Resulta fácil descifrar a los artistas que Gustavo Cerati amaba e idolatraba. Basta con escuchar su música.
Desde sus días en Soda Stereo, el músico desarrolló una obra inclinada hacia la arquitectura melódica del post punk y la new wave, esas guitarras cubiertas de cierta densidad que patentaron nombres como The Cure o Echo & the Bunnymen, además del acento más festivo de contemporáneos como The Police. Para Cerati no era necesario hablar de sus divinidades; solo había que poner play a su catálogo para verlas sobrevolar.
En el otro costado, es mucho más complejo rastrear a las figuras que provocaban cortocircuito en el argentino. La prensa siempre levantó a Los Redonditos de Ricota como su némesis, aunque él nunca disparó algún dardo contra el conjunto ícono de la misa ricotera al otro lado de la cordillera. Es más, trataba de dejarlo claro en las entrevistas: eso era más bien un truco de la prensa.
“Algunos absurdos hasta leían una rivalidad entre dos Argentinas. Yo no me lo tomé muy a pecho hasta que me di cuenta de que estaban pidiendo por mi muerte. ¿Por qué? ¿Porque se murió Luca (Prodán) y yo no? Como decía Luca: Fuck off. Si uno vende esa cantidad de discos, los que los compran no pueden ser todos chetos o extranjerizantes. Ya todo me resulta cansador. Definitivamente, la razón por la que yo hago música poco tiene que ver con ser antagónico a algo o a alguien”, contestaba en los 90 acerca del tema.
Las figuras que detesto
Por esos mismos años está registrada quizás la única entrevista donde el guitarrista habla derechamente de los músicos que no traga. Un video que hoy circula con profusión en YouTube y otras plataformas digitales.
“Odio algunos artistas, sí. Odio llamarlos artistas”, parte contando frente a la cámara, para luego descargar dos víctimas inesperadas.
“En realidad, por citar a alguno, hay una cosa que aborrezco que es Melissa Etheridge. Sinceramente no puedo soportarla, lamento que vayan a tener que pasar un pedazo de video, pero algunos entenderán por qué y otros no”, sigue en el registro.
Etheridge es una destacada cantautora estadounidense cultora de un rock que despunta blues, country y blues, y que desde hace décadas se ha ganado la reputación de la industria con ventas extraordinarias y los premios más diversos. Posee dos Grammy y un Oscar, este último por la canción I need to wake up, del documental Una verdad incómoda (2005). Además, ha acumulado respeto desde los años 80 por defender los derechos de las minorías sexuales y se declaró lesbiana durante la inauguración de la presidencia de Bill Clinton en 1993.
Entre sus composiciones más célebres -siempre cantadas con carácter y una garganta rasposa- están I’m the only one, Like the way I do, Breathe, Into the dark y Bring me some water.
Algo en su cara
Volvamos a Cerati. ¿Ahí terminó su minuto de ira contra algunos colegas? En ningún caso. Ahora le tocó a algunos de habla hispana.
“Otro que directamente no puedo entenderlo es Ricky Martin, pero de él no odio la música sino cierta expresión en el rostro”, remata en el video con una suerte de risa maliciosa.
Es curiosa su mirada acerca del astro puertorriqueño. Es posible que el hombre de Amor amarillo haya rechazado el estrellato algo plástico que representaba Martin a fines de los 90, cuando irrumpió como un ídolo que encarnaba una latinidad adaptada al mercado estadounidense. Eran otros tiempos.
A cambio, el intérprete de Fuego de noche, nieve de día siempre fue generoso en elogios y homenajes al trasandino.
Cuando en septiembre de 2014 Cerati falleció en Buenos Aires a los 55 años, Ricky Martin colgó en su cuenta de Twitter: “RIP Gustavo Cerati”.
Un par de años después, en 2019, el show de apertura de los premios Grammy ofreció un homenaje al líder de Soda Stereo con la interpretación de De música ligera por parte de Fito Páez, Draco Rosa y Beto Cuevas. El momento final de la canción, incluso aludiendo a la legendaria frase Gracias totales, fue protagonizado por Ricky Martin.