Paul McCartney y la electrónica: un Beatle atrapado por las máquinas

Paul McCartney
Paul McCartney y la electrónica: un Beatle atrapado por las máquinas

El músico cumple hoy 82 años y también este martes 18 empieza la preventa para su show del 11 de octubre en el Estadio Monumental de Santiago. En ese recorrido de más de ocho décadas de vida, su gusto por la electrónica revela un perfil vanguardista eclipsado por su afán por las melodías universales.


Paul McCartney no luce en ningún caso molesto, pero sí advierte el atrevimiento. El ex Beatle se presenta en la jornada inaugural del festival Lollapalooza 2015 de Chicago -un evento más habituado a los números recientes y frente a un público con cientos de veinteañeros que podrían ser sus nietos-, cuando de pronto una suerte de golpeteo comienza a infiltrarse en sus canciones. Un beat sintético invade como el zumbido de un moscardón catedrales de la música popular como Can’t buy me love o Got to get you into my life.

¿Qué está sucediendo? El masivo escenario electrónico del festival estadounidense -levantado al aire libre- está a sólo metros de la tarima principal donde toca Paul, por lo que los embates del DJ de turno se cuelan en su performance. Pero el músico no se hace problemas: por segundos, abandona su bajo Höfner de toda la vida e imita en plan chiste los gestos de un DJ en trance sobre un tornamesas imaginario. Después, remata la escena admitiendo que siempre le ha gustado escuchar “música disco”.

Paul McCartney
Foto: referencial / Paul McCartney.

En rigor, tiene razón. Cuando The Beatles a mediados de los 60 se embarcaba en su era más audaz de riesgo y exploración, McCartney fue uno de los primeros de sus integrantes en interesarse por la música electrónica, por esos días sin el alcance popular que conquistó después. “Llegó un momento en que John Lennon, debido a su asociación con Yoko y la vanguardia, pasó a ser considerado como quien más nos enfocó en eso. Pero ese primer acercamiento (a la música electrónica) fue más mío”, establecería el inglés décadas más tarde en declaraciones recogidas por The Guardian.

Nuevamente, está en lo correcto: McCartney demostró un temprano interés por lenguajes creativos menos comerciales, aunque sus cualidades como artesano de la melodía lo llevaron a mantener a raya ciertos arrojos que podían entregar envolturas menos amables al cancionero Beatle. De paso, hizo que Lennon quedara para la historia como el Fab Four más osado al minuto de abrir otras rutas.

El futuro no se fue

Quizás la historia que mejor retrata al hombre de Let it be a la caza de otros sonidos sucedió a mediados de 1966. Según relata el excelente libro The sound of tomorrow, de Mark Brend, el que pormenoriza cómo la electrónica pasó de un casillero experimental y académico a un fenómeno de masas, por esa temporada el cantante fue a golpearle la puerta en su casa en el sur de Londres a Peter Zinovieff, compositor, inventor y pionero británico que ya en esos días exploraba el género electrónico y que luego daría forma a los primeros sintetizadores producidos en Gran Bretaña.

De hecho, fue la primera persona a fines de los 60 en experimentar con música desde un computador y en realizar una performance sólo con uno de esos aparatos en un escenario, sin presencia humana alguna, cuando montó el evento Partita For Unaccompanied Computer en 1968 en el Queen Elizabeth Hall. Además, creó el VCS3, un sintetizador utilizado en el amanecer del rock progresivo por Pink Floyd, por la primera generación de grupos de krautrock, así como también por figuras de sensibilidad futurista como Brian Eno, Todd Rundgren y David Bowie .

Peter Zinovieff
(Photo by Evening Standard/Hulton Archive/Getty Images)

En 1966, cuando McCartney fue a visitarlo, Zinovieff integraba junto a otros colegas, Delia Derbyshire y Brian Hodgson, el colectivo Unit Delta Plus. Se trataba de un grupo que investigaba los sonidos electrónicos bajo el propósito de mostrarlos a otras audiencias. Los tres músicos formaban parte del BBC Radiophonic Workshop, la unidad de efectos de sonido de la BBC, fundada en 1958 para generar texturas incidentales y nueva música para la radio y la TV. En ese rol, habían creado la música para series de ciencia ficción como la emblemática Doctor Who.

Por lo mismo, el Beatle había ido al sitio indicado. Si había un lugar en Londres donde conocer a fondo de la incipiente música electrónica, era la residencia de Zinovieff. Según se lee en The sound of tomorrow, McCartney fue trasladado a un jardín trasero donde se le abrió ante sus ojos un “reino futurista secreto”. O sea, “el estudio de música electrónica mejor equipado del país. La habitación estaba llena de grabadoras de cinta, osciladores, mezcladores y, en ese tiempo, era el único lugar de grabación donde existían computadores”.

