Columna de Marcelo Contreras: Cyndi Lauper, la primera empoderada
El activismo y las canciones a favor de minorías integran su trayectoria desde los 80 cuando los prejuicios eran norma, mucho antes que fuera común y recomendable entre las estrellas pop -antes que la misma Madonna, por cierto- manifestar identificación y apoyo.
¡Nunca haré esa maldita canción!, le dijo Cyndi Lauper a Rick Chertoff, productor de su primer álbum She ‘s so unusual (1983), mientras veían en vivo a Robert Hazard and the heroes en Filadelfia. Hazard había compuesto Girls just wanna have fun en 1979, con la perspectiva de un tipo que se jacta de un séquito de mujeres a su disposición. A Cyndi le cargó, practicando cirugía mayor en el tema para convertirlo en un himno feminista, que desterrara la idea de que las chicas con ganas de divertirse son putas.
Alteró la letra y reemplazó el tono new wave a medio cocinar del original, con arreglos chispeantes mediante sonidos que recordaran el verano, y un acento entre punk y ska. Grabó varias capas de voces creando un coro de chicas que, en rigor, era solo ella en representación de todas.
A esas alturas, Cyndi Lauper, nacida en Brooklyn en 1953 en una familia italiana, no era precisamente una novata. Con 30 años, cantaba como profesional desde los días de la música disco. Por falta de técnica, acostumbrada a interpretar covers emulando a Janis Joplin, perdió la voz en 1977, un registro extraordinario de mezzosoprano que cubre cuatro octavas, con el poder de gatillar diversidad de emociones. Tuvo una banda, Blue angel, donde encontró un rumbo musical nostálgico del rock & roll y el pop de los 50; pero era evidente la desproporción entre su talento y carisma, y el resto de sus compañeros. Si quería triunfar, debía hacerlo por cuenta propia.
En ese debut, Cindy Lauper demostró condiciones todo terreno en términos estilísticos mediante una seguidilla de singles brillantes y desafiantes. La tensión juguetona de She bop, por ejemplo, disimulaba apenas una oda a la masturbación, como la hermosa Time after time de emotivo video, era una composición de su autoría sobre la agridulce relación amorosa con David Wolff, manager y pareja durante su despegue artístico.
Podía desdoblarse intensa en la guitarrera Money changes everything, o deslumbrar con esa joya synth pop caleidoscópica llamada All through the night. En True colors (1986) siguieron los éxitos con Change of heart y la fina artesanía melancólica en la canción que dio nombre al álbum.
Toda esta música fue propulsada por una estética y look que la convirtió en uno de los íconos de la década, un referente inmediato, una figura que conjugaba el color y la extravagancia con ribetes de animación, historieta y teleserie. Sus videos tenían un elenco estable entre su madre y figuras de la lucha libre, pilares de un imaginario kitsch que fundía los 80 en un ambiente delirante e infantil.
Pero las minorías sexuales y las mujeres veían más que una chica desfachatada. Girls just wanna have fun se convirtió no solo en un cántico femenino de liberación y empoderamiento, sino de la comunidad LGBTQ+, ambiente que la cantante conocía desde siempre por su hermana mayor lesbiana. True colors, escrita por Billy Steinberg y Tom Kelly, los autores de Like a virgin para Madonna, tomó un cariz universal y reivindicativo cuando Cyndi interpretó la letra, conmovida por la muerte de un amigo a causa del VIH.
El activismo y las canciones a favor de minorías integran su trayectoria desde los 80 cuando los prejuicios eran norma, mucho antes que fuera común y recomendable entre las estrellas pop -antes que la misma Madonna, por cierto- manifestar identificación y apoyo.
El anuncio de retiro de Cyndi Lauper con una gira que sólo cubrirá Estados Unidos y Canadá entre octubre y diciembre próximos, es una noticia triste en la medida que se trata del adiós un símbolo pop imperecedero. Una artista formidable que no solo quería divertirse, sino tener palabra, principios e imagen, conjugadas con las mejores canciones.