Rodrigo Moreno, director argentino: “La situación del cine en Argentina es probablemente la más grave de la que yo tenga conocimiento”
El realizador trasandino habla con Culto sobre su última película, Los Delincuentes, que fue la apuesta del país vecino para la última versión de los Oscar y hoy está alojada en Mubi. Además, el cineasta reflexiona sobre el panorama del rubro en Argentina y sus proyectos.
El director Rodrigo Moreno, nacido al otro lado de la cordillera, se posiciona como uno de los talentos insignes del Nuevo Cine Argentino. Su más reciente creación, Los delincuentes (2023), representó al país en la última edición de los premios Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional. Asimismo, la cinta fue seleccionada para participar en la sección oficial en la competencia Un Certain Regard en el Festival Internacional de Cine de Cannes de 2023.
El realizador visitó Chile hace unas semanas para ser parte de la Cátedra Raúl Ruiz y otras instancias de conversación sobre cine, organizadas por la Universidad Diego Portales. En medio de esa agenda, se contacta con Culto, mientras la lluvia se desquita con Santiago.
La relación de Moreno con nuestro país es estrecha, un vínculo que se manifietsa en su trabajo y en su vida personal. “Los delincuentes empezó con un apoyo de coproducción minoritaria por parte de Chile, lo cual nos obligaba a gastar dinero aquí. Entonces ahí aparecen elementos. Uno, es el director de sonido, Roberto Espinoza, uno de los mejores sonidistas de la región, quien dirige el estudio Sonamos, y con quien yo vengo trabajando desde mi primera película, Mala época (1998)”, explica el cineasta. Con Espinoza también trabajó en su segunda entrega, El descanso (2002), y las venideras: El custodio (2006) y Un mundo misterioso (2011).
Además, Los delicuentes—disponible en Mubi— integra elementos chilenos en su trama. Ramón, uno de los personajes secundarios, es oriundo de Viña del Mar. Asimismo, la música de Violeta Parra está presente, al igual que la cueca.
“Probablemente, Santiago sea la ciudad a la que más veces fui fuera de Buenos Aires, vengo desde hace muchos años. Me gusta. Me gusta cierto sentido comunitario que ya no veo en Buenos Aires, que todavía persiste un poco. Este un país que quiero mucho, en el que me siento muy a gusto, muy bien recibido. Con Chile, con Uruguay y con Paraguay, los argentinos compartimos algo más que la frontera. Siento que compartimos una suerte de complicidad, un tipo de humor. Hay un entendimiento más profundo, estamos evidentemente ligados por formar parte del Cono Sur”, profundiza.
Los delicuentes, un robo diferente
Las películas y series de streaming sobre atracos se han tomado la pantalla. Así, la propuesta de Rodrigo Moreno podría parecer una más dentro de esa categoría, pero se aleja sustancialmente.
El filme —en tres horas— cuenta la historia de Morán (Daniel Elías), un empleado de un banco de Buenos Aires que sustrae, a la vista y paciencia de las cámaras de seguridad, 650 mil dólares en efectivo. Posteriormente, se reúne con un colega, Román (Esteban Bigliardi), y le propone un trato: guardar el dinero en secreto mientras él pasa tres años en la cárcel. Al salir de prisión, ambos se dividirán la suma por partes iguales y no trabajarán un día más en la monotonía bancaria. Ese es solo el inicio. Durante la cinta, será el desarrollo de los personajes el que ocupará mayor parte del relato.
“Muchas cosas son diferentes de esta película con respecto a otros títulos de atracos. Esta es una película que primero se hace la pregunta de para qué hacerlo, con qué afán. Ese afán no tiene que ver con un uso espurio del dinero, sino con la conquista del tiempo libre, es decir, de robar un banco para poder no trabajar más. Alrededor de eso gira un poco la película. Para resumir, es todo lo que no te cuenta una película de robos y al mismo tiempo, es una película que desplaza el objetivo hacia algo más liberador y existencial”, profundiza Rodrigo Moreno.
Román y Morán, los protagonistas, comparten las mismas letras en sus nombres. Norma, Morna y Ramón son los otros personajes. ¿Los anagramas son una coincidencia o una decisión narrativa premeditada? “Es un juego, en el que la película establece una relación no realista con la realidad. La idea de los anagramas juega con ese destino similar de cada uno de los dos personajes y, por el otro lado, revela esta idea de que es un artificio todo, es decir, que es una película, es decir, que es una fábula. Creo que una de las grandes diferencias con la mayoría de las películas de robo es su voluntad de no querer parecerse a la realidad, sino más bien jugar con la realidad haciéndose cargo de su relato cinematográfico”, explica.
Como señala Rodrigo Moreno, ambos personajes principales comparten un destino similar, a pesar de ser diametralmente opuestos en carácter. “La película tiene esa idea un poco fatalista de los dos destinos, que pueden ser el mismo y al mismo tiempo pueden ser muy diferentes, es una idea, si se quiere, borgiana de la vida. En el caso de Morán y de Román, Román funciona como una suerte de espejo deformante de Morán y viceversa, pero tienen una diferencia sustancial. Uno tiene una revelación al principio de la película, que lo lleva a cometer el delito, que es responsable de lo que hace, consciente y que es un personaje soñador. El otro es un personaje condenado un poco a su propia existencia de empleado bancario, que tiene que lidiar con el día a día, y que gracias a Morán puede llegar a aquella revelación”, contrasta el creador de Los delincuentes.
