Eduardo es un hombre de clase media inmerso en un mundo de deberes y culpas que lo atrapan en una suerte de inmovilismo que atenta contra sus sueños de libertad. El dinero, o la ausencia de él, se refleja en un tercer personaje: el refrigerador, aparato que juega un rol central en el paso del tiempo, la vida del protagonista y sus fantasmas.Esa es la premisa de Intimidad, obra para 2 actores y un refrigerador; escrita por Sergio Bravo, dirigida por Nicolás Eyzaguirre Bravo, ideada e interpretada por Mariel Bravo y Álex Zisis, que se estrena el próximo viernes 5 de julio en Teatro Finis Terrae. Una obra en la que el drama y la comedia se entrelazan sucesivamente sin dejar respiro emocional al espectador.
“Aquí hay una experiencia post-alephiana que conserva elementos, pero que está tremendamente influenciada por un realismo que ahí no trabajamos. Había un humor negro, un absurdo… Uno podría decir que la realidad se volvió tan absurda que sobrepasó al Aleph, que lo que antes era absurdo hoy es realismo”, explica entre risas, Álex Zisis.
Inspirada en los cuentos La intimidad y El elefante del denominado “padre del realismo sucio”, Raymond Carver; la puesta se convierte en el último texto teatral escrito por el reconocido guionista, Sergio Bravo, fallecido en 2022. Para montarla, los artífices de la idea decidieron convocar al director Nicolás Eyzaguirre Bravo (hijo de Mariel), quien coincidentemente, durante 2003, había actuado en una adaptación de cuentos de Carver dirigida por Alejandro Sieveking en Teatro UC, junto a Bélgica Castro y su abuela, Delfina Guzmán.
“Sergio dejó esta obra por algo. Por algo nos encontramos con Álex después de tantos años y fue justamente la muerte de Sergio la que nos hizo ir a su computador, buscar la obra y, contra todo lo que se supone que hace que uno se demore, lo hicimos. Nos urgía hacerla. Para mí, es una vuelta al teatro muy profunda, que tiene que ver con Sergio, con Álex, con Nicolás y con cómo todo eso tiñe esta pieza”, agrega Mariel Bravo.
-Si me hubieras devuelto la plata. Si todos me pagaran lo que me deben no tendría el refrigerador con un raspado de margarina y una lechuga... ¿Oíste bien?... ¡una lechuga!, es el grito desesperado de Eduardo dando cuenta, en tono de comedia, del drama que vive resistiendo la precariedad económica. Él se debate entre la responsabilidad y el deber que se autoimpone como sostén de su familia y la realización de los sueños propios, eternamente postergados. Sólo hacia el final un emocionante reencuentro con su ex mujer, después de 20 años de separación, puede darle algunas respuestas.
“No es un panfleto ni un manifiesto de la clase media endeudada. Es muy certera en identificar la problemática, pero también muy profunda en cómo abordarla. Esa intimidad logra una identificación mayor. No vas a ver algo que te dará una respuesta sobre lo que te está pasando, más bien vas a encontrar un lugar de reconocimiento sincero, ¡Y con harto humor!, con esa capacidad de reírnos de nosotros mismos, lo que es muy propio de nuestra idiosincrasia. No es reírse de los otros, es encontrarnos nosotros mismos en esta situación”, concluye el director.
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