A comienzos de los 80, Marcos Vergara había amasado una de las colecciones de vinilos más contundentes y diversas del país. Pero su desmesurado amor por la música no se lo guardó para él, sino que intentó multiplicarlo: primero desde su tribuna en dos programas de radio que tuvo en Concepción, la ciudad donde estudió Medicina, y luego a través de largas jornadas de escucha de discos en su hogar. Fue ahí donde Los Prisioneros se adentraron en bandas new wave de diversa índole, o donde sus sobrinos, los hermanos Conejeros, comenzaron a articular más tarde su proyecto estrella: los Pinochet Boys.
Vergara, conocido entre sus cercanos como el “Doc”, trazó de alguna manera una influencia silenciosa pero vital para las bandas que sacudieron la escena local en los 80. Así, más que un melómano, fue un gurú musical, cuyo paladar y deleite por el new wave tuvo una importante resonancia. Tan cercano estuvo de bandas como Los Prisioneros, que el trío lo hizo célebre gracias a una aparición en el video de Maldito Sudaca. Ahí encarnó un rol antagónico, como dueño de un deportivo rojo que se enfrenta a Jorge, Claudio y Miguel.
Aparte de sus labores como médico cirujano, profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y director del Instituto de Neurocirugía, Vergara ha desarrollado una afición por la literatura: desde hace años escribe cuentos, columnas y libros. Su última publicación lleva por nombre New Wave: vueltas de la vida en 45 rpm (Máquina de Comunicar Ediciones), donde no solo repasa los álbumes que impactaron en su vida, sino que cuenta la historia de su propia aventura musical junto a Los Prisioneros, Pinochet Boys, Electrodomésticos, entre varias otras bandas.
“El new wave trajo la revolución musical que el punk prometió sin cumplir (la música de The Sex Pistols era el viejo y manido rock tradicional) y Marcos impulsó mucho su difusión en Chile (cuando The Police triunfó en Viña eran desconocidos en nuestra patria, salvo en Conce y San Miguel). El tiempo de Marcos Vergara siempre es ahora. Mi música no sería la misma sin Marcos, quizá ni existiría”, plantea Jorge González en el prólogo del libro.
Vergara, por su parte, señala: “Hoy paso el tiempo completando la banda sonora de mi vida. A eso me dedico. Me explico: busco, encuentro y archivo las canciones que alguna vez escuché y que significaron algo para mí, incluso las que me producían placer culposo o que escuchaba solo y para mis adentros. Lo hago a través de vinilos y CDs, porque soy un coleccionista y me interesa el objeto. Después las comparto con mis amigos, el grupo chico, que las buscan en sus archivos electrónicos y las podemos cantar”.
“Singularidad transformadora”
“Lo que me hace valorar el new wave es su singularidad transformadora, porque a partir de fenómenos anclados en lo socioeconómico (el desempleo “tatcheriano”), la música surge como una manera de hacer frente a tamañas desgracias. Y eso es lo que Los Prisioneros reproducen en Chile, donde había tan buen ambiente para dicha reproducción”, dice Vergara a Culto.
Según cuenta, la idea de este libro surgió después de leer una entrevista a Leonidas Montes, director del CEP: “El desencadenante fue Leonidas Montes, quien hizo un relato que recorría los intestinos del new wave santiaguino. Cosas de su juventud. (Eso) me motivó a desarrollar mi propio relato”.
De esta manera, en 175 páginas, el “Doc” desenfunda su rol como testigo privilegiado y catalizador de la escena musical en Concepción a comienzos de los 80; narra sus aventuras y desventuras con los Pinochet Boys; cuenta la historia del día en que González, Narea y Tapia se reunieron en su hogar en la Navidad de 1998 -antes de la reconciliación para los shows en el Estadio Nacional de 2001- y también las decisiones que tomó como médico cuando Claudio estuvo cerca de la muerte, en esa misma época.
New Wave: vueltas de la vida en 45 rpm está disponible en la Qué Leo en Av. Italia. Pronto en otras librerías.