Sergio “Tilo” González, fundador de Congreso y nombre cardinal de la música chilena, recuerda que el mecanismo era algo fastidioso, pero ineludible: por esos años, no había mayor alternativa.
“Era 1987 y queríamos por primera vez grabar una gira en un disco. En ese tiempo, los grupos no grababan las giras, sólo shows puntuales. La tecnología era otra, todo en cinta, nada digital, nada de computadores portátiles. Teníamos que andar con un aparataje técnico gigante dando vueltas. Entonces, registrábamos un show una noche y a la mañana siguiente lo escuchábamos para ver cómo había quedado. Elegíamos canciones para descartar y, sobre ese espacio de la cinta, íbamos grabando el siguiente concierto. Era agotador el mecanismo, se iba editando en el momento, grabábamos encima del show anterior. No quedaba otra. Era agotador, pero hermoso”, refuerza el instrumentista al retratar el modus operandi de una experiencia que luego resultó en un casete doble, pero también en un hito.
Se trata de Congreso: gira al sur, el título de 1987 que -bajo la legendaria etiqueta Alerce- recogió su paso esa misma temporada por trece ciudades chilenas y que efectivamente se lanzó en formato doble, una iniciativa temeraria para una industria discográfica en esos años poco habituada a los arrojos de mayor envergadura. “Tuvimos que hacer una caja especial, de hecho, las comunes y corrientes no servían para el casete doble”, confirma González.
Según los propios registros del músico, la escena nacional tampoco reportaba un álbum en vivo que sintetizara una gira de largo aliento, sólo con ejemplos acotados a espectáculos específicos, como Buddy Richard en el Astor (1969), que recogía su concierto en el teatro Astor, de Santiago; o Los Jaivas en Argentina (1983), quizás el intento más parecido, al capturar tres recitales que ofrecieron en el estadio Obras de Buenos Aires en 1983. “Nuestra idea era recoger un momento de cada ciudad”, completa el percusionista, en un itinerario que incluyó escalas en Puerto Montt, Valdivia, Concepción, Talca, Santiago y Valparaíso, entre otras.
En sintonía con esa conquista, la agrupación se alista para reeditar Congreso: gira al sur, pero en un soporte distinto e inédito. Desde este fin de semana, ya está disponible en tiendas el vinilo doble del álbum, editado por la distribuidora Punto Musical y como parte de la celebración de los 55 años del grupo que justo se conmemoran este 2024.
La misma compañía ha impulsado en el último tiempo una labor de rescate con el sello Alerce que incluye LPs de Jorge González, Chancho en Piedra o Fulano, y que en el caso de Congreso ya ha despachado los clásicos Estoy que me muero (1986), Para los arqueólogos del futuro (1989) y Aire puro (1990).
El nuevo vinilo incluye por lo pronto otro arte de tapa: el afiche original de la gira, un boceto a mano alzada diseñado por el mismo “Tilo” González, el que exhibe el logo del grupo y las ciudades que visitaron. Además, en su interior trae la fotografía que mejor representa ese periplo. Una imagen inmortalizada por el saxofonista Jaime Atenas -que recién se había integrado a la banda tres años antes- y que los muestra posando en un campo camino a Valdivia (ver imagen central).
Atenas rememora: “Íbamos camino a esa ciudad y había un paisaje muy lindo. Por eso mi idea fue hacerla en blanco y negro. En esa época la fotografía era muy importante para mí y siempre andaba con tres cámaras. Una blanco y negro, otra a color y otra con diapositivas. Por el entorno y esas nubes grises, inmediatamente imaginé la foto en blanco y negro. Hacía mucho frío, estábamos muy arropados, hicimos varias tomas, pero esa del portón nos pareció muy gráfica por el nombre que iba a tener el disco. Era el momento, el instante, la luz era bellísima, ideal para el blanco y negro”.
Otro destino
El instrumentista -hoy también parte de Congreso- coincide en su memoria en el numeroso contingente que debieron trasladar para grabar los espectáculos, incluyendo una máquina reel to reel para trabajar en cinta. “Era algo muy importante para nosotros. Hubo un personal gigantesco trabajando detrás de esta idea”, asegura.
De algún modo, Congreso también quería celebrar una suerte de nueva vida que disfrutaba por esos días. Luego que a principios de los 80 conquistaran el reconocimiento público gracias a un clásico como Hijo del sol luminoso, en la voz de un joven Joe Vasconcellos, el mismo intérprete chileno brasileño abandonó la banda en 1984.
Con Hugo Pirovic como cantante y centrados en las composiciones instrumentales, ese mismo año editaron Pájaros de arcilla, de poco eco en Chile, aunque para muchos su mejor trabajo. Dos años más tarde, decidieron reintegrar a su vocalista histórico, Francisco “Pancho” Sazo, además de contar con el aporte de dos nombres renovadores, el tecladista Jaime Vivanco y el bajista eléctrico Jorge Campos. Había nacido una suerte de nuevo conjunto y era hora de mostrarlo por el sur chileno, interpretando temas como El cielito de mi pieza, Nocturno, Coco - loco, Calypso intenso, casi azul o Viaje por la cresta del mundo.
“Tilo” rememora: “Ya éramos nueve en esa época y habíamos crecido mucho desde lo creativo. Teníamos una energía renovada, por eso nos dio esta pataleta de grabar en vivo. Volvió Pancho y aparecieron las canciones. En la previa, no fue una crisis lo que tuvimos, pero sí una transición. Ahora teníamos un aire fresco, algo diferente que ofrecer, y eso se acompañó con todo el cariño de la gente, siempre nos mostraron mucha alegría por lo que tocábamos”.
Quizás esa era de los originarios de Quilpué no es muy diferente a su actualidad, más de tres décadas después, cuando sus últimos dos lanzamientos, La canción que te debía (2017) y Luz de flash (2022), han significado un indudable ejercicio de vigencia y vitalidad, acumulando premios y elogios en la madurez de su trayectoria.
Precisamente por estos días, la banda recorre el sur chileno, tal como en ese lejano 1987, preparándose para conmemorar más de medio siglo de vida el viernes 23 de agosto en un show estelar y de larga duración en el Teatro Caupolicán. Congreso, tanto ayer como hoy, siempre encuentra el espacio para consolidarse como coordenada ineludible del cancionero chileno.