De cuando en cuando, a Agnès Varda le gustaba recordar que, antes de que sus contemporáneos masculinos hicieran Los 400 golpes (1959), Hiroshima, mon amour (1959) y Sin aliento (1960), ella ya había realizado su propio aporte a la identidad del movimiento que luego se conocería como Nueva Ola francesa: La pointe courte (1955), el retrato de un matrimonio –interpretado por Silvia Monfort y Philippe Noiret– y de los habitantes de un pequeño pueblo pesquero del Mediterráneo.
Siete años más tarde, tras filmar varios cortos documentales –y cuando ya se había acuñado el término Nouvelle vague–, dirigió la que sería su obra más reconocida. Encabezada por Corinne Marchand, Cléo de 5 à 7 (1962) observa a una cantante que espera por los resultados de una biopsia que podría confirmar o descartar un cáncer. Mientras sigue a la blonda protagonista en su recorrido por las calles de París, la cámara se detiene fugazmente en los rostros y en las conversaciones de los transeúntes, filtrándose las distintas dinámicas de quienes residen en la urbe.
Sin hacer alardes, la cineasta pudo palpar en vida cuán profundo penetró su segundo largometraje, influyendo en su generación y en las camadas de realizadores que le sucedieron. “La gente me habla de ella como si la hubiera hecho ayer. Aunque fue hace 50 años”, le dijo a una reportera en 2010, cuando se debutó una nueva copia de la cinta que tuvo cameos de Jean-Luc Godard y Anna Karina.
En algún momento, se sospecha que durante los 80, la directora belga recibió un ofrecimiento inesperado. Madonna, ya convertida en un ícono planetario con canciones como Material girl y Papa don’t preach, se interesó en adquirir los derechos de Cléo de 5 à 7 con el propósito de hacer una versión estadounidense. La Reina del Pop quería producir y protagonizar el remake, asumiendo el papel en el que había quedado inmortalizada Marchand.
La cantante ya daba sus primeros pasos en el cine, participando en películas con figuras como Rosanna Arquette, Sean Penn y Griffin Dunne, y consiguiendo resultados dispares. Eso sí, su prioridad número nunca dejó de ser la música, una carrera que en 1989, en la previa al lanzamiento de Like a prayer, definía como “totalmente comercial, pero también es arte. Me gusta el desafío de hacer ambas cosas, de alguna manera hacer arte que sea accesible y hacer de lo comercial algo artístico”.
El proyecto contó con la venia de Varda. De hecho, hubo avances: Madonna contrató a una guionista para que se hiciera cargo de la adaptación. Sin embargo, algo se enredó en el camino. La autora llegó a sugerir que tal vez la trama compartía demasiadas similitudes con la propia biografía de la voz de Take a bow, quien había perdido a su mamá a los cinco años por un cáncer de mamas. “Nadie me dijo que mi madre se estaba muriendo; solo la vi desintegrarse misteriosamente y luego desapareció y no hubo más explicación que ella se había ido a dormir”, escribió recientemente en una publicación dedicada a su memoria.
En 1993, en medio de un especial llamado Madonna, c’est Madonna, ambas coincidieron en una entrevista en la televisión francesa. la cineasta explicó en su idioma lo que había ocurrido con ese proyecto fallido y la estadounidense hizo lo propio en inglés. Indicó que en algún momento se pensó que Varda dirigiera el remake, pero que le intimidó su propuesta de hacer un largometraje más abierto a la improvisación que el grueso de las producciones norteamericanas. Con la distancia que otorgaba el paso del tiempo, ahora su opinión era diferente.
Ese instante televisivo dejó una imagen elocuente: una sonriente Madonna sosteniendo el afiche original de Cléo de 5 à 7.
Ambas se volvieron a encontrar en más de una ocasión con el paso de los años y Madonna le dedicó una sentida despedida cuando Varda falleció, el 29 de marzo de 2019. “Adiós a una de mis cineastas favoritas: Agnes Varda. Siempre un espíritu curioso, creativo e infantil hasta el último momento. ¡¡Te extrañaremos!!”, compartió en redes sociales, junto a una foto de ambas.
Al conocerse su muerte, a los 90 años, The Guardian difundió una entrevista en que la cineasta volvió a repasar ese proyecto que no llegó a puerto. “Madonna quedó conmovida por la historia de Cléo”, expresó.
También aprovechó la oportunidad para revelar una idea que había mantenido en reserva y que probablemente era incompatible con el sueño que alguna vez tuvo la cantante de Vogue. “Si la hubiera vuelto a hacer en Estados Unidos en ese momento, pensaba que debería ser sobre una mujer negra que teme al sida; en aquellos años el sida era una amenaza terrible. Me hubiera encantado hacerla con Whitney Houston”, concluyó.