“Siempre perseguimos un hit, llevamos 55 años en esto”, dijo Pancho Sazo la noche del viernes, soltando las risas de la audiencia, cuando la meta de Congreso era rondar las tres horas de celebración con varios invitados estelares, ante el Teatro Caupolicán repleto. La banda de Quilpué, un tesoro viviente y vigente de nuestra música, brindó un espectáculo aniversario envidiable en la medida que su trayectoria no se conforma con la mera retrospectiva -lo lógico para una agrupación de tamaña trayectoria-, sino que sigue ampliando y renovando su trabajo con nuevas canciones y ángulos interpretativos, reflejando que la edad es un mero dato en el septeto.
A las 21:00 horas el Orfeón de Santiago, dirigido por Luis Carrasco, se apiñó a un costado del escenario, para interpretar un medley con las composiciones más reconocidas del grupo. Congreso no tiene hits según Sazo, pero títulos como Hijo del sol luminoso, El cielito de mi pieza y Volantín de plumas, entre otros, están grabados en la memoria colectiva.
Después de 15 minutos, en tanto la generosa pantalla gigante proyectaba una nostálgica imagen nocturna de los cerros y la bahía de Valparaíso -la ciudad puerto es un ancla en la bitácora de la banda-, los miembros se distribuyeron en sus estaciones de trabajo; pequeñas fortalezas urdiendo y ensamblando el sonido y estilo único del grupo.
Arrancaron la noche con Viaje al corazón de Por amor al viento (1995), con Pancho Sazo levantando la voz íntegra en un chasquido, la primera constancia de la noche en cuanto a la relatividad del tiempo con estos músicos veteranos. El cantante rápidamente tomó la palabra mediando el relajo y el humor que lo caracteriza, una válvula ante la impronta docta inevitable de Congreso -ese aire universitario eterno que irradian-, con miembros que efectivamente son docentes.
En el transcurso del show, Sazo recordó la juventud con bromas a la manera de hablar de la época hippie, los viajes a Horcón -”o Horcones”, apuntó, sobre la eterna disyuntiva costera sobre el nombre de la encantadora caleta-, y la famosa playa Luna donde se practica el nudismo.
También hizo alcances al gobierno de la Unidad Popular y el golpe de Estado. Sin restar dramatismo al 11 de septiembre de 1973 y sus efectos en la historia de Chile, supo convertir esa instancia de recuerdo en parte de la biografía a trazos que configuró el montaje, entre idas y vueltas en el calendario musical, sin necesidad de teclas discursivas. Para toda la sala está claro que fue un trauma.
El enlace que logra el rostro de Congreso con el público, marida la seriedad de una música de complejo diseño por capas y destellos de virtuosismo solista acotados, compuesta mayoritariamente por Sergio “Tilo” González.
Tal como sucedía en Los Jaivas con Gabriel Parra, “Tilo” es la central nuclear musical, el que empuja desde la batería el material; un artista de extraordinario talento y maestría en tambores y platillos, con una técnica de jazz y fusión que se desplaza geográficamente por Latinoamérica, África y otras latitudes, mediante una muñeca fenomenal, y un sentido del ritmo ilimitado. Todo ejecutado como si se tratara de respirar en medio de métricas irregulares, exigentes de estudio y práctica.
El primero en la nómina de invitados fue el joven Dúo Pajarito para cantar El rey Midas. Al turno de En el patio de Simón se les unió Manuel García. Claudio Parra se llevó una de las ovaciones de la jornada con una versión de La Conquistada, de su banda madre. Luego fue el turno de Joe Vasconcellos para Hijo del sol luminoso e Hijo del diluvio donde se lució en la trutruca, para cerrar la lista de ilustres con Arlette Jequier en Mundo al revés.
Además de la versión de La Conquistada, Congreso versionó Murió la flor de Los Ángeles Negros, con Pancho Sazo nuevamente haciendo gala del poder de su registro, emulando el dramatismo del original.
Por la pantalla desfilaron imágenes de Nicanor Parra junto al grupo en la época del álbum Pichanga (1992) donde el antipoeta puso las letras, vídeos con ingeniosas imágenes con la banda representada en figuras mecánicas movidas a mano, más viejas fotografías con las distintas alineaciones de Congreso, desde su fundación en 1969.
Hubo espacio para Maestranzas de noche, la primera canción del álbum debut El Congreso (1971), con versos de Pablo Neruda y la música de Fernando González, uno de los históricos del conjunto, hasta Rocanrol de los misterios, el single que adelantó el último disco Luz de flash (2022), galardonado con el Pulsar como mejor álbum del año pasado.
Podríamos decir que hay un arco entre ambos puntos, pero lo cierto es que -por ahora- sólo hay un comienzo y no se vislumbra un final. Congreso continúa como una piedra rodante que sigue su curso sin señal de desgaste, ni necesidad de repetirse.