Contaba 92 años y era considerada como una leyenda viva del cine francés. Este martes, la actriz Anouk Aimée murió en su hogar en París. Fue su hija, la actriz Manuela Papatakis, quien dio a conocer la notica en un mensaje de Instagram: “Estamos inmensamente tristes de anunciar el fallecimiento de mi madre”, dijo escueta, sin especificar la causa del deceso. Acaso las palabras sobran cuando se está al frente de una trayectoria respetable. “Estuve junto a su cama cuando falleció esta mañana en su casa de París”, añadió.
La parisina nacida el 27 de abril de 1932, con el nombre de Françoise Sorya Dreyfus, fue uno de los grandes nombres del cine francés del siglo XX. Hija de la también actriz Geneviève Sorya, Su carrera comenzó en 1947, con solo 14 años, cuando actuó en el filme La maison sous la mer, de Henri Calef, y ya tenía el nombre ficticio de Anouk. Solo Anouk. De hecho, su idea era mantenerlo así. Sin embargo, fue el guionista y poeta Jacques Prévert quien le recomendó completarlo.
“No vas a seguir llamándote Anouk cuando tengas 40 años, me dijo. Aquello me parecía tan lejano que ni lo pensé, y él encontró Aimée. Me sentí tan halagada...”, recordó en 2014, cuando le concedieron un César honorífico. Ahí nació entonces Anouk Aimée.
Anouk Aimée tuvo la dicha de vivir unos años dorados del cine post Segunda Guerra Mundial. En 1960 fue una de las actrices principales de La dolce vita, de Federico Fellini, donde interpretó el rol de Maddalena y compartió set de filmación con Marcello Mastroianni y Anita Ekberg. Tres años después, volvería a trabajar con el peninsular en Fellini, ocho y medio (8½), y nuevamente compartiría con Mastroianni. Esos años, reconocería años después, fueron cruciales para su formación. “Antes de conocer a Fellini, no sabía lo que era actuar. Él me enseñó lo más importante, a no tomarme en serio a mí misma”, confesó la actriz en 2003 en Los Angeles Times.
En 1961 tuvo el que quizás fue el rol de su vida, en Lola, el debut de Jacques Demy, y donde tuvo el rol estelar, y que se lo debió en gran parte a la insistencia del mismo cineasta por querer filmar con ella, dado que los productores que no la querían para el papel de Lola, porque a juicio de ellos, no era “suficientemente sexy”. 50 años después del filme, lo recordaba todavía con Le Monde. “Ya no sé dónde empieza Anouk y dónde empieza Lola, dónde acaba Lola y dónde acaba Anouk “, dijo.
Pero en 1966, dio el salto al reconocimiento internacional cuando fue candidata al Oscar a la mejor actriz en por su papel en la película Un hombre y una mujer, de Claude Lelouch. Aunque no logró quedarse con la estatuilla, sí obtuvo tanto el Globo de Oro como el Premio BAFTA. Fue tal el impacto, que Lelouch decidió hacer dos partes más: Un hombre y una mujer: 20 años más tarde (1986), aunque sin Anouk, y en 2019, Lelouch reunió a los dos actores originales en la última parte, titulada Los años más bellos de una vida. Algo así como un romance senior. Fue la última película de Anouk Aimée, y en nuestro país se pudo ver en las salas dedicadas al cine de autor.
Luego de los 60, su carrera estuvo menos cerca de los grandes titulares, pero se las arregló de todos modos para permanecer en la palestra. En 1980 ganó Premio del Festival de Cannes a la mejor actriz por la película Salto nel vuoto (Salto al vacío), de Marco Bellocchio. También trabajó con Bernardo Bertolucci, Robert Altman o Agnès Varda. Aunque en sus últimos años, ya recibía cada vez menos proyectos. “Me protejo mucho -dijo en 2014-. Las cosas siempre vinieron hacia mí. Ahora vienen menos, pero he luchado y he dejado que fluyan”.
En el plano personal, se casó cuatro veces, la primera con el director Nikos Papatakis, y la última, con el actor británico Albert Finney; y se le atribuyeron unos que otros romances con Omar Sharif y Warren Beatty, que fueron comidillo para las revistas del corazón en Hollywood.
Para el crítico de cine de Culto, Rodrigo González, Aimée fue una de las grandes del cine francés. “Anouk Aimée comenzó en el cine mucho antes que Brigitte Bardot o Catherine Deneuve, pero se demoró más en dejar una huella en los espectadores del mundo. Su voz y su mirada eran parte de su gran encanto, pero también lo era cierta naturalidad que en Un Hombre y Una Mujer casi parece improvisada. Muchas escenas de aquella película lo son y a veces pareciera que la actriz está a punto de salirse del guión con sonrisas y gestos espontáneos, en las antípodas de lo prefabricado”.
“Se la recuerda por su participación en La Dolce Vita, como una mujer misteriosa enfundada en traje y lentes oscuros, pero también en un rol diametralmente opuesto en 8 1/2, ambas de Federico Fellini. Para ella, sin embargo, el rol más preciado era el de Lola, de Jacques Demy, donde interpretaba a una bailarina de cabaret. Se identificó tanto con ese papel que creo que en sus entrevista decía ‘Yo soy Lola’. En términos generales, Anouk Aimée es parte de la iconografía cultural francesa bohemia de los años 60, de la misma manera que Françoise Hardy, muerta recientemente, el actor Jean-Louis Trintignant, los directores Claude Lelouch y Jacques Demy”.