A ratos, la película evoca el cine clásico de los cincuenta. La música es uno de los vehículos que transporta al espectador a lo que pareciera otro tiempo.
“En un principio siempre imaginé una película con música, a diferencia de mis películas anteriores, en donde la música solo es diegética, es decir, solo es una música que aparece porque los personajes están escuchando música, cantando o están bailando. En este caso, tenía ganas de utilizar una música extradiegética, una música de cine. En ese sentido, quería que el timbre sonoro evocará a ciertas películas de los años cincuentas o de los cuarentas, películas de género tanto de Hollywood, como francesas, que me trajeran esos vientos”.
“Por otro lado, está la música que sí es parte de la película, de los personajes. Ahí está Violeta Parra, junto con Pappo, con un disco que es emblemático en la película, porque pasa de mano en mano entre los tres personajes, casi como un hilo invisible que enlaza a Morán, Norma y Román y que revela en su última canción, Adónde está la libertad, ese sentido que la película va contendiendo a lo largo de su metraje y que al final se desemboza”, reflexiona.
¿El cine ha muerto?
Según explica Rodrigo Moreno, la cinta tiene conciencia sobre sí misma. Esto se manifiesta, por ejemplo, gracias al personaje de Ramón, un cineasta chileno quiere terminar un documental sobre jardines. En uno de los diálogos que comparte con Norma (Margarita Molfino), Morna (Cecilia Rainero) y Morán, hace el siguiente comentario: “El cine ha muerto”.
—¿Comparte la mirada de Ramón?
Es una mirada triste y nostálgica de ese cine que se está yendo. ‘El no ha muerto del todo’ es hacerse cargo de que todavía hay lugar. Cuando el personaje de Ramón, el personaje chileno de la película, dice: ‘El cine ha muerto’ y después se rectifica y dice: ‘Quizás no ha muerto del todo’, es una suerte de reivindicación, justamente, de las armas nobles del cine que está en extinción, a manos de las series y del cine realista este hollywoodense.
Tiene que ver con esa capa de autoconciencia que la película tiene todo el tiempo sobre sí misma, en donde también puede reflexionar sobre sí, al decir: ‘Tal vez no del todo’, en una película llena de elementos propios del lenguaje cinematográfico del pasado, es una autoconciencia.
—Además de hacer un documental, los personajes van frecuentemente al cine, pero no a ver cualquier película.
La cinta que van a ver es El dinero (1983) de Robert Bresson, que es una película que dialoga, o que intento generar un diálogo, con Los delincuentes, ya sea por la temática, ya que es un filme que pone al desnudo la cuestión del dinero en tanto símbolo del mal. De algún modo juego formalmente con eso, porque Bresson es un cineasta con un modo de llevar adelante el lenguaje cinematográfico muy particular, que me parece interesante traer a la película.
—¿Cómo evalúa el cine argentino? Considerando el escenario político del país.
La situación en Argentina es muy mala, en general, y también para el cine. Se aprobó una ley que desactiva cualquier dimensión reguladora y contenedora del Estado, en un país donde el Estado siempre fue pieza central para activar políticas culturales y políticas sociales. Entonces, en ese contexto, la situación está muy comprometida para las clases de trabajadoras, para la gente menos pudiente y también para la clase media.
Como efecto secundario de todo eso, afecta las actividades reguladas por el Estado, como por ejemplo el cine. Como en cualquier lugar del mundo, el cine necesita un apoyo estatal y público, porque no hay manera de hacerle frente a los embates del cine hollywoodense cada vez que se estrena una película argentina o de cualquier otro país que no sea Estados Unidos.
Para la producción cinematográfica se necesita del apoyo de los fondos públicos, que puedan encender esa mecha que activa los pasos siguientes de la actividad. El Estado funcionaba como un impulsor de proyectos. Después estos conseguían su dinero por fuera y así se encendía la máquina. Sin ese encendedor inicial, no hay industria posible. La situación en argentina, en relación con el cine, es probablemente la más grave de la que yo tenga conocimiento. No hay ningún tipo de apoyo. El Instituto de Cine está prácticamente cerrado, no hay anuncios concretos acerca del fomento al cine.
El cine es un generador de mucho dinero, es un activo para el país, porque el cine argentino los últimos años se volvió a posicionar. Estaba en un momento de muchísimo prestigio y, lamentablemente, entraremos ahora en un declive natural por la situación política que este gobierno ha decidido o por las políticas que este gobierno ha decidido tomar.
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Actualmente, Rodrigo Moreno trabaja en varios proyectos y vislumbra otros ambiciosos en el futuro. “Estoy desarrollando en este momento una película para filmar en Buenos Aires, una película más pequeña que se llama Canción de Cuna, que cuenta el encuentro de un padre y un hijo a lo largo de un día entero en la ciudad de Buenos Aires, yendo por diferentes bares que ya están en extinción”, cuenta.
“Luego, tengo una película para desarrollar en inglés, para dentro de dos o tres años, que estamos empezando a desarrollar. No puedo adelantar mucho, pero sí puedo decir que es en inglés y que se va a firmar en la Patagonia. Después tengo un tercer proyecto, que es una película un poco más rara, que me gustaría filmar en Francia y que es un poco ficción y un poco mental sobre el mundo del cine”, revela Rodrigo Moreno en diálogo con Culto.
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