Fue en los faldeos cordilleranos de Santiago, en El Peral, cuando el joven arquitecto Miguel Lawner conoció al pintor José Venturelli. Hacia 1948, el artista se encontraba internado en un sanatorio de San José de Maipo recuperándose de una tuberculosis. A la usanza del Sanatorio Internacional Berghof, que narró Thomas Mann en La montaña mágica. Por entonces, debido a la enfermedad, Venturelli tenía muy afectado uno de sus pulmones, pero pasaba el tiempo con sus lápices y pinceles cumpliendo un encargo.
“Enfermo de jodido y todo, estaba dibujando las imágenes con que se ilustró la edición clandestina del Canto General, de Pablo Neruda”, recuerda Lawner al teléfono con Culto. El arquitecto llegó al sanatorio acompañando a Judith Weiner, la esposa de Tibor Weiner, uno de sus profesores en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile. Ella fue quien gestionó la llegada de un nuevo medicamento, elaborado en Estados Unidos, que serviría para curar la tuberculosis del pintor.
“La acompañé a buscar la medicina al aeródromo Los Cerrillos. Era una caja enorme, de unos 50 x 40 cms, venía una cantidad de inyecciones impresionante. De ahí nos fuimos directo al sanatorio”, rememora el arquitecto. Se trataba de la estreptomicina, un flamante antibiótico que se mostró altamente eficaz para combatir la tuberculosis, y Venturelli fue uno de los primeros casos en Chile en ser tratado con el medicamento. Así lo asegura Lawner. “Había que ponerle 6 o 7 inyecciones diarias. José se salvó gracias a este tratamiento y quedó viviendo con un solo pulmón”.
A partir de ahí, Lawner y Venturelli comenzaron a desarrollar una profunda amistad. Sin saberlo, habían compartido en los patios del Instituto Nacional, pero Venturelli iba unos cursos más arriba. Mientras el primero se convertía en arquitecto, el segundo se transformó en uno de los puntales de las artes visuales en Chile. El académico Gonzalo Arqueros, profesor de la Escuela de Arte de la Universidad de Chile, comenta su trabajo: “La de Venturelli es una obra muy variada y amplia. Fue un gran dibujante que practicó una diversidad de técnicas y que supo desarrollar un procedimiento plástico muy sutil y complejo, especialmente en la pintura, que le permitió profundizar y ampliar el horizonte en cada una de éstas sin traicionar su especificidad. Creo que una característica notable en su obra, que es mayormente figurativa, es el dominio de lo ilustrativo y constante curiosidad y voluntad de indagación y experimentación con los diversos procedimientos, más allá de los compromisos temáticos y de contenido político o crítico social”.
Este 2024, se están conmemorando los 100 años de natalicio de José Venturelli, el 25 de marzo de 1924. Su familia ha liderado las celebraciones con una serie de actividades, que han incluido exposiciones en el Estadio Nacional, San Miguel y Chillán. Es su nieta, Malva Venturelli, quien ha llevado adelante este programa en honor a su abuelo a través de la Fundación José Venturelli.
Venturelli y China
En el marco del centenario, se acaba de lanzar el libro China. Arte, cultura y revolución (Atmosféricas), que recopila unas conferencias y entrevistas donde el artista se explayó acerca de su paso por China, país donde estuvo residiendo en distintos períodos, desde 1952 hasta fines de la década de los 80. Ahí vivió en carne propia la revolución liderada por Mao Tse-Tung. Hay que recordar que, para entonces, la República Popular China solo tenía unos años de vida, pues fue fundada en 1949.
