Prince no comprende las cosas como tú y yo”, explicó una asistente del artista al perplejo director Kevin Smith, desesperado por entender cómo dar forma a una serie de filmaciones sobre el astro, destinadas a un documental. La mujer dijo sin ironía alguna que el artista que compitió en popularidad con Madonna y Michael Jackson en los 80, “vive en el mundo de Prince hace mucho”.

En ese universo, Prince Rogers Nelson (7 de junio de 1958, Minnesota) podía desear -por ejemplo, historia real- un camello a las tres de la mañana, en pleno invierno. Los argumentos sobre la imposibilidad de contar con tamaño animal en esas condiciones, no le hacían sentido. Mal que mal había obligado al mundo entero a dejar de llamarlo por su nombre en los 90, a cambio de un símbolo impronunciable. Era “el artista antes conocido como Prince”, dejando entrever cierto humor en medio de la refundación identitaria.

(AP Photo/Chris O'Meara, File)

Con apenas siete años escribió su primera canción. A los 19 había firmado con Warner lanzando el debut For you (1978), donde compuso, arregló y tocó todos los instrumentos. Con un metro y 57 centímetros de estatura, usó tacos toda su vida profesional destrozando sus rodillas, hasta hacerse adicto a los analgésicos que le causaron la muerte el 21 de abril de 2016. Puso al mundo a sus pies con una seguidilla de éxitos fenomenales, rebosantes de un talento musical exuberante y diverso. Hacia 1989 era imposible no haber escuchado y bailado Batdance con sus seis minutos y 13 segundos, una proeza insólita en una canción pop.

Maquillado, envuelto en gasas y trajes extravagantes, Prince parecía un enigma de inequívoca carga sexual con cartel de mujeriego insaciable. En el peak de su fama se abría paso en eventos montado en las espaldas de un guardia gigantesco apodado Big Chick, sugiriendo categoría principesca y estrafalaria, como residente exclusivo en el mundo de Prince “hace mucho”.

Si la leyenda urbana relata que Elvis solía regalar Cadillacs a gente que conocía en situaciones random, hay testimonios de quienes aseguran haber abierto la puerta de sus casas para encontrarse al mismísimo Prince predicando la palabra divina, como miembro de los Testigos de Jehová.

Entre muchas facetas, Prince tenía algo de actor cómico con performances insólitas. Acá, algunos de sus episodios más curiosos.

*Prince juega ping pong con Jimmy Fallon (y desaparece)

Según Jimmy Fallon, se agachó a buscar la pelota, la pilló, se incorporó y Prince ya no estaba. El conductor y comediante salió del lugar, llegó a la calle y se encontró con Questlove, el baterista de The Roots que en aquel entonces, era también la banda estable de su programa. Confundido, Fallon le preguntó por Prince. Questlove respondió que recién se había marchado en su limusina.

Rewind.

Prince concurrió al late de Jimmy Fallon a presentar un nuevo tema. La producción del programa nocturno de entrevistas estaba advertida: Prince era fanático del ping pong y quería jugar un partido en pantalla. El astro fue, cantó y jamás sacó a colación el ping pong.

Un mes después, Jimmy Fallon cenaba con un amigo cuando recibió un mensaje del manager de Prince: el cantante lo esperaba para jugar ping pong en un exclusivo club neoyorquino. Fallon tomó un taxi rumbo a Spin, el nombre del sitio, y bajó escaleras hasta una recepción. Dubitativo, preguntó por Prince. Una mujer le indicó una sala; el comediante avanzó y franqueó una cortina. Había una mesa de ping pong y al fondo, con traje de terciopelo y una camisa vaporosa, Prince sujetaba una paleta cerca del rostro, como James Bond empuñando su arma.

Sin mediar saludo, desafió a Jimmy Fallon:

“¿Estás listo para esto?”.

Comienza el partido y el animador se da cuenta que Prince es un jugador innato, un capo. El creador de Kiss (1986) lo aplasta, va por el punto de partido y gana. Fallon se agacha para buscar la pelota en un rincón, se incorpora, gira y el cantante no figura. Ha desaparecido.

En el intertanto, Questlove, dateado del partido, había llegado al club y vio a Prince abordando el sitio en una limusina. Se acercó al cantante, curioso sobre el encuentro y su resultado.

Prince bajó el vidrio del lujoso vehículo respondiendo escueto:

“Pregúntale a tu chico”.

Luego subió la ventanilla y se marchó.

“Como Batman”, diría Jimmy Fallon.

*Prince y el documental con Kevin Smith

El director de Clerks (1994), Mallrats (1995) y Chasing Amy (1997) estaba en la cresta del estrellato cuando recibió el llamado de un asistente de Prince, anunciando que el artista deseaba conversar con él. Después de una serie de telefonazos para advertir que en un siguiente contacto Prince hablaría, Smith esperó un día completo. Cuando finalmente apareció al otro lado de la línea, emprendió un largo monólogo de contornos espirituales y religiosos, con énfasis en la figura de Jesucristo.

El realizador fue citado a Paisley Park, la mansión de Prince, donde nuevamente le hicieron esperar una eternidad hasta encontrarse con el cantante. Prince quería un documental para diseminar su mensaje, que Smith seguía sin entender. Lanzaba un nuevo álbum y había citado a un grupo de fanáticos para escucharlo e iniciar un debate.

Reconocido por sus comedias y ajeno completamente al género documental, Kevin Smith nunca comprendió qué diablos quería Prince, más allá de un rollo mesiánico donde mezclaba su credo como Testigo de Jehová y su propia figura deseosa, por ejemplo, de eliminar las palabrotas por ofensivas, una de las exigencias a Smith para trabajar juntos.

Después de filmar una semana y ver a Prince en horarios insólitos para sostener conversaciones que lo dejaban más confundido sobre los propósitos del filme, Kevin Smith comprendió que estaba perdiendo el tiempo y decidió largarse. Fue entonces que habló con la asistente quien intentó explicar el extraño mundo de Prince, con sus camellos de madrugada y diversas excentricidades.

A manera de consuelo, la mujer reveló que Prince había filmado 50 videoclips con producción completa absolutamente inéditos, guardados en un baúl bajo llave.

Kevin Smith nunca recibió un pago por sus servicios y Prince tampoco se despidió.

*Prince echa a Questlove como DJ (y pone Buscando a Nemo)

El baterista y líder de The Roots tenía diez invitaciones para ver en vivo a Prince en Filadelfia. Convocó a varios amigos y una chica con la que tenía una primera cita.

En el ingreso del concierto, se dio cuenta de que no había considerado su propio boleto. Angustiado, contactó al séquito de Prince. De mala gana, una asistente del astro le permitió ver el show vendido hasta el último asiento, a los pies del escenario. En medio del concierto, la mujer le envió un mensaje a Questlove: Prince quería ir a un club, jugar pool, escuchar música y controlar el ingreso. El batero se movió de inmediato y consiguió todo, incluyendo el trabajoso acarreo de una mesa de pool por cuatro pisos. Questlove, que también se ganaba la vida como DJ, fue a buscar vinilos, escogiendo de preferencia la música de Fela Kuti, seguro de que Prince rayaría con la estrella africana.

Ya en el club, Prince comenzó una partida de pool con Fela Kuti de fondo, hasta que Questlove fue sorprendido por el invitado de honor.

“Pon otra cosa”, ordenó Prince.

Questlove atinó a pinchar una canción más acelerada de Fela Kuti, convencido aún de encantar a Prince con su música, para luego derivar a George Clinton. Pasado un rato, llegó una mujer con una caja de DVD sin carátula y se la pasó a Questlove. Era una copia de Buscando a Nemo. La asistente de Prince agregó “corta la música”.

Questlove comprendió que había sido reemplazado por una cinta animada.

Tres años más tarde, el músico fue a una fiesta a la casa de Prince en Los Ángeles acompañado de su pareja, la misma chica de la primera cita en aquel concierto. El baterista de The Roots no podía creer lo que escuchó al arribar. Por los parlantes atronaba la misma canción de Fela Kuti que Prince le había ordenado silenciar.

*Prince con tacos de 15 centímetros desafía a Eddie Murphy

Diversos testimonios coinciden en que Prince era amante de la vida nocturna en clubes, y que solía invitar a fiestas de fin de semana en su casa.

Una noche de 1985, coincidió en un local con Eddie Murphy y su séquito contando a su hermano Charles, también comediante. El grupo derivó a la mansión del músico hasta que, avanzado el carrete donde no faltaban las mujeres hermosas, Prince sugirió un partido de básquetbol. Los invitados reaccionaron con una risotada, parecía una broma. Pero el creador de 1999 (1982) -ese hitazo copiado descaradamente por Phil Collins en Sussudio (1985)- estaba aburrido de la fiesta, y la propuesta iba en serio.

Sus asistentes trajeron ropa deportiva al equipo de los hermanos Murphy, que se cambiaron de atuendo aún riendo. Ya en la cancha, no pudieron contener las carcajadas cuando Prince apareció secundado por sus amigos más cercanos, incluyendo su medio hermano que era altísimo y jugador profesional de baloncesto, vestidos con las mismas galas del club. Era la época de Prince and the Revolution, cuando el cantante lucía como una versión glam de El Zorro y sus músicos iban con trajes de terciopelo, que parecían sacados de una corte real europea del siglo XVIII. Lo más llamativo eran los zapatos de Prince, con tacos de 15 centímetros.

Conteniendo apenas la risa, Charles Murphy propuso que los equipos fueran bautizados como Las Poleras y Las Blusas.

Iniciado el cotejo, y tal como ocurriría años más tarde en el partido de ping pong con Jimmy Fallon, Prince resultó ser un as del juego, a pesar de su baja estatura y los tacos. En opinión de Charles Murphy, jugaba “increíble”.

Las Blusas aplastaron a Las Poleras. Prince celebró el triunfo sirviendo panqueques.

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