Por qué aún amamos a Nido de Ratas
Estrenada en los cines en julio de 1954, la película de Elia Kazan estuvo cerca de nunca realizarse debido al desprecio de los grandes estudios hacia el guión de Budd Schulberg. La cinta terminó proporcionando una de las mejores actuaciones de la carrera de Marlon Brando y una reflexión sobre la culpa que quedó para siempre asociada a la biografía de su director.
*El germen de una obra maestra
El novelista Budd Schulberg se topó en la prensa con una historia que lo desconcertó: los muelles de Nueva Jersey y Nueva York eran foco de crímenes, robos, extorsiones y toda clase de sombrías historias protagonizadas por líderes sindicales transformados en mafiosos. Tenía fresca esa lectura cuando le ofrecieron la posibilidad de escribir una película a partir de esos artículos que el periodista Malcolm Johnson publicó en The New York Sun (premiados con el Pulitzer en 1949) y él, un defensor de los derechos laborales, asumió el encargo como una misión personal.
Schulberg se sumergió a fondo en lo que vivían los trabajadores portuarios y dio forma a un guión con todas las de la ley. Sin embargo, la idea no encontró acogida en Hollywood y el escritor se vio obligado a adquirir él mismo los derechos del material periodístico. Todo podría haber naufragado de no haber sido porque entró en escena un director que no conocía pero con el que compartía una sensibilidad. Juntos dieron vida a Nido de ratas (1954), el clásico que este domingo 28 celebra su aniversario 70.
*Elia Kazan en un momento crucial
Elia Kazan ya era un cineasta consolidado cuando se presentó en la puerta de la granja de Budd Schulberg con el interés de hacer una cinta fuera del circuito de los grandes estudios. Lo avalaban títulos como La luz es para todos (1947) y Un tranvía llamado deseo (1951), producciones justamente realizadas bajo el alero de las majors. El empuje de ambos no fue suficiente: la dupla se encontró con que era una pesadilla financiarla. Recuperaron el aire solo cuando apareció Sam Spiegel, quien se mostró dispuesto a hacerla con un presupuesto reducido y en poco más de un mes de rodaje.
El director asumió la tarea y filmó el largometraje en el tiempo acordado en Nueva Jersey. Le dio al material ribetes trágicos, convirtiendo a Terry Malloy (Marlon Brando) en una perfecta amalgama de las contradicciones del ser humano y su actuar ante las injusticias del mundo. Reflexión sobre la corrupción, los principios y la culpa, fue imposible no leerla como un descargo de Kazan tras su testimonio ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas en 1952 –donde delató a compañeros de su célula comunista–, un acto que gatilló que el mote de “traidor” lo acompañara hasta sus últimos días.
*Brando en estado de gracia
Puede que algunos lo prefieran como Stanley Kowalski en Un tranvía llamado deseo (1951) o como Johnny Strabler en El salvaje (1953). Otros seguramente no pueden evitar elegir a su gigantesco Vito Corleone de El Padrino (1972). Y unos cuantos se quedan con el capitán Kurtz de Apocalipsis ahora (1979).
Lo cierto es que Marlon Brando pocas veces estuvo mejor que en Nido de ratas, donde se apodera de la pantalla interpretando a Terry Malloy, el boxeador reconvertido en estibador que se enfrenta al corrupto jefe de la mafia sindical. Dueño de un pasado turbulento y de un presente confuso, es la encarnación misma de todos los temas que convirtieron al filme de Kazan en un clásico imbatible del cine estadounidense.
Pese a que su interpretación pasó a la historia, el director consideró seriamente a otro contemporáneo: Paul Newman. “Si no conseguimos a Brando, voto por Paul Newman. Este chico definitivamente será una estrella de cine. No tengo la menor duda. Es tan guapo como Brando, y su masculinidad, que es fuerte, también es más real. Todavía no es tan buen actor como Brando, y probablemente nunca lo será. Pero es un muy buen actor con mucho poder, mucho interior, mucha carga sexual”, escribió en una carta enviada a Budd Schulberg en julio de 1953.
*Dos recién llegados
Elia Kazan confió en dos rostros ajenos a la pantalla grande para interpretar a papeles clave de la historia. Rod Steiger, quien sólo había actuado en una cinta en 1951, se puso en la piel de Charley, el hermano de Terry Malloy. Eva Marie Saint, con experiencia en teatro y televisión, fue Edie Doyle, la blonda enamorada del protagonista (y hermana del hombre fallecido que desencadena los hechos de la trama). Aportaron ingredientes situados en las antípodas: ferocidad versus sensibilidad, amoralidad versus dignidad. Ella ganó el Oscar a Mejor actriz de reparto y él estuvo nominado a la premiación.
*Leonard Bernstein en su debut
El renombrado compositor y director de orquesta nunca había escrito una banda sonora para una película. El productor Sam Spiegel se las arregló para que viera un primer corte de Nido de ratas, una experiencia que lo conmovió tanto que aceptó la propuesta. De ese modo, (por una sola vez) dejó a un lado sus aprensiones con Hollywood y las frustraciones propias de ese ejercicio.
“Me había resistido a todas las ofertas de ese tipo con el argumento de que es una experiencia musicalmente insatisfactoria para un compositor escribir una partitura cuyo mérito principal debería ser su discreción”, consignó Bernstein en su autobiografía.
Empezó a trabajar en ello a comienzos de 1954, poniendo el acento en la lucha de Terry Malloy, en la historia de amor del protagonista y Edie, y la violencia de los muelles. Su obra –que enfatizó los grandes conflictos del filme– puso a prueba a Elia Kazan, habituado a bandas sonoras con menos personalidad. El también pianista nunca repitió la práctica y únicamente se involucró en largometrajes basados en sus propias creaciones.
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