De un momento a otro, durante la pandemia, la escritora chilena Carolina Brown (40) se quedó sin nada que hacer, pero por razones muy dramáticas. “Cuando comenzó la pandemia, de una semana a otra se me cayeron todos los proyectos y me quedé sin trabajo; eso fue abrir los ojos a lo precario que es todo, lo fácil que pueden desarmarse ciertas estructuras y que no hay nada debajo. Para bien o para mal a mis 40 años he aprendido a abrazar esa inestabilidad”, comenta a Culto.
Todo lo que vino después, las cuarentenas, las fases, las mascarillas en el metro, los controles de desplazamientos, el miedo, la muerte, le hicieron pensar en su escritura, en los tres libros que hasta ese momento había publicado: El final del sendero (Emecé, 2018), Nostalgia del desierto (Emecé, 2021),y el libro infantil Duncan (Planetalector, 2022). A partir de ahí algo le empezó a rondar.
“Hasta ese momento, los personajes de mis libros anteriores me parecían de alguna manera seres moralmente íntegros, estoicos, y ahora quería indagar en la psicología de quienes son más ambiguos o gente con un comportamiento derechamente reprochable, quería meterme en la cabeza de los se convierten en victimarios”.
Así, y ya viviendo en Barcelona, Carolina comenzó a escribir una serie de cuentos que hoy están publicados bajo el sello Seix Barral con el nombre Principio de incertidumbre. Son 7 relatos que abordan las dimensiones más problemáticas del mundo. Desde una chica que se obsesiona con una influencer de Instagram, a una pareja de científicas que empuja a los límites a la ciencia con tal de que una de ellas no muera, hasta una escritora fracasada que se ve desplazada por la Inteligencia Artificial que se encuentra en una peluquería con Roberto Bolaño siendo un depilador.
¿Qué elementos crees tú que unen a estos cuentos?
Por un lado la relación problemática con la tecnología. Es un facilitador de ciertas cosas pero acceder a la comodidad tiene un precio que debemos pagar. La tecnología es una aliada pero también una ama que nos esclaviza y modifica nuestras conductas, no siempre para mejor. Hay un montón de temas actuales en el libro, cosas que le ha tocado enfrentar a mi generación: la uberización de la economía (trabajos cada vez más precarios para los que estamos sobrecalificados), la amenaza del calentamiento global, la fama exprés en internet, el avance de los gobiernos totalitarios, la salud mental. También los protagonistas son todos personajes ambiguos con motivaciones más bien mezquinas, han sido moldeados por un mundo agresivo e hiperconectado donde sobrevive el más fuerte. Ninguno está interesado en el bien común, sino que quieren una ganancia personal a corto plazo y no tienen miedo de romper las reglas para lograr lo que quieren.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
De mucha investigación y a la vez bastante ordenado lo que no es tan común para mí. El libro pasa por varios temas que están fuera de mi área de expertise, como por ejemplo el futuro de las prótesis médicas o conceptos como Machine Learning, Deep Fake, el Cambio Climático, etc. Conversé horas con amigos que se dedican a otras áreas: médicos, informáticos, diseñadores, ecologistas, etc. Leí un montón de ficción y no ficción, vi documentales y entrevistas. En cuanto a la escritura, terminé cada cuento antes de empezar el siguiente y cada uno fue una experiencia distinta. Algunos salieron más fácil, otros pasaron por muchas versiones y terminaron siendo algo muy alejado de cómo partieron. El tótem por ejemplo, lo comencé en español pero no encontraba un tono que me gustara y en mi frustración lo reescribí completo en inglés. Ahí encontré esta voz super ácida y deslenguada que iba a mil por hora. Algo pasó con el inglés que fue como acceder a otra parte de mi cerebro, una personalidad y un humor un poco más ácidos. Por la misma estructura del idioma las frases eran más secas y rápidas, no había nada de sentimentalismo. Cuando terminé la primera versión, lo volví a pasar a español y ahí lo terminé de trabajar. Todo el proceso me tomó meses.
Tú también has escrito novelas. ¿Qué te parece el formato cuento respecto a la novela?
Yo le tengo un cariño especial a los cuentos. Los veo como pequeños artefactos, un estudio de una situación particular, acotada en el tiempo, pero que a la vez es una especie de crisol que resume un estado del mundo y da cuenta de quién es un personaje. En el cuento uno trabaja mucho con las elipsis, con lo que no se dice pero de alguna manera se intuye a través del texto. Quiero que el lector complete esos vacíos. Para mí el cuento es una exploración de un momento crucial que puede ser un instante, pero que me explica realmente quién es ese personaje, qué quiere y qué le importa, cómo existe en el mundo.
Chuparle la sangre a Eulogia Domínguez nos sumerge en el mundo de los influencers. ¿Por qué te interesó entrar en ese tema?
