de su nuevo trabajo.
“Les pregunté por qué. Y dijeron que, primero, no se la podían sacar de la cabeza. Y, en segundo lugar, que la gente percibiría un misterio en torno a qué es TK421. Simplemente les gustaba la vibra, las letras. Cuando llegó el momento, esa fue lo que elegimos. Y resultó ser una muy buena elección”.
En octubre pasado, esa canción se transformó en el single principal de Blue electric light, el disco que acaba de lanzar y ya está disponible en plataformas. Es su primer LP en seis años, la mayor brecha de su carrera. Kravitz lo atribuye netamente a que estuvo de gira entre 2018 y 2019, a que luego vino la cuarentena y a que durante el confinamiento se sumergió en un extenso período de creativo en el que “probablemente hice tres o cuatro álbumes de música”.
Según su perspectiva, el primero de ellos es una “mezcla de rock & roll, electro-funk, pop, mi tipo de soul y R&B, y sintetizadores mezclados con instrumentos analógicos”. “Sentí que este debía salir primero. Se sintió muy inmediato. A veces me gusta dejar reposar la música y marinarla, por así decirlo, pero este se sentía fresco, necesitaba salir ahora”, sostiene.
Como lo expresa desde su primer track (”Es sólo otro buen día en este universo/ No puedo abrazarte, no puedo tocarte/ No puedo enumerar las formas en que esto realmente duele”), es un disco consagrado a celebrar la vida, el amor y la conexión con Dios. Toda una declaración de intenciones porque fue concebido durante los turbulentos días de la pandemia, cuando una simple visita a su casa en las Bahamas terminó transformándose en una estadía de un par de años.
“Llevaba dos años de gira y luego me fui a casa por unos cinco días para tomar un descanso. Luego debía viajar a Australia y Asia para continuar, porque iba a hacer tres años de gira para el último álbum. Y comenzó el confinamiento. Me quedé atrapado en las Bahamas y terminé pasando dos años y medio allí. Fue bastante increíble. Y en ese tiempo hice mucha música”, detalla.
¿Paró en algún momento de crear durante ese período? Kravitz, una de las figuras más reputadas de la música estadounidenses de las últimas décadas, responde detallando parte de su rutina. “Nunca me detuve. Esa es mi forma de vida. Me despierto, doy gracias, agradezco por un nuevo día, me sumerjo en el océano”, cuenta. “Y luego entro al estudio. Es parte de mi día normal”.
El videoclip de TK421 no dejó indiferente a nadie. Grabado en la casa que tiene en París y dirigido por la realizadora ucraniana Tanu Muino, la pieza comienza con el cantautor despertándose con los primeros rayos de sol de la mañana, abre las cortinas mientras la cámara enfoca su espalda desnuda, va a la ducha, se entretiene frente al espejo mientras se lava los dientes y elige las prendas con las que se vestirá. Es Lenny Kravitz, por lo que gran parte del video es él domando la guitarra. Si alguien lo dudaba, a punto de cumplir 60 años luce tan vital, inquieto y cool como siempre.
-En el videoclip de TK421 se interpreta a sí mismo. ¿Cuán importante era que el primer videoclip de su nuevo disco proyectara esa imagen?
Simplemente me gusta la directora. No se me ocurrió el concepto, no fue idea mía. Vi un vídeo de Rosalía, Chiken teriyaki, que me encantó. Entonces dije: quiero trabajar con esta directora. La encontré, la contacté, le mandé la música y hablamos. Le dije: quiero que se te ocurra el concepto, (porque) me encanta tu forma de pensar, me gustan tus ideas, me encantan tus imágenes. Se le ocurrió el concepto, que era simplemente despertarme por la mañana, abrir las cortinas, comenzar el día, prepararme para mi día y salir de la casa. Sonó muy aburrido cuando me lo contó, porque suena a nada. Pero todo se trataba de la forma en que ella lo capturó y de la diversión que tuvimos haciéndolo. No me estaba tomando tan en serio. Nos estábamos divirtiendo. Estaba saltando por el baño y cantando mientras me cepillo los dientes, como lo hace cualquiera cuando está solo, escuchando música y haciendo tonterías. De todos modos, funcionó. Ella lo logró, funcionó.
-Acaba de mencionar a Rosalía. ¿Cuán interesado está en la nueva generación de artistas a la que ella pertenece?
Me encanta la música. Y cuando escucho algo que me gusta, lo reviso en profundidad. Creo que ella es una artista increíble y tiene visión. Es única. Y además es extremadamente talentosa.
-Blue electric light suena como un disco atemporal. ¿Se propuso buscar esa cualidad?
¡No! Sólo hago música. Soy sólo una antena, así que espero a que las cosas lleguen y hago lo que recibo. Confío en el proceso y en el espíritu creativo. Simplemente empezó a aparecer. Me lleva un tiempo entender lo que estoy haciendo, porque toco todos los instrumentos y corro por la habitación de un instrumento a otro. Hay un frenesí. Entonces me lleva un tiempo entender si estoy en el camino correcto. Incluso ahora, cuando escucho el álbum, estoy recién empezando a entenderlo. Es interesante. Pero después de hacer unas dos o tres canciones, pensé: bien, creo que me estoy dirigiendo a un lugar. Simplemente sucedió, pero fue realmente divertido hacerlo. Había algo muy divertido y juvenil en este disco, en su espíritu. En cierto modo me recuerda al disco que habría hecho antes de Let love rule (1989) si hubiera tenido un contrato con un sello cuando era adolescente.
-En septiembre se celebrará el aniversario 35 de ese álbum, el primero de su discografía. ¿Ha vuelto a escucharlo recientemente?
Hace tiempo que no. No escucho mucho mi música.
-¿Cómo recuerda esa época, ese momento de su carrera?
