Fue uno de los hitos de la Guerra del Pacífico que hasta hoy lo aprenden los escolares del país. La toma del Morro de Arica, el 7 de junio de 1880, por parte de las tropas comandadas por el coronel Pedro Lagos fue un momento clave de la guerra, en que el alto mando chileno apuntaba al dominio de las provincias peruanas al norte de Iquique.
“El objetivo de la campaña de Tacna, era conquistar los departamentos de Moquegua, Tacna y Arica, pero luego de la Batalla de Tacna, la última resistencia que quedaba era Arica. El objetivo era destruir esa fuerza, que era más o menos de 2 mil hombres”, comentó a Culto el historiador chileno Rafael Mellafe.
La operación, según consigna Gonzalo Bulnes, demoró 55 minutos. Claro que los efectivos nacionales contaban con una valiosa información, los planos de la defensa del Morro que incluían las minas y sistemas explosivos capturados al ingeniero peruano Teodoro Elmore. “Muchos de esos sistemas explosivos fueron anulados por las tropas chilenas en su ascensión al Morro, descubriendo y cortando los cables eléctricos, pero igual provocaron grandes bajas, que enfurecieron a la tropa”, señaló a Culto Guillermo Parvex.
Lagos se enfrentó al desafío de tomar Arica por asalto con un problema no menor. Según constata el historiador Gonzalo Bulnes en su libro Guerra del Pacífico, Lagos tendría solo 150 tiros por rifle para cada soldado, es decir, pocas municiones para llevar a cabo una tarea así. Pero en vez de comentárselo a su superior, el general en jefe del Ejército, Manuel Baquedano, optó por una estratagema que él aprendió de sus años peleando contra los mapuches. El uso de la sorpresa. Engañó a los peruanos haciéndoles creer que el ataque vendría por la costa, y los sorprendió por atrás, viniendo desde los cerros. El plan fue un éxito y Arica quedó en manos chilenas.
Qué se dijo en la prensa sobre la toma del Morro
Dada la lentitud de las comunicaciones de la época, la noticia llegó con algo de desfase al país, el 8 de junio apareció mencionada en los periódicos chilenos. Ese día, el periódico Las Novedades destacó: “El ejército aliado ha desaparecido del teatro de la guerra, deshecho, arrollado, concluido por el empuje colosal de nuestro ejército. Sus aprestos de diez meses, sus baluartes formidables, sus armas superiores, su disciplina adquirida en largos meses de campaña y de escuela, su número inmenso, sus posiciones inexpugnables; todo ha sido impotente, ineficaz, inútil, ante el bronce del corazón chileno, ante la abnegación ejemplar de nuestros hermanos, ante la pujanza de nuestros héroes!”.
“Chile ha sido el brazo de la Providencia, el brazo de Dios, para redimir esas razas envilecidas y miserables, después de mostrarles el camino de la virtud, humillándolas con el esplendor de su gloria”.
El Estandarte Católico, en su editorial del 9 de junio, colocó: “Abran los ojos nuestros enemigos y vean, lo que todo el mundo menos ellos ve: el triunfo evidente, incontestable de las armas chilenas en este duelo a muerte de tres naciones hermanas. Si, aunque nuestros enemigos, los peruanos y bolivianos son hermanos nuestros, y por eso los votos de El Estandarte Católico son porque cuánto antes se ajuste una paz honrosa, para evitar a los vencidos las amarguras y dolores y hasta las humillaciones de una muerte vergonzosa. Si ellos se ciegan, si ellos quieren su propia ruina, qué hacer! adelante! viva Chile, y gloria a la justicia de Dios!”.
El 10 de junio, la editorial de El Mercurio no escatimó elogios para la acción. “El secreto de nuestro poder, de nuestros triunfos militares, de muchos de los portentosos adelantos materiales que hemos alcanzado está, es preciso repetirlo hasta el cansancio, en esas masas que semejantes a las olas de nuestro mar, ya, nos amedrentan con sus rugidos, ya nos consuelan con su pacífica corriente, pero que siempre arrastran consigo la savia de la vida al cuerpo social”.
Y se refería en duros términos al país derrotado: “El Perú debe conocer ahora esto y conocer también que sus desastres los debe principalmente a la índole de su pueblo, que no le permite ni sobreponerse a sus vicios hereditarios, ni defender su autonomía como la defienden los pueblos fuertes”. Además, el matutino pedía que Chile siguiera hacia Lima para tener la paz. “No es a nosotros a quienes toca hacer proposiciones de paz sino aceptarlas en caso de que sean ventajosas. La rendición de Lima por nuestro ejército seria imponer la paz, y ella nos daría el resultado que queremos sin hacer el sacrificio ni de una palabra incompatible con la grandeza de nuestros triunfos y de nuestro orgullo”.
El diario El Ferrocarril, el más importante de la época, también dedicó su editorial del 10 de junio a los hechos de Arica, pero sobre todo, a cómo se debía conducir la guerra en adelante. “Hemos llegado a un punto en que la actitud del Perú y Bolivia está llamada únicamente a decidir del límite a que llevaremos nuestras hostilidades. Nuestra iniciativa tiene que ser hoy mas que nunca enérgica e implacable, hasta que los vencidos se sometan al fallo inexorable de su destino. Aniquiladas las bases del poder militar, corresponde a la alianza apreciar las consecuencias de una prolongación de la lucha estéril para su causa, y fecunda solo en sacrificios que el vencido debe siempre indemnizar al vencedor”.
El periódico La Patria, también habló del tema el 10 de junio. “Arica, el nido de las postreras legiones veteranas del Perú, el Gibraltar de la alianza, el peñón y ciudadelas erizados de minas y cañones, atacado a paso de carga y a prueba de bayoneta, no pudo resistir dos horas al esfuerzo y bravura de nuestros soldados, y cayó como caerán siempre ante ellos plazas y soldados, fusiles y cañones que se les opongan”.
En sus páginas, La Patria también pedía que la guerra siguiera hacia el norte, hacia las barbas mismas del Perú, su capital. “Lima debe ser el premio de nuestros valientes. Sin Lima, Pisagua, Dolores, Tarapacá, Locumba, Los Angeles, Tacna y Arica no serán sino ataques de avanzadas, batallas sin resultados, triunfos sin apoteosis, castigo sin sanción. En Lima es el término de la guerra, y en Lima la paz y la redención para tanto siervo como en tierra peruana se ve obligado a bendecir las derrotas y a besar el látigo que abre en sus carnes ensangrentado surco”.
Tras la victoria en Arica, Chile desarrolló un operativo orientado a infligirle daño económico al Perú, presionarlo a negociar la paz, terminar la guerra y así evitar la expedición a Lima. Fue la llamada “Expedición Lynch”, en que Chile arrasó el norte de Perú y encontró esclavos chinos. Todo antes de decidir el asalto a la capital peruana. Pero esa es otra historia.