Por lo mismo, el cantautor guardaba un plan secreto. Como junto a su banda estaba en la cima popular y creativa, quería darle nuevos ángulos a sus composiciones. De ese modo, tras escuchar música electrónica en algunos espacios como los de la BBC, su idea era que la nueva camada de músicos e inventores electrónicos le dieran un barniz renovado a su éxito Yesterday, aparecido justo el año anterior. O sea, quería rehacer o al menos concebir una nueva versión de lo que se convertiría en la melodía más célebre de todos los tiempos.

En entrevista de 2013 en The Guardian, Macca reveló que su propósito en concreto era conocer a Derbyshire, otra de las integrantes del trío Unit Delta Plus, con quien pensaba ejecutar la transfiguración de Yesterday. “Mi plan al conocerla era hacer un acompañamiento electrónico para mi canción Yesterday. Ya lo habíamos grabado con un cuarteto de cuerdas, pero quería darle un acompañamiento electrónico al arreglo”, dijo en esa conversación.

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En el libro Hace muchos años, de Barry Miles, Paul vuelve sobre la anécdota: “Se me ocurrió que el BBC Radiophonic Workshop hiciera la pista de acompañamiento de Yesterday y yo simplemente cantara sobre un cuarteto electrónico. Fui a verlos. La mujer que lo dirigía era muy amable y tenían un cobertizo al fondo del jardín donde se hacía la mayor parte del trabajo. Habría sido muy interesante hacerlo, pero nunca lo seguí”.

Pese a los acercamientos, el experimento que pudo haber torcido el rumbo del cancionero Beatle nunca sucedió.

Somos electrónicos

Eso sí, ambos mundos se siguieron topando. En 1967, el trabajo de Unit Delta Plus compartió cartel con el de The Beatles en un encuentro de avant garde en el Roundhouse en el norte de Londres, llamado Million Volt Light and Sound Rave. Mientras se mostraron varias canciones del colectivo electrónico, también hubo espacio para exhibir una de las creaciones más singulares en la historia de los Fab Four: Carnival of light, un track de 14 minutos desarrollado durante las grabaciones de Penny Lane, atiborrado de órganos, efectos de estudio y guitarras distorsionadas. Sólo se mostró esa vez y hasta hoy permanece inédita como una de las grandes joyas ocultas de la arqueología Beatle.

Su principal impulsor -cómo no- fue McCartney, sumergido por esos años en las vanguardias más diversas. Con el curso de las décadas, ha sido el más entusiasta para que Carnival of light pueda ver la luz de modo oficial; sin embargo, siempre ha tropezado con obstáculos, como por ejemplo la propia desaprobación de George Harrison y Ringo Starr en los 90, quienes consideraban que la pieza no estaba a la altura de la historia del cuarteto.

Como fuere, el hecho nuevamente muestra a Paul como un músico inquieto desde sus años formativos. En su gusto por la electrónica, se interesó por el trabajo de compositores como el músico vanguardista inglés Cornelius Cardew ( a quien vio actuar con el grupo AMM en 1966) o el alemán Karlheinz Stockhausen (cuya imagen incluyó en la portada del álbum Sgt. Pepper).

En su vida en solitario, las experiencias con la electrónica probablemente tienen su costado más difundido en el hit Temporary secretary, de 1980, montada sobre secuenciadores y sintetizadores -como parte importante del disco McCartney II- y que se desliza sobre una pegajosa melodía que anuncia el electropop que dominará gran parte de esa década.

“Ese sonido en la pista, que es como una máquina de escribir espacial, es una máquina de secuencias. La usé para darme un tempo y simplemente inventé la canción sobre la marcha. Estaba un poco influenciado por Ian Dury”, dijo el artista al describir el tema años más tarde.

Cerca de una década después, su afición por las atmósferas sintéticas adquirió un cuerpo mayor en el proyecto The Fireman, junto al productor y miembro de Killing Joke, Youth. Han editado tres discos, aunque sólo el último -Electric arguments, de 2008- está atribuido oficialmente a McCartney. En ellos, reinan las piezas instrumentales que abrazan tanto el techno como al ambient, con algunas incluso convertidas en singles, como Sing the changes, aunque más cercanas al rock tradicional.

En cualquier caso, la veta electrónica de Paul parece siempre merodear su genética creativa. Un músico fascinado por las máquinas desde que dominaba el planeta a su merced.

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