Las series sobre personas adineradas y con vidas aparentemente perfectas, pero que en realidad guardan oscuros secretos que de a poco empiezan a salir a la luz, se han vuelto una constante en la pantalla chica de los últimos años.
Una fórmula que está al borde del desgaste pero que sin duda es interesante de ver cuando se hace bien. Big little lies y The undoing son buenos ejemplos. Unos pasos más atrás aparece también Nine perfect strangers. Y todas esas series no solo tienen una temática en común sino que también comparten una estrella: Nicole Kidman.
Entonces cuando aparece una nueva historia sobre una familia millonaria reunida para un matrimonio, a la que le cambian los planes cuando una persona aparece muerta, y además una de las protagonistas es nuevamente Kidman, sin duda da para entusiasmarse.
Ese es el punto de partida de La pareja perfecta, serie estrenada por Netflix con Nicole Kidman y Liev Schreiber en el rol de un matrimonio con 29 años de supuestamente feliz matrimonio y tres hijos, uno de los cuales está a punto de casarse con una chica que la matriarca y escritora Greer Garrison Winbury (Kidman) no aprueba del todo. Es una familia donde las apariencias importan más que cualquier cosa y donde la ropa sucia se lava en casa. Así, cuando una persona es encontrada muerta y la policía empieza a invadir su privacidad, el equilibrio se pierde rápidamente.
Con sus seis episodios de cerca de 50 minutos cada uno, La pareja perfecta tiene varias cosas a su favor. Es una ficción entretenida, a ratos irónica y graciosa, y con algunas muy buenas actuaciones, incluyendo a Kidman, Schreiber, Dakota Fanning y Meghann Fahy (The White Lotus).
Lamentablemente eso no puede ser dicho de todo el elenco y la serie además tiene otros problemas. Hay personajes totalmente irrelevantes, revelaciones y giros que no van a ninguna parte y líneas de trama, incluyendo la investigación del caso, que se olvidan por episodios completos o son simplemente abandonadas.
Pero por sobre todo esto, es una serie que peca de ambiciosa y que trata de pasar gato por liebre, vendiéndose como un guión que hace un comentario agudo sobre la vida de los más privilegiados, aunque esto nunca termina de cerrar del todo. En cambio cuando se enfoca en ser un drama incluso cercano al culebrón, sobre una familia disfuncional donde todos guardan secretos, se pone más interesante, se relaja e incluso deja pasar algunos buenos momentos de sarcasmo.
Es una ficción que se deja ver y que divierte, y que quizás hace 10 años hubiera sido un exitazo, pero cuando el espectador ya ha visto tanto, y tanto ha sido mejor, esta no tiene para más que pasar con un poco más de pena que de gloria.