Ya lo dijo Juan Luis Martínez, “Los pájaros cantan en pajarístico”. Siguiendo esa línea, los médicos hablan en medicatístico, y los abogados en abogadístico. Y un buen día ese pesado lenguaje abogadístico terminó por aburrir a un abogado español, Manel Loureiro (49) quien simplemente decidió dejarlo atrás y lanzarse al vacío a por su verdadera pasión. “Recuerdo exacto el día que empecé a escribir. Empecé el 30 de diciembre del 2005 porque es el día que yo cumplía 30 años. Yo notaba que necesitaba escribir algo que no fuese la literatura jurídica, que era la que formaba parte de mi vida, que me estaba asfixiando, porque es muy rígida, es muy técnica. Aquello que empecé a escribir se transformó en un blog, que se transformó en un fenómeno viral, que se transformó en un éxito, que a su vez se transformó en un bestseller, que a su vez se empezó a aprender en un montón de países y en un montón de idiomas de todo el mundo y me fue arrastrando”, recuerda el mismo Loureiro en charla con Culto.
Luego ese arrastre hizo que en el 2011, Loureiro tomara una decisión radical. “Me di cuenta que no podía mantener esas dos profesiones de manera simultánea por un sencillo motivo, porque cada vez divergían más, cada vez me exigía más tiempo la escritura y me di cuenta de que yo iba a acabar cometiendo un error, un error en mi trabajo como abogado que iba a pagar algún cliente. Entonces me engañé a mí mismo y decidí que me iba a tomar un año sabático, que iba a descansar para dedicarme solo a escribir. Al acabar ese año sabático dije: ‘Oye, va bien, vamos a prorrogarlo más’. Otro año sabático”.
“Al terminar el segundo año sabático y a punto de empezar el tercero, me di cuenta de que ya no había posibilidad de un tercer año sabático, que realmente cada vez estaba dejando más atrás mi antigua profesión de la que cada vez me olvidaba más cosas, de la que había dejado de aprender un montón de cosas, porque sabes que es una profesión que está en permanente de formación. Había cruzado una línea y ya no había vuelta atrás. Me vio vértigo al principio, pero un vértigo relativo porque ya era el año 2012, ya llevaba muchos libros a mis espaldas, ya vivía de la escritura”.
Así, Loureiro -oriundo de Pontevedra, Galicia- comenzó una carrera como escritor de thrillers, lo que lo ha consolidado como un autor best seller. La última de ellas, la novena de su carrera, se llama Cuando la tormenta pase (Planeta) y vino a presentarla a Chile, entre otras instancias, en la Cátedra Abierta en Homenaje a Roberto Bolaño, donde estuvo este lunes.
En sus páginas, Loureiro cuenta la historia de Roberto Lobeira, un periodista y escritor quien llega a la gallega isla de Ons para aislarse y escribir una novela. Lo sorprende una tormenta, lo deja aislado, y sin querer, se ve envuelto en las intrigas y querellas entre sus habitantes. Básicamente entre dos familias, los Freire y los Docampo. “Esta historia surge de una pequeña obsesión que tenía hacía tiempo, que es que me fascinan los pequeños conflictos rurales. Es decir, esas historias de esas tensiones que surgen en los sitios apartados y que normalmente se mantienen en un estado latente hasta que de repente pasa algo que explote -señala Loureiro-. Seguramente aquí en Chile también se conoce esa expresión de pueblo pequeño, infierno grande, que si tú y yo vivimos en una gran ciudad y nos llevamos mal, con no cruzarnos lo tenemos muy fácil, pero en un sitio pequeño la cosa es diferente, porque el roce continuado lo que hace es reavivar esos rescoldos de rencor”.
- ¿Conocías la isla de Ons?
- Yo ya la conocía, por supuesto. La isla de Ons es un lugar muy peculiar. Es un sitio que está ubicado frente a las costas gallegas, es una isla atlántica y como todas las islas atlánticas es verde, es húmeda, es fría, está agotada por las olas, pero que tiene una peculiaridad. En verano es un destino turístico de primer orden, todos los días llegan miles de personas allí, pero en invierno, en invierno la cosa cambia por completo. El único muelle de la isla es muy estrecho y entonces las tormentas invernales lo que hacen es que los barcos no puedan amarrar y la isla quede incomunicada con el continente. Sólo quedan unas 30 personas allí viviendo en invierno en unas condiciones muy extrañas, porque no son propias del siglo XXI, están incomunicados. Yo ya había estado allí, había estado en verano, me había fascinado aquel sitio, tiene uno de los últimos faros habitados de Europa y de repente me di cuenta que era el escenario perfecto para contar esta historia, porque además la isla tiene un montón de tradiciones, de leyendas y de misterios que generaban el entorno perfecto para acabar de adoptarle de todo el aura de misterio. Es decir, tiene todos los elementos que permiten construir un buen thriller que atrape al lector.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura?
