Luis Torrejón fue algo así como el protagonista en las sombras de la música chilena. El arquitecto de las obras consulares, pero siempre con una mano menos visible. Pero sin su huella, la música nacional no sería la misma. Un ingeniero de grabación de estilo y rúbrica superior.

Según informa Bío Bío, el profesional falleció a los 88 años. El velorio se está desarrollando en Avenida Camilo Henríquez 4827, Puente Alto.

En cuanto a su vida, la existencia de Luis Alberto Torrejón (Valparaíso, 1936) partió como la de un porteño típico. Estudió en Liceo Eduardo de la Barra y luego en la Universidad Federico Santa María, jugó en las divisiones infantil y juvenil de Santiago Wanderers y tuvo un paso por la Armada, donde se desempeñó en el subdepartamento de electrónica. El destino quiso que se trasladara a Santiago a los 22 años, contratado por el sello RCA Victor, para rápidamente ascender dentro de la compañía y, gracias a sus conocimientos e inventiva, terminar convirtiéndose en el principal técnico de grabación del país y en un actor clave de la edad de oro de la industria discográfica chilena.

Según los propios cálculos que tenía, y según registros externos, -incluido el catastro de la revista inglesa Studio Sound- participó en la grabación de más de 11.600 longplays del cancionero local. De hecho, en plena pandemia seguía trabajando en su estudio. Pese a haber participado en algunos de los álbumes más importantes del folclore, el rock, la música tropical y la Nueva Ola y la Nueva Canción Chilena desde 1959 en adelante, en su casa en la avenida México de Puente Alto apenas conservaba un par de copias de todos los miles de discos que ha realizado.

¿Ejemplos de su participación como ingeniero? Su crédito aparece tras Las últimas composiciones de Violeta Parra, Pongo en tus manos abiertas de Víctor Jara y Te perdí del “Pollo” Fuentes, además de grabar a Pablo Neruda, Cecilia, Margot Loyola, El rock del Mundial de Los Ramblers y Adiós al séptimo de línea. En 2021, los premios Pulsar lo reconocieron por su fomento a la música local.

Hace tres años, en una de sus últimas entrevistas, decía a Culto: “Soy de poca bulla. Vamos a cumplir 62 años grabando pero nunca me preocupé de todo lo que grabé, nunca me saqué una foto grabando, nunca me puse para el cuadro”.

Quizás todo responde a que una acción fortuita precipitó su labor de ingeniero de grabación, según recordó también a este mismo medio: “Un día hubo un problema en el estudio de grabación, yo fui a verlo. Los músicos llegaron, todo el mundo llegó, y el técnico no estaba. Al teléfono, el gerente me dice: ‘¿Lucho, te atreves a grabar?’ Yo le dije: ‘No tengo idea de grabar, pero si hay que hacerlo, hagámoslo’. Grabamos, y de ahí no paramos”. Es cierto: nunca más paró.