Ocurre que en 1951, Venturelli acudió al Festival Mundial de la Juventud, en Berlín. “Ahí, con otros chilenos, realizaron el stand de Chile -comenta Malva Venturelli-. De ahí viajó a Venecia al Consejo Mundial por la Paz. Ahí conoció a representantes del gobierno de China, que se estaba recién construyendo. Ellos lo invitaron a que fuera al país, en 1952″. Así comenzó un romance con el gigante asiático. “Se maravilló por el proceso de la Revolución Cultural. Se hizo amigo del primer ministro Zhou Enlai, lo designan con el cargo de embajador por la paz para los países de Asia, África y el Pacífico, y bajo ese cargo gestiona una serie de intercambios culturales y diplomáticos entre Latinoamérica y China. Él gestionó la visita de la primera comitiva oficial de Chile a China, en 1953, donde estaba el entonces senador Salvador Allende y otras figuras como Volodia Teiltelboim y la actriz María Cánepa”, cuenta Malva. Incluso, Venturelli logró visitas a China de artistas de Argentina, Cuba y México, en este último caso, de su amigo, el muralista David Alfaro Siqueiros.
Pero donde más se notó la influencia de China en Venturelli fue en la parte artística. Así lo explica Felipe Aburto, el editor del mencionado volumen China. “La experiencia de José Venturelli en China fue decisiva. Su formación artística, inicialmente marcada por la influencia crítica del muralismo mexicano, se transformó al entrar en contacto con grabadores y pintores chinos. Al familiarizarse con sus técnicas, instrumentos, modos de trabajo y disposición corporal, Venturelli se enfrentó a una diferencia cultural que le permitió reevaluar sus conocimientos previos y los cánones representacionales que los sustentaban. En este sentido, el aprendizaje técnico y el enriquecimiento formal y material que recibió de estos artistas debe entenderse en el contexto de una nueva concepción y percepción del mundo”.
Malva Venturelli agrega: “El arte tradicional chino le hizo cuestionarse su formación renacentista, porque José Venturelli venía de la Academia de Bellas Artes, en Santiago, con una formación que estaba heredada de la escuela de París. Esta nueva cosmovisión le permitió tener una visión más amplia del ejercicio artístico”.
Y no solo eso. Miguel Lawner agrega un dato no menor sobre el vínculo de Venturelli con China: “Averiguó que ahí había tratamiento para su enfermedad. Viajó, y efectivamente, desde esa época hasta que murió, los chinos siempre lo mantuvieron. Vivió un tiempo largo en China y su única hija, Paz, nació en China”.
Mi amigo Neruda
Por estos días, una exposición en la Biblioteca Nacional, Patria negra y roja: la ilustración en la obra de José Venturelli, rescata otra de las facetas del artista. Esta muestra presenta obras impresas, publicaciones, fotografías, bocetos, recortes de prensa, manuscritos y objetos personales, y su curador fue Claudio Aguilera, jefe del Archivo de Láminas y Estampas de la Biblioteca Nacional.
“Fue un trabajo en conjunto con la Fundación, que nos permitió buscar en sus fondos, y a partir de la investigación pesquisamos los libros que ilustró durante su vida y que no fueron pocos. Con gran sorpresa nos dimos cuenta que todos esos libros están en la Biblioteca Nacional y que son trabajos poco conocidos. No solamente ilustra, sino que interpreta y da una visión muy propia de esas temáticas”, comenta Aguilera a Culto.
En la exposición podemos ver que Venturelli ilustró dos libros de su amigo Pablo Neruda, el ya citado Canto General (1950) y una edición especial solamente con el poema Alturas de Macchu Picchu (que originalmente forma parte del primero). “Tuvieron una larga amistad, fueron cercanos durante toda la vida -señala Aguilera-. Venturelli fue quien articuló una edición clandestina del Canto General cuando Neruda estaba siendo perseguido. Él, con otras personas, organizó la impresión del libro”.
Incluso, el mismo Neruda se vio influenciado por Venturelli. Así lo cuenta su nieta: “Él hizo una serie de ilustraciones llamada 28 de enero, basada en una matanza de 1946 donde murió Ramona Parra. A partir de esas ilustraciones, Neruda escribió unos poemas (N. de la R: Los llamo, incluido en el Canto General). En ese caso, sucedió lo contrario. Fue Neruda quien ilustró con sus poemas esta serie de grabados”.
Lawner recuerda ese vínculo: “Hubo una historia estúpida de que los chinos se pelearon con la URSS, y los comunistas chilenos teníamos que estar alineados con los soviéticos, pero José tomó partido por los chinos. A pesar de eso, él jamás se peleó con Pablo, ni soñarlo”.
La muestra en la Biblioteca Nacional permanecerá hasta el mes de septiembre, y el material ya se encuentra online en la Biblioteca Nacional Digital. Como veremos, no será la última exposición relacionada con Venturelli.
Un mural y una exposición
Cuando volvió a Chile en 1984, tras haber estado en el exilio, una de las primeras cosas que hizo Miguel Lawner fue dirigirse al entonces edificio Diego Portales, donde funcionaba la Junta Militar. El arquitecto lo conocía bien. Como director de la Cormu, tuvo la pesada tarea de liderar el emplazamiento y construcción del coloso que sirvió de sede para la UNCTAD III, en 1972. Tras el golpe, el edificio sufrió la desaparición de gran parte de su valiosa colección de arte chileno, pero grande fue la sorpresa de Lawner cuando notó que un mural se había mantenido intacto. Chile, el inmenso mural de José Venturelli, que hasta hoy se puede ver en el edificio, el actual GAM.
¿Qué pasó? Lawner supo la historia de parte del administrador del edificio, quien a su vez había entrado a trabajar en él solo meses antes del golpe, como un funcionario menor. “Me comentó que se había presentado a trabajar después del golpe, y los militares lo dejaron trabajando porque era el único que conocía el edificio. Nadie más se atrevió a volver. Ahí vio que la esposa del general Pinochet, Lucía Hiriart, apareció en el lugar y comenzó a decidir qué se quedaba y qué no. En general, la mayoría de las obras de arte de la época eran abstractas, entonces para ella eso era basura. La única pintura figurativa que había era la de Venturelli, y ella quedó encantada, sin tener idea que Venturelli, de todo el lote de artistas que habían ahí, era el más comprometido, el más puntudo”.
Aunque han pasado 36 años desde su fallecimiento, en 1988, Miguel Lawner aún lo recuerda con nitidez. “Era gigante, más de 1,90 sin lugar a dudas. Era muy serio, muy metódico. Hablaba pausado. Era muy erudito en muchas materias, entre ellas del marxismo, daba clases de eso. Muy estudioso, de la materia que tú le preguntaras él conocía. Leía muchísimo, sobre todo filosofía”.
Su nieta también recuerda el lado humano: “Era una persona sumamente cariñosa y paciente. Era muy tranquilo, no era un personaje en sí, ni que hablara fuerte, ni alzara la voz, ni invadiera el espacio. Era muy reflexivo, muy parsimonioso, una persona muy dulce. Mi mamá me decía que era un padre amoroso y que para ser artista, no era egocéntrico. A él le gustaba mucho escuchar”.
El centenario de José Venturelli tendrá un cierre de lujo. Una gran exposición en el Centro Cultural La Moneda, que se inaugurará el 19 de diciembre. En 1.200 mts2, se mostrarán más de 300 obras, algunas traídas de colecciones externas internacionales y nacionales, además de obras inéditas. “Van a haber obras que hemos traído en préstamo desde Suiza, donde estuvo exiliado, otras en manos de coleccionistas privados. La idea es dar cuenta de lo prolífico que era Venturelli, no solo como artista plástico, también como escenógrafo de teatro y escritor”.
¿Chile ha reconocido a José Venturelli? Responde Malva: “No. Hay una falta del Estado en reconocer a Venturelli en la calidad de artista que es. Creo que falta un gesto desde el Estado”. Miguel Lawner piensa parecido: “Chile no se merece no reconocer a una figura tan importante. Probablemente, el artista plástico más significativo de nuestra historia y no tiene un solo reconocimiento”.