Mauricio Basualto, el primero y el último de Los Bunkers

Mauricio Basualto wsp
Mauricio Basualto, el primero y el último de Los Bunkers

El baterista que acaba de anunciar su retiro definitivo del jardín de Los Bunkers tuvo mucho que ver con los orígenes del conjunto. Amigo de Mauricio Durán, fue quien impulsó la unión de todos los integrantes, pero tuvo que dejar el conjunto por razones muy particulares, para luego volver a integrarse y protagonizar su historia definitiva. Fue él quien impulsó al quinteto a radicarse en Santiago. Esta es su historia.


La primera vez que lo vio, a Mauricio Durán le cayó pésimo. Como el forro. Fue de esos instantes poco gratos, en que el sabor amargo tarda días en irse de la boca, y por eso lo recuerda con claridad en su libro Canción para mañana (Planeta, 2022). Un día, mientras era estudiante de periodismo en la U. de Concepción, un amigo, Gigio Álvarez, lo invitó a un carrete en su casa. Claro que con la condición de llevar algo, y no una promo de piscola, o hielo, sino algo más elevado: un instrumento musical. La idea era pasar la tarde tocando viejas canciones del Mersey Beat, que por entonces tenían entusiasmados a un grupo de jóvenes del Biobío.

Durán confirmó su asistencia y se anotó con su guitarra acústica. Y entre el guitarreo y los vasos de piscola, lo vio parado allí. Es un rincón de la casa estaba Mauricio Basualto, un músico penquista que entraba en la categoría de “amigo del amigo”, porque era cercano a Gigio Álvarez.

“Se veía unos cuantos años mayor. Era flaco, alto y el pelo le caía hacia un lado. Usaba suéter, pantalones de tela ajustados, unas zapatillas Adidas de gamuza y estaba sentado con cara de no quiero estar aquí detrás de unos tambores”. Basualto tenía experiencia tras la nave porque había pasado por la formación de una reconocida banda de Concepción de los 80, Los Cuatro Amigos del Doctor. En el lugar, entonces, era el único con algo de experiencia musical de verdad.

Los Bunkers. Foto Instagram Los Bunkers.
Los Bunkers. Foto Instagram Los Bunkers.

Debo reconocer que luego de la presentación de rigor me cayó pésimo. Mauro no hablaba con nadie. Daba la impresión de que nos miraba en menos, que creía ser el único en la sala que había tenido una suerte de carrera musical y el resto éramos todos unos principiantes, cosa que era verdad, ya que no éramos más que un grupo de amigos que se había juntado a echar la talla y cantar un rato”, recuerda Durán. Aunque lo que más lo molestó fue otra cosa: “Por otro lado, su atención parecía monopolizada por la Olga, una de mis compañeras de carrera que había llegado de rebote a la reunión. ‘Este huevón viene a puro agarrarse minas’, pensé”.

Para la ocasión, Basualto había llevado un pequeño kit: bombo, tambor y hi-hat. ¿Para comenzar? el grupo eligió la gran You won’t see me, del Rubber soul (1965). Y cuando eso ocurrió, Durán notó algo. “Lo entendí todo. El tipo con cara de no quiero estar aquí de verdad tocaba. Tocaba más que todos nosotros juntos. El juego que había llevado era reducido. Bombo, caja y hi-hat. Nada más. Sin embargo, reproducía la mayoría de las figuras de Ringo casi con exactitud. Entre nuestro aporreo de guitarras y los gritos de los que cantaban, doy fe de que Basualto era el único que realmente interpretaba. Me impresionó bastante y estuve toda la tarde sacándole el rollo. La soltura con la que azotaba el contra y cómo matizaba con el pie derecho los golpes del bombo según la canción lo necesitara”.

Al final, la jornada terminó de buena forma. Tanto que el grupo se propuso repetirlo, y así llegaron a formalizar el asunto (al igual que Basualto y la compañera de Mauricio Durán, que comenzaron a salir) con el nombre de Los Biotles (”una mezcla entre Biobío y Beatles, qué horror”). Así comenzó una aventura de Durán como miembro de una banda tributo. Pero tocar covers pronto terminaría por aburrirlo. Durán quería más. “Anhelaba componer y tocar canciones originales”.