Porque yo misma padezco Instagram. Y no utilizo la palabra a la ligera, abro esa maldita aplicación y en un pestañeo se me fueron 40 minutos, 90 minutos mirando reels. Siento también el efecto de ese pico de dopamina en mi cerebro, uno se hace adicto. Las aplicaciones están diseñadas para mantenernos pegados a la pantalla y a la vez me parece que el mundo de Instagram es un mundo totalmente falso, donde todos estamos proyectando sólo lo mejor de nosotros y uno entra en dinámicas muy raras de envidia, obsesión o cercanía con gente que ni conoce. Es un esfuerzo enorme estar consciente de eso y resistirlo, no dejarse arrastrar. Me interesa también cómo las redes sociales han acercado a los “ídolos” a sus fans permitiendo la interacción directa (o la ilusión de la misma) y una falsa sensación de intimidad (vemos el interior de sus casas, qué comen, cómo se maquillan para un evento, etc). El mundo de los influencers también me vuela la cabeza porque muchas veces es gente que se hace famosa de manera circunstancial, no hay un trabajo o un talento específico además de la mera presencia; es pura imagen, puro humo y tras bambalinas todo puede ser tremendamente precario, entonces en Chuparle la sangre a Eulogia Domínguez quería indagar qué pasa con una chica cuando descubre que su ídola, esa influencer de Instagram con la que está obsesionada y que es su modelo a seguir, en realidad tiene una vida igual de mediocre y poco glamorosa que la suya.
En Homeostasis entras al mundo de la investigación científica, aunque vista desde una mirada más intimista. ¿Qué te llamó la atención de ese universo que parece tan tórrido?
Mi interés en escribir este cuento iba por un lado más personal que científico. Quería por una parte indagar en la idea de una “power couple” una pareja exitosa que parece tenerlo todo: dinero, estabilidad, amor, éxito. Este es un cuento de una ruptura amorosa y me pareció que la idea del mejoramiento del cuerpo y/o la extensión de la vida a través de la tecnología era una metáfora perfecta para abordar un quiebre de esta magnitud, porque ambas partes no pueden soltarse y tratan de hacer todo lo posible (lo imposible incluso) por mantener ese cuerpo que se está muriendo con vida porque no pueden dejarse ir.
En Totem aparece Roberto Bolaño como personaje. ¿Cuál es tu propia relación con la obra y la figura de Bolaño?
Bolaño era una figura de culto cuando yo estaba en la universidad y explotó como autor canónico en los años posteriores. Me encanta su literatura, su sentido del humor y también cómo se ríe del mundillo literario, cosa que considero fundamental para poder sobrevivir cuerdo en esta profesión.
La narradora dice “los escritores de mi generación no podemos escapar de Bolaño”, ¿lo sientes así también?
Durante mucho tiempo lo sentí así. No creo que sea necesariamente algo bueno o malo, simplemente es alguien que impactó mucho a mi generación. Cada camada de escritores tiene sus tótems y Bolaño es el nuestro (a mucha honra). En los primeros talleres literarios a los que fui de alumna había muchos chicos que escribían como malas copias de Bolaño, lo que es un despropósito, ya hay uno, no necesitamos más.
En varios de los cuentos hay referencias a la tecnología, y a la convivencia algo problemática de los personajes con ella. ¿Cuál es tu propia relación con la tecnología?
Tengo una relación de amor odio con la tecnología. Creo que no se puede tapar el sol con un dedo, llegó para quedarse y cada vez vamos a depender más de ella, pero me parece que la velocidad a la que avanza es vertiginosa. Te exige estar aprendiendo o al tanto de lo que pasa todo el rato, si no te pierdes. Los grupos de Whatsapp me generan una ansiedad horrible, los tengo a todos silenciados. A veces fantaseo con volver a tener un Nokia de esos ladrillos que uno tenía a comienzos de los 2000′s o irme al sur de Chile a plantar zanahorias donde no haya señal telefónica, pero sé que no sobreviviría ni un mes. Somos seres sociales, asumimos comportamientos de grupo, no queremos quedarnos afuera. Ni siquiera me imagino cómo va a operar el mundo cuando tenga 80 o 90 años, no me voy a poder adaptar. Por ejemplo, mi abuela nació en 1921 y creo que entiende hasta la televisión por cable, no me lo ha dicho pero estoy segura que de ahí para adelante la tecnología le debe parecer más bien extraterrestre.
¿Y qué piensas de la Inteligencia Artificial?, ¿qué piensas de sus implicancias en la literatura?
No me gusta nada, pero no va a desaparecer. Igual le pregunto de vez en cuando cómo se hace una cazuela o le pido que me corrija un email formal. Tenemos que aprender a convivir con la inteligencia artificial de una manera sana (pero ni idea como se ve eso). No tengo una opinión formada de la ficción escrita por Inteligencia Artificial porque no le he leído ninguna y tampoco sé si me motiva hacerlo. Se me hace ahí que hay solo una ilusión de humanidad, pero tal vez eso es sólo un prejuicio.