El título del video de ShaunTrack es explícito: “TEMAZOS con IA en 15 segundos: Desde hoy me dan MIEDO”. Publicado hace un par de semanas por el profesor de música español devenido en afamado youtuber, lo captura experimentando con la aplicación de Inteligencia Artificial Suno que permite crear -entre comillas- canciones en apenas 15 segundos, mediando escasas instrucciones. ShaunTrack pidió un corte de black metal cuya letra describiera cómo se prepara un pastel de cumpleaños -tal cual-, y la app arrojó dos opciones con todos los clichés del género, incluyendo voz gutural y blast beats en batería (un tempo acelerado al extremo), coloreados con solos, quiebres y dramática ralentización. “Estoy fifty impresionado, buen rollo -dice ShaunTrack hacia el final del video con 243 k en visitas-, y otro fifty con miedo”.
Ingresar a Suno sin siquiera registrarse y programar canciones, es de una sencillez abrumadora. Hay un máximo de 200 caracteres para describir las directrices de la composición en términos musicales y estilísticos, y esbozar una letra. Mientras más se detalla y afina la instrucción -regla en IA-, mejores resultados. Ordené un tema de reggaetón con determinados rasgos, que cuela en una playlist sin despertar sospechas.
Por supuesto, existen varias alternativas de creadores de música artificial. Entre ellas, destaca Udio. Esta app demora más en armar canciones pero el acabado es superior, y te ilustran el corte como si fuera una especie de single.
Inspirado en las últimas lluvias y ventoleras, encargué una pieza sinfónica de características wagnerianas, encarnando la urbe tras un frente de mal tiempo. Tal como en el reggaetón, si no estás advertido de la naturaleza de su manufactura, parece genuino.
Ambas aplicaciones limitan el tono lírico en asuntos como sexo y palabrotas, y los resultados son toscos cuando se proponen combinaciones estilísticas o referentes artísticos reconocidos. Pero es cuestión de tiempo que estas herramientas se adiestren lo suficiente para refinar sus respuestas, dificultando la distinción entre lo real y lo artificial, a no mediar una advertencia como la vieja pegatina sobre letras provocativas.
Tal como la prensa escrita estadounidense demandó este año a Open AI y Microsoft por derechos de autor, acusando el empleo de “millones” de artículos sin pedir permiso y menos pagar para mejorar sus productos de IA, la industria discográfica también reaccionó. La Recording Industry Association of America (Asociación de la industria discográfica de Estados Unidos) -la poderosa RIAA-, acudió en junio a tribunales en contra de Suno y Udio, alegando que entrenan sus robots con material protegido por derechos. Es un método similar al utilizado por Chat GPT, entrenado a través de enlaces posteados en Reddit, reconocido por la propia aplicación de chatbot.
Mientras Udio asegura alimentarse con la música de “mejor calidad” a disposición pública, en Suno dicen entrenarse gracias a una combinación de data pública y privada. En el intertanto, ya hay usuarios que suben sus creaciones, monetizando estas piezas de discutible factura.
Spotify eliminó el año pasado el 7% de las canciones generadas por Boomy, un servicio musical de IA. La plataforma no actuó por iniciativa propia, sino luego de la denuncia de Universal Group, acusando a Boomy de inflar sus cifras de streaming.
La herramienta depende del uso, no de su naturaleza, en tanto la línea se difumina entre lo real y la fabricación virtual. Como juego, resulta simpático y entretenido. Pero la tentación de engañar y redituar gracias a una parte del público que no distingue entre la farsa y lo verdadero, está ahí. A un clic.