Los Bunkers. Foto Instagram.
Los Bunkers. Foto Instagram.

Por ello, ya desligado de los Biotles, Durán se puso manos a la obra para armar un conjunto propio. Y como todo grupo necesita una buena base, ya tenía claro por dónde partir. “Al primero que traté de convencer fue a Basualto. No me pescó ni en bajada. Me dijo que a él le gustaba como estaban las cosas. Tener una banda para divertirse, sin mayores presiones, y ya. Yo le argumentaba que veía una oportunidad en los músicos que teníamos, que podíamos funcionar bien y hacer algo más satisfactorio a nivel artístico. Pero se negó”. La negativa de Basualto, comenta Durán, se basaba justamente en su experiencia musical anterior. “Dijo que ya había transitado ese camino y que no deseaba volver a sentir tal frustración”.

Pero tanto va el cántaro al agua...Durán no se dio por vencido. Para él, el baterista de su futuro conjunto debía ser Basualto. No otro. Hasta que meses después lo consiguió. “Me dio el sí una tarde frente a la plaza en el Café DOM. Su condición era que nos lanzáramos con todo, que nos tomáramos el grupo de forma profesional desde el inicio. Componer las canciones, conseguir un manager, grabar demos, sacarnos fotos y grabar un disco. Su actitud no me pareció nada de mal considerando que llevaba semanas haciéndose de rogar”. El grupo se llamaría Grass, formado por los mismos músicos de los Biotles. Pero tras una desastrosa sesión de grabación en los estudios de la radio de la Universidad del Biobío, decidieron separarse. “Si quieres saber qué tan bueno es un grupo, solo ponlo a tocar. Los de verdad suenan bien grabados hasta con un puto celular”.

Pese al fracaso, Durán no se dio por vencido, aunque la experiencia le había dado una importante lección. “Siendo sincero, de todo lo que había compuesto hasta el momento nada me parecía tan bueno, debía progresar a como diera lugar”. Eso sí, alguien se contagió con el entusiasmo de Mauricio Durán: “Mauro me dijo que si yo armaba otra banda, él me seguiría”.

Los Bunkers

Y así fue. Francisco Durán y los hermanos Álvaro y Gonzalo López ya tenían una banda, la Pol Chefer Band, a la que un buen día se le fue su baterista. “Una tarde le comenté a Mauro que los chiquillos habían echado a su baterista, entonces se le ocurrió que armáramos un nuevo grupo con ellos. ‘Juntémonos con los cabros chicos’, me dijo. Se lo propuse a Francis, él a los López, y ya. A Mauro le gustaba cómo cantaba Álvaro”. Así nacieron Los Bunkers.

Una vez que Durán formó Los Bunkers, Basualto dejó el grupo unos meses por motivos amorosos. “Llevaba cuatro años emparejado con la Olga, así que cuando a ella le ofrecieron una práctica profesional en Santiago, partió a la siga”. Pero los bisoños músicos de Conce recibían reportes de Basualto, y los alentaba a emigrar a la capital. Así lo hicieron. “Llegamos a Santiago en febrero del año 2000, felices de reencontrarnos con Mauro. Él mismo había conseguido una casa en la calle Domeyko para ensayar”. Todo comenzaba a andar sobre ruedas, gracias al entusiasmo del hombre que supuestamente no lo tenía. Así, Basualto se reincoporó al grupo. Fue el primero, y el último en unirse.

Más tarde, Durán tomó una historia del ya desdichado Basualto (su relación había terminado cuando los demás llegaron a Santiago) y armó una canción. “Me contó que él había hecho el jardín de la nueva casa de su polola”, con ello, una frase comenzó a sonarle a Durán. Y se transformaría en una canción. Yo sembré mis penas de amor en tu jardín. El resto es historia. Soltaron un cohete que no haría sino subir. Y subir.

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