Tal como Ricardo Piglia, el peruano Fernando Iwasaki hizo su formación universitaria como historiador, por lo que lo lógico hubiera sido que sus publicaciones se enmarcaran en la historiografía. Pero no. Decidió explorar géneros literarios como el cuento, el ensayo e incluso la novela. En su escritura, por supuesto, está muy presente la memoria. Dicha mixtura es algo que, como reconoce a Culto, no lo complica.
“Lo que más me gusta es la posibilidad de mezclarlos y lo que menos me gusta es que algunos piensen que no se deben mezclar. Las mejores novelas de Piglia, por ejemplo, podrían ser diarios y ensayos; por no hablar del tono ensayístico de los cuentos de Borges o la escritura teatral de las novelas de Manuel Puig. ¿Cuánta crónica hay disuelta en las novelas de Leila Guerriero y Juan Villoro? Andrés Neuman tiene un libro de cuentos en formato diccionario y Mariana Enríquez tiene un libro de viajes por cementerios que se lee como si fueran cuentos. Por cierto, una de las novelas más divertidas que he leído resultó ser un ensayo de Rafael Gumucio”.
Hablamos con Iwasaki puesto que se encuentra en nuestro país. Este lunes 12 y martes 13 desarrollará una actividad en el marco del ciclo La Ciudad y las Palabras, que organiza la Escuela de Arquitectura de la UC. “Impartiré un seminario que he titulado Pueblos pequeños, grandes narraciones, donde pretendo reivindicar las poblaciones provincianas y periféricas como espacios singulares de ficción, pues la hegemonía literaria de las ciudades está sobredimensionada”.
“Y aunque la literatura occidental nació con la narración de la caída de una ciudad —Troya—, el regreso al pueblo —a Ítaca— también formó parte del primer latido de la literatura universal. Por eso hablaré de Puquio en Yawar fiesta, de José María Arguedas; de Vallejos en La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig; de El Olivo en El lugar sin límites, de José Donoso; de Salto de la Tuxpana en Las Muertas, de Jorge Ibargüengoitia y de Talagante en Alhué, de José Santos González Vera; pero también de Amarante en El conde de Abraños, de Eça de Queirós; de Oughterard en Los muertos, de James Joyce y del pueblo sin nombre en La lotería de Shirley Jackson. Si el tiempo me lo permite, hablaría también del Moguer, de Juan Ramón Jiménez y de Los Palacios de Joaquín Romero Murube, dos poetas andaluces”.
¿Conoce algo de literatura chilena?, ¿algún autor o autora que le guste?
Algo conozco, sí. Quise y admiré a Roberto Bolaño, Lucho Sepúlveda y Jorge Edwards. José Santos González Vera es uno de mis autores latinoamericanos favoritos. He escrito acerca de José Donoso, Teresa Wilms, Augusto d’Halmar y Pedro Lemebel, a quien siempre veía en la librería Metales Pesados. Me encantan los libros de Andrea Maturana, Lina Meruane, Isabel Mellado, Alejandra Costamagna y Andrea Jeftanovic, así como los de Arturo Fontaine, Mauricio Electorat, Rafael Gumucio, Alberto Fuguet, Carlos Franz, Diego Maquieira y Alejandro Zambra, todos amigos muy queridos. Me haría ilusión que la obra de Germán Marín fuera más conocida fuera de Chile y fui cliente del librero Rivano, quien me concedió el honor de ver los libros que guardaba en un apartamento de Lastarria.
Usted viene fundamentalmente desde la Historia. Desde ahí ha desarrollado una carrera literaria. ¿Qué le aporta la Historia a un escritor?
Para que nadie piense que me doy una importancia que no tengo, debo empezar aclarando que soy un escritor que estudió historia e imparte clases en una facultad de periodismo. Por lo tanto, la especialidad de historia me aportó un método, una disciplina y un “sistema operativo” que me ha permitido surfear por las humanidades, porque la propia historia muy bien podría ser otro género literario.
¿Cómo se define usted? ¿Se siente novelista, cuentista, cronista o ensayista?
Como fuera de América Latina siempre me preguntan si me defino más como peruano, español o japonés, tuve que publicar un libro de ensayos titulado Mi poncho es un kimono flamenco. Por lo tanto, dejémoslo en que soy un “hueón” que escribe.
Usted reside en España, entiendo que desde hace muchos años. ¿Cómo vivió el proceso de adaptación a una nueva cultura y cómo ha influido este cambio en su escritura?
Siempre he pensado que nunca perdí un país, sino que gané otro. Y aunque es verdad que cualquier proceso de adaptación es lento y complicado, tener familia sevillana facilitó muchísimo las cosas. Los cambios más significativos provienen de la lectura y en concreto de la lectura de poesía, porque los hallazgos los hacen los poetas y los narradores aprendemos de ellos. En cualquier caso, mi escritura en prensa es la que se ha enriquecido leyendo revistas y periódicos españoles. Y, por supuesto, me adapté mejor porque me hice hincha del Real Betis, equipo que te libra de la autoyuda porque ser bético es terapéutico. Pellegrini es mi pastor, nada me falta.
¿Cómo ha visto el auge de la ultraderecha en España?
Lo veo como un fenómeno global y no exclusivo de ninguna región, país o continente. Sin embargo, aunque todos esos movimientos tienen en común la supresión de derechos, comparten con los movimientos de extrema izquierda la admiración por el autoritarismo. En Europa es demasiado evidente cómo todos los partidos ultras admiran a Putin, fascinación en la que coinciden tanto Le Pen como Mélenchon.
¿Qué opinión le merece la gestión de Pedro Sánchez?
Voy a señalar una evidencia antes de dar mi opinión: Pedro Sánchez gobierna España en alianza con partidos que desean separarse de la propia España. Son partidos tanto de izquierdas (Bildu y ERC) como de derechas (PNV y Junts), pero representan a las dos regiones más ricas: País Vasco y Cataluña. Por lo tanto, sospecho que el shock hemolítico postransfusional será inevitable.
¿Qué piensa de la Inteligencia Artificial?, ¿le teme o la encuentra una ayuda?
La Inteligencia Artificial tiene que ser como el Viagra. Seguro que es una maravilla, pero quisiera no tener que usarla.
Como decíamos, Fernando Iwasaki realizará un Seminario de Lectura este lunes 12 y mañana martes 13 de agosto, a las 18.00 y 17.30, respectivamente. Ambas jornadas tendrán lugar en el Salón Sergio Larraín de la Escuela de Arquitectura de la UC (Campus Lo Contador. El Comendador #1916, Providencia. Santiago). La actividad es con entrada liberada, pero con cupos limitados. Para inscripciones, hay que mandar un correo a lvillarr@uc.cl.