Jueves 16 de diciembre de 1993, 14.40 horas. Ese día y a esa hora, un Beatle aterrizaba por primera vez en Chile. Se trataba de Paul McCartney, quien precisamente la noche de esa misma jornada daría su concierto debut en el Estadio Nacional de Santiago, como parte de su The new world tour.
De hecho, Chile fue la estación final del recorrido, uno de los más ambiciosos de su carrera, con 77 fechas que partieron el 18 de febrero de ese año en Milán, Italia, para culminar en el epílogo de la temporada en el recinto de Ñuñoa.
“Bien bien, estuvo bueno el viaje, gracias”, repetía el músico minuto después de bajar de su jet privado en Pudahuel, en una limusina a alta velocidad que lo trasladó hasta el hotel Hyatt, mientras bajaba el vidrio para contestar un par de preguntas a la rápida para los reporteros de La Tercera de ese entonces. En la previa a su concierto -donde juntó a más de 60 mil personas y partió con la afilada Drive my car- recibió la Orden al Mérito Cultural y Docente Gabriela Mistral, de la mano del ministro de Educación de esos años, Jorge Arrate.
Pero su paso por el sur del mundo no sólo fue memorable por tratarse del adiós a la gira que promocionaba su exitoso disco Off the ground (1993), donde venían hits como Hope of deliverance. Hay al menos dos hitos que lo configuran como una experiencia irrepetible incluso para el propio Macca.
La última
Su banda en ese 1993 la integraban el guitarrista Robbie McIntosh; el guitarrista y bajista Hamish Stuart; el baterista Blair Cunningham; el tecladista Paul “Wix” Wickens (el único que aún sigue en su conjunto); y Linda Eastman, esposa de McCartney, y quien lo apoyaba en teclados y coros.
Ambos se conocieron en 1967 en un concierto del músico Georgie Fame en el club Bag O’Nailsde de Londres y, cuando en los años 70 Paul impulsó la banda Wings tras la disolución de los Fab Four, Linda se convirtió en su tecladista estable, parte de su elenco oficial en los discos y conciertos.
Pero la noche del 16 de diciembre de 1993 en Santiago, fue la última vez de la artista sobre un escenario de gran magnitud junto a Macca, el gran amor de su vida. Claro, aún no lo sabían. Eastman fue diagnosticada de cáncer de mama dos años después, en 1995, y su condición empeoró rápidamente. Se retiró de la actividad pública y finalmente falleció el 17 de abril de 1998, a los 56 años.
El ex Beatle pasó años golpeado por la pérdida y retornó de modo muy paulatino a las presentaciones, sólo retomando las grandes giras en abril de 2002, para el Driving World Tour.
“Tengo muy buenos recuerdos de ese show en Chile. Nadie sabía lo que sucedería posteriormente, pero fue mi última vez con Linda. Eso lo hizo tremendamente significativo”, ha dicho el hombre de Yesterday en las entrevistas de los últimos años en que recuerda ese momento.
Como parte del espectáculo en Ñuñoa –y como parte en rigor de todo ese periplo-, McCartney interpretaba My love, el sentido track concebido en 1972 y dedicado a su esposa Linda. Hasta hace no mucho, también era parte de sus giras, como una suerte de abrazo póstumo.
Exorcismo
Sin embargo, hubo otro recuerdo vinculado a esa noche de 1993 en la capital. Una década más tarde, en su gira Driving World Tour, se puso a la venta en los shows un llamado tour book que recogía las fotografías e impresiones del músico acerca de sus años en la ruta, una suerte de bitácora de sus experiencias en las giras recientes.
En una entrevista incluida ahí, se le preguntaba por sus recitales más memorables del último tiempo. Paul McCartney no tuvo problemas en escoger Santiago como uno de sus predilectos.
“(De la gira de 1993) lo que más recuerdo es Santiago. Fue el último show de ese tour”, partía relatando.
Luego continuaba: “Además, el estadio era donde Pinochet había encerrado a todos los presos políticos, así que fue escalofriante estar en el vestuario donde sabíamos que habían disparado a todos los poetas y artistas. Y tuve la sensación de tener que exorcizar el demonio, así que me sentí muy bien cantando ahí Let it be. Hay un lugar similar en Frankfurt donde Hitler había hablado, y cuando sabes que Hitler o Pinochet han estado en estos lugares y han hecho un trabajo sucio, hay una especie de bendición cuando entras y cantas una canción pacífica”.
En efecto, Let it be había sido parte del tramo final de su performance en el Nacional, justo cuatro años después de que el reducto se reabriera para los megaconciertos con el evento pionero de Rod Stewart. En su texto. McCartney remataba: “Ese fue un espectáculo particularmente bueno, una gran multitud de 70 mil personas. La gira les encantó a todos. Fue como un gran espectáculo familiar, nuestra última parada en ese tour, y todos estaban felices de irse a casa. Pero esa cosa del camarín es lo que me queda en la mente”.
El ex Beatle abandonó Chile justo un día después de su primer show, al mediodía del viernes 17 de diciembre. Alcanzó a pasar sólo 22 horas en el país. Tras el concierto, alcanzó a alojarse una noche en el hotel Hyatt, donde tuvo una reponedora cena familiar para 20 personas bajo el propósito de festejar el cierre de la gira; ahí comieron pastas, postre de frutas, agua mineral y té inglés. La comitiva ocupó todo el segundo piso del sitio y Linda McCartney se alojó en una habitación diplomática llamada Lizt. Una de las exigencias estableció que no hubiese ningún producto de cuero en las dependencias utilizadas, atendiendo a la lucha por la protección animal que los músicos lideraban desde los años 70.
Al dirigirse al aeropuerto de Pudahuel, Paul agradeció a todos los presentes y dijo que necesitaba descansar después de un tour extenuante. Su siguiente destino era su residencia en Londres, Inglaterra, donde pasaría las fiestas de fin de año.
La Tercera ya postulaba en esos días que su espectáculo había sido por lejos el mejor que había pasado por Chile, superando incluso a Rod Stewart o Michael Jackson. “Para quienes mencionen a Michael Jackson, con él sólo cabe comparación por sus efectos audiovisuales, en lo que indudablemente tiene ventaja. Pero en el resto, donde prima la calidad artística, no hay paralelo en cuanto a contenido. Las canciones de Michael, salvo unas pocas, pasarán (si es que ya no pasaron) al olvido. Las de Paul y The Beatles seguirán marcando historia”, relataba la publicación.
Siguiendo con las menciones políticas, el Presidente de la República de ese entonces, Patricio Aylwin, también fue a la cita de Ñuñoa. Y así lo vivió en declaraciones recogidas por este diario: “Fue un lindo espectáculo. No es mi música. Yo todavía soy muy viejo y me quedo con la música clásica. Pero él me parece un tipo sensacional. Su capacidad de hacer vibrar a la gente y la reacción del público, son muy significativas. La verdad es que fue un lindo espectáculo”.