Fue increíble. Quiero decir, fue el comienzo. El comienzo es muy emocionante porque no lo has hecho antes. Es una nueva experiencia. Hice el disco sin un contrato con un sello, lo hice independientemente. Estaba yendo en contra de lo que estaba sonando en la radio en ese momento. Estaba haciendo lo mío, sonaba completamente diferente a todo lo demás. Fue un viaje increíble. Ese disco significa mucho para mí. Y esa canción en especial, Let love rule, para mí es el núcleo de todo lo que hago.
-Su nuevo disco lo creó aplicando su método de siempre, pero ¿piensa que hubo algo diferente esta vez?
No. Siempre es una experiencia diferente. Pero la forma en que hago música y la forma en que produzco la música… Cada disco suena diferente, cada disco tiene una calidad sonora diferente, cada disco tiene una calidad de producción diferente, pero siempre está presente mi sensibilidad. Entonces, mi forma de trabajar es la misma. Diferentes resultados, diferentes canciones, diferentes sonidos, pero siempre es la misma forma: pasar de instrumento a instrumento y pintar con el sonido.
-Blue electric light es su primer álbum desde que el Black Lives Matter tomó fuerza en 2020. ¿De qué modo todos los hechos que vivió el movimiento durante ese año ejercieron una influencia en la creación del disco?
No puedo decir que haya pensado en eso. Siempre estoy pensando en la igualdad, en la unidad y en la inclusión. Esa es siempre mi manera. Pero no podría decir que haya tenido que ver con mi proceso de pensamiento.
-Human, el segundo single del disco, es una celebración de la humanidad. ¿En qué se inspiró para crearla?
La música simplemente llega. No sé lo que estoy haciendo. Pero creo que cuando comencé a trabajar en ella entendí que podría ser un gran himno pop. Lleno de ritmo, lleno de alma, pero realmente dulce y edificante. La toqué por primera vez en The Tonight Show y me hace sonreír por dentro cada vez que la canto. Es tan edificante y feliz. Me encanta. Y la respuesta ha sido realmente increíble, en especial en cuanto al mensaje.
Siempre hacia adelante
“Absolutamente. Absolutamente”, repite el músico al ser preguntado sobre una eventual tercera visita a Chile. Primero estuvo en el Estadio Nacional en 2005 y luego, 14 años más tarde, participó en la edición local de Lollapalooza. Aunque sufrió problemas técnicos que retrasaron el inicio del show (y no pudo tocar su setlist íntegramente), él guarda buenos recuerdos de su paso por el festival que entonces todavía se realizaba en el Parque O’Higgins.
“Fue increíble, quiero decir, hubo una increíble energía y espíritu. No puedo esperar a volver. También me encanta el país. La pasé increíble allí y tengo muchas ganas de volver y celebrar”, señala.
Una de sus alegrías recientes fue haber aportado con la canción principal de Rustin, la película biográfica sobre el activista Bayard Rustin, una figura clave para el movimiento de derechos civiles. Producida por Barack y Michelle Obama y dirigida por George C. Wolfe (La madre del blues), la cinta fue una de las cartas fuertes de Netflix durante la última temporada de premios, consiguiendo una nominación a los Oscar (Mejor actor para Colman Domingo) y dos candidaturas a los Globos de Oro, incluyendo Mejor canción original para Road to freedom, el tema de Kravitz.
“Bayard Rustin significa mucho para mí. Fue un extraordinario activista de los derechos civiles”, asegura, aunque reconoce que hasta hace un tiempo no manejaba demasiada información sobre él. “Mucha gente no conocía su historia. Yo no la conocía muy bien, lo cual me molesta, porque mi madre y diferentes personas de mi familia estuvieron involucradas en el movimiento de derechos civiles a fines de los años 60. Cuando me llamaron para escribir una canción para la película conocía su nombre, pero realmente no sabía nada de él. Así que, por supuesto, investigué, estudié y vi el filme. Hablé con el director, hablé con Colman Domingo, que interpreta a Bayard Rustin, y entonces se me ocurrió la canción”.
El artista traza múltiples planes para el futuro. Tiene contemplado el lanzamiento de los otros álbumes que grabó en las Bahamas (“uno de ellos es un disco de puro rock & roll: guitarra, bajo y batería. Otro es un disco de funk. Todos tienen sus propias direcciones”, dice). También, eventualmente, volverá a la actuación, una veta que piensa retomar en la medida que llegue el proyecto correcto en el momento correcto. “Disfruto hacer eso”, declara.
La mentalidad de Lenny Kravitz consiste en pensar que lo mejor está por venir. Aunque crea música con la misma lógica desde hace 35 años y evoca sonidos de antaño con una energía envidiable, tampoco se define como un nostálgico. Es un hombre de matices, algo que se ilumina cuando profundiza en sus definiciones.
-Ud. tuvo su primer contacto con la industria musical y del entretenimiento cuando era muy joven. ¿Hay algo que extrañe sobre esa época?
Había una vibra diferente, un sentimiento diferente. Mira, hoy es hoy y lo acepto tal como es, porque vivo en este mundo y el mundo está haciendo lo que debe hacer. Pero para mí era mucho más cool, hombre. Y había espacio para una creatividad más atrevida. Ahora hay mucha creatividad de ese tipo, pero si piensas en lo que estaba sucediendo en los años 70, por ejemplo, había tanto talento increíble, más allá de lo increíble. Había tantos genios en la radio, en todos los géneros. Más musicalidad: gente tocando instrumentos con las manos. Pero mira, hoy es hoy y es un reflejo de dónde estamos. Pero definitivamente fue una época muy divertida e inspiradora. Estoy muy contento de haber crecido en esa era. Esa era me formó y me influyó para poder hacer lo que hago.