- Fue muy orgánico. Tenía muy clara la historia. Antes de ponerme a escribir, yo personalmente me fui a la isla en pleno invierno, pedí un permiso especial a las autoridades, que son las que gestionan el faro, para que me permitiesen ir allí en pleno invierno. Eso ahora forma parte de un parque natural. Es una experiencia bastante impactante, después de coger todos los elementos que me hacían falta, lo único que tenía que hacer era construir una historia.
- ¿Y cómo fue la experiencia de estar en la isla?
- Fue desconcertante. Primero, porque la isla en invierno es un lugar ciertamente inquietante, un sitio que está pensado para que haya miles de visitantes cuando se queda vacío, te sientes un poco como el último guisante de la lata. Tú imagínate, tú ponte en mi situación, imagínate en una isla donde tendría que estar todo lleno de gente y no hay nadie. Si tú vas caminando durante horas y no te encuentras a prácticamente nadie. De hecho, yo encontré la respuesta a esa pregunta que se formula de manera retórica tantas veces ¿qué te llevarías a una isla desierta? Yo ya sé la respuesta, por lo menos la mía: yo me llevaría gente. La sensación, de verdad, la sensación de estar solo cuando no quieres estar solo es muy agobiante. Después también descubrí que, por ejemplo, el faro, que está en lo alto de la isla es un sitio que está cargado de energía, porque es un lugar que tiene varios siglos de historia. Tiene una biblioteca maravillosa. Imagínate toda una habitación con las paredes llenas de libros, con una ventana enorme abierta a un acantilado donde las olas del Atlántico rompen con fuerza un par de sillones orejeros y una chimenea rompiendo. Bueno, pues eso es lo que estaba allí. Y esa biblioteca era el producto de sucesivas generaciones de fareros que a lo largo de los siglos habían estado allí y habían ido dejando los libros. Imagínate la mezcla de estilos, la mezcla de géneros, la mezcla, bueno, un sitio extraño, la verdad. Todo eso sirve para crear un espacio muy, muy especial.
- Al igual que Roberto, ¿también te aíslas para escribir una novela?
- No. Yo necesito escribir en mi espacio donde trabajo, en mi estudio en mi entorno, en definitiva. La idea había surgido aproximadamente un año antes, en verano. Había estado en aquella isla, en verano. Y de repente, en medio de la noche, rodeado de la oscuridad más absoluta, porque la isla en invierno no tiene electricidad, es decir, la electricidad está racionada, se queda a oscuras. Y yo, allí en medio de la noche, de repente yo veía a lo lejos brillando en la distancia las luces del continente. Podría ver esa delicada línea de perlas brillantes que es el alumbrado público, las luces de algún coche pasando y de repente yo fui consciente de que yo podía verlos a ellos, pero ellos no me podían ver a mí. Era realmente como si estuviesen en la Luna, porque no podía llegar allí aunque quisiera. Y fue ese momento de darme cuenta de que estaba en un lugar extrañamente remoto y aislado en el corazón de Europa, a la vista de todo el mundo, en un lugar donde podía pasar cualquier cosa sin que nadie se enterase.
- ¿Y cuánto de ti tiene Roberto?
- Tiene una parte, evidente, porque dicen que los escritores al final utilizamos como referencia aquello que conocemos. Roberto es escritor, como yo, tiene una antigua profesión que está dejando o que ha dejado a sus espaldas, como he hecho yo, y es muy obsesivo en la fase final de su escritura. Pero ahí terminan los parecidos, porque Roberto es periodista. Y entonces, como todos los periodistas, le encanta preguntar y repreguntar y volver a preguntar. Y esa curiosidad, esa necesidad casi imperiosa de saber el porqué de las cosas, es cuando llegas a un sitio que es potencialmente explosivo, que está todo a punto de volar por los aires con dos familias que se odian y hay una tensión a punto de desatarse, pues