Enfundado en el traje blanco de la gira del álbum Fuerza Natural, Gustavo Cerati se tomó un tiempo antes de la última canción de la noche para presentar a su banda de apoyo. Entre otros, habían nombres importantes de la música argentina, como Richard Coleman, Fernando Nalé, Anita Álvarez de Toledo, Leandro Fresco, o Fernando Samalea.
Lucía algo cansado, pero se le notaba de buen humor. Y dijo que la canción de cierre era un regalo. “No mío, de la naturaleza, o de lo que sea”. Lago en el cielo. Y así comenzaron a tocarla. Era la noche del 15 de mayo del 2010, en el Estadio de Fútbol de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas, Venezuela, y sería su dramático último show.
Lago en el cielo era una de las canciones de su disco Ahí Vamos (2006), un álbum en el que Cerati decidió volver a sus propios orígenes rockeros, en contrapunto al experimental (y algo flojo) Siempre es hoy (2002), y que fue recibido con tibieza con el público. Y peor aún, las nuevas generaciones parecían lejos de enganchar con esa música. “Cuando me separé de Soda Stereo, lo primero que buscaba era diferenciarme hasta sonoramente. Necesitaba marcar una diferencia exploratoria, sonora y lírica. Lo evidente es que en los discos anteriores tuve una cuestión más relacionada con la electrónica y había más eclecticismo”, señaló a Clarín por esos años.
Por entonces, y ya separado de Cecilia Amenábar, Cerati había logrado construir nuevamente su propio estudio de grabación, que bautizó Unísono. Esto, porque ya había tenido Casa Submarina, en el hogar que compartía con Amenábar. Unísono era una vieja fábrica de zapatos que Cerati acondicionó como estudio, ahí comenzó a trabajar en nuevas canciones. “Sin que tuviera un preconcepto, eliminé naturalmente todos aquellos lugares raros o ambientales que había utilizado en discos anteriores; simplemente porque las canciones no lo necesitaban”, comentó a Clarín.
“La diferencia que veo es que este álbum es más rockero, más guitarrero y posiblemente menos disipado en cuanto a las vertientes; va más al punto, tiene como un sonido vector que viene por el lado de la guitarra. Y veo al título como arengador, como un grito de batalla”, agregó.
Pero hay otro detalle crucial en la composición de esa canción, y lo relata Juan Morris en su libro Cerati. La biografía (Sudamericana, 2015). Había tenido una reciente ruptura amorosa, muy particular.
Por primera vez era una mujer la que cortaba con él, en este caso, Deborah de Corral. Eso le dolía demasiado, y volcó en la música sus ganas de sanar. “Cerati estaba volviendo al rock. En su casa, solo, había vuelto a escuchar viejos discos de Queen y Led Zeppelin. Le gustaba el clasicismo de los arreglos de Queen y el trabajo con el sonido de las guitarras de Jimmy Page, la forma en que las entelazaba. Así como en Dynamo había purgado el dolor por la muerte de su padre componiendo un disco desde el ruido y la distorsión, el duelo de esta separación iba a ser tocando riffs de guitarra con los dientes apretados”.
“Sos el paisaje más soñado”
De esa energía se contagió Lago en el cielo. Una balada que va creciendo a medida que la canción avanza y que tiene un tono algo épico.
“’Lago en el cielo’ para mí es la perla del disco. Lamentablemente tomo partido por ese tema… esa es una canción que salió así, de una. Es la canción de amor del disco aunque tiene algo muy potente sonoramente -reconoció Cerati en una entrevista-. Y es una cosa que a veces uno siente que ante una relación, uno le pone mucho gas, la empuja mucho, quiere que sea determinada la manera y la canción me sirvió un poco para reforzar algunas ideas de decir: ‘bueno, vamos despacio. Yo sé que todo esto está bien increíble, que vamos para el mismo imaginario, que vamos para el mismo lugar. Pero vamos despacio’”.
A los músicos les gustó mucho la canción, así lo comentó el bajista Fernando Nalé tiempo después con Teleshow: “Cuando nos pasó el demo, a mí me resultaba un tema algo atípico. Lo escuchamos todos en el estudio, que era lo que solía hacer Gustavo: nos mostraba los demos y empezábamos a trabajar sobre eso. La primera vez que lo escuchamos fue antes de que escribiera la letra, solo la música. Y la parte de la canción, donde él después puso la voz, me sonaba bastante atípica. La intro, el leit motiv, sí me pareció re Cerati. Pero todo lo que pasa después me sorprendió mucho y para bien”.
“Cuando el tema estuvo terminado, después de que grabara las voces, me acuerdo de que lo estábamos escuchando previo a ser mezclado, y en la ‘parte C’, cuando él canta ‘Sos el paisaje más soñado...’, se ponía re contento y decía: ‘¡Soda Stereo!’ (risas). A él le remitía bastante a Soda y sí, esa parte tiene el espíritu épico de su grupo. Después también tiene una coda que es épica. Creo que es un tema súper rico, que tiene de todo. Dentro de su estilo, es de los temas que más se salen de la norma. Es muy sentido, con una estructura muy épica. Y al darse esas dos cosas, la canción terminó teniendo el peso que tiene”, agregó Nalé.
El baterista Fernando Samalea también opinó con Teleshow: “El riff famoso de esa canción, el arpegio característico, era solo un pedazo, unos pocos compases de una larga jam que él había tenido con su banda: Nalé, Pedro Moscuzza y Leandro Fresco. Él la rescató y, a partir de ahí, fue el disparador para comenzar a escribir la progresión de acordes y luego la letra y la melodía”.
Ambos, en la citada charla, recordaron esos últimos acordes. “Lo disfruté mucho, porque fue un gran final, con todo. Era el final del tramo de la gira y un poco por eso fue así -dijo Fernando Nalé-. Tenía que ver con cómo se sentía él esa noche, que estaba exultante. Estábamos todos muy contentos, había como un espíritu muy arriba. Se dejó llevar por esa energía tan linda que había. Por eso el solo fue más largo. Me acuerdo que me sorprendió que durara tanto, pero a la vez que me iba sorprendiendo, me gustaba. No llegás a pensar nada en ese momento. Lo seguimos a él, que estaba iluminado. Y lo seguimos hasta que decidió terminar el tema”.
Samalea complementa: “Ese momento culmine era su lugar guitarrístico y se dejaba llevar como un niño. Se estiraba un poquito más o un poquito menos, de acuerdo a las noches... Quizás pudo haber sido más largo, pero me parece que es más un mito que otra cosa. En todos los conciertos era un momento muy de banda, de sentir que estamos todos ahí en ese trance hipnótico de la música”.
Cuando la canción llegó a su fin, vino una coda instrumental, al estilo de los 60, cuando la curva iba en descenso, Cerati señaló: “¡Chao, Venezuela!”, se golpeó el pecho, terminó de sonar el acorde, y remató: “Hasta la próxima, chao!”.