Esta semana Apple TV+ estrenó Se presume inocente, una miniserie basada en una novela que no sólo ya ha sido llevada al cine (en 1990 con Harrison Ford como protagonista), sino que tiene una trama que, reducida a su idea más básica, ya ha sido vista decenas de veces en pantalla. Una persona es acusada de un crimen que asegura no haber cometido.
En este caso el sospechoso es Rusty Sabich (Jake Gyllenhaal), un conocido abogado de la fiscalía de Chicago, que además tiene una esposa y dos hijos adolescentes. Cuando la colega con la que había tenido un apasionado y turbulento romance es asesinada, él se queda callado y se hace cargo de la investigación. Eso hasta que sale a la luz su obsesivo affaire y él se vuelve el principal sospechoso y eventualmente acusado del caso.
Además de tener a Gyllenhaal como protagonista, esta miniserie de ocho episodios llega a la pantalla con dos pesos pesados detrás de cámaras. J.J. Abrams (Alias, Lost, Fringe) dentro de los productores ejecutivos y, más importante en este caso, David E. Kelley como creador, productor y principal guionista.
Kelley, que en los últimos años no ha parado de estrenar series más y menos exitosas, es en sí mismo un especialista en este subgénero. Anatomía de un escándalo, The Undoing y Big Little Lies son sólo algunos de los guiones salidos de su pluma.
Esto significa que de seguro se sabe de memoria los clásicos trucos y clichés que hay en estas series, pero aquí también demuestra que sabe cómo evitarlas y hacer un guión atrapante, entretenido y que hace que el espectador no logre decidirse de si está a favor o en contra del protagonista.
Una de las apuestas interesantes en Se presume inocente es justamente que el personaje de Gyllenhaal es en pocos momentos un héroe. Es un ser ególatra, impulsivo y a ratos directamente desagradable, pero no por esto necesariamente culpable. Así como él, la mayoría de los demás personajes tienen varias dimensiones y arcos interesantes, empezando por la lucha de poder dentro de la fiscalía que se cuela por todos los rincones del caso.
No es una serie que inventa la rueda y tampoco una obra maestra, pero sí es una producción que toma una trama repetida (y hay que admitir que es repetida porque funciona) y entrega ocho episodios de entretención, angustia y ganas de llegar rápido al final para saber, ojalá, la verdad.