Porque él mismo me lo contó, en un acto de confianza que reciprocaré omitiendo su nombre, sé que al cantante de una muy buena banda de pop rock nacional le decían “Guatón Oasis” en el liceo porque tocaba temas de los Gallagher en todos los eventos escolares. Su fanatismo era compartido a lo largo del país. Participar de ebrias e idiomáticamente accidentadas interpretaciones de “Wonderwall” en carretes con guitarra de palo es una experiencia vivida por miles de chilenos.
El ex “Guatón Oasis” no es ni por asomo la única figura local que sintió su influencia. Si bien no tocaban covers de ellos, la forma en la que se paraban sobre el escenario los cantantes de Glup! y Canal Magdalena, las más populares de las bandas locales tildadas de Brit pop, tenía directa relación con la pachorra arrogante de Liam Gallagher, heredero a su vez de Ian Brown. El detalle es que los Stone Roses acá nunca sonaron tanto y, por consecuencia, nunca tuvieron el impacto de sus hijos, que acá fueron íconos en el sentido más literal, como indica su uso gráfico en tantos afiches de la Blondie. Si salían los Gallagher, ya sabías de qué iba la fiesta.
De culto, la aparición de Glup! en El Club de Amigos de La Red, con un Koko Stambuk provocador e indiferente al protocolo, recuerda la actitud “fuck you” de los mancunianos en Top of the Pops mofándose de doblar en vivo una canción envasada. Otro recuerdo televisivo: el desplante de Cristián Arroyo de Canal Magdalena en Canal 2 pavoneándose por el escenario y tirándose dramáticamente al piso en un despliegue de confianza poco visto en aquel entonces en músicos chilenos, pero sí en Oasis y el Brit pop en general, donde ningún frontman, desde Brett Anderson hasta Jarvis Cocker, sufría de timidez escénica.
Glup! y Canal Magdalena protagonizaron, con el debido respeto a las proporciones, el Oasis versus Blur criollo con una rivalidad alimentada por las ganas que había acá de tener algo parecido al boom musical de la isla. Eso sí, lo que nos encandilaba era el brillo de una estrella muerta: los primeros discos de ambos grupos nacionales aparecieron al final de la década, cuando el fenómeno ya iba en retirada en su zona cero. Aunque el Brit pop no era lo único que Chile deseaba tener del antiguo imperio. Nunca olvidemos el lema “somos los ingleses de Latinoamérica”, infame y sin fundamentos, pero elocuente al hablar de nuestra fijación.
Si me apuran, creo que la pleitesía que se le rinde en nuestro país a Oasis y a la movida que encabezaron se sustenta en algo más que sus gloriosas canciones. El Brit pop tenía un elemento reivindicativo de la identidad local, era una respuesta al grunge (simbólica y fortuitamente, el debut de los Gallagher con “Live forever” llegó 72 horas después del hallazgo del cadáver de Kurt Cobain) y un gesto de rechazo a la imposición de una estética ajena. Era, finalmente, la banda sonora de un lugar rebosante de orgullo de sí mismo, la Cool Britannia. En otras palabras, representaba lo que durante la transición aspirábamos a ser: un pueblo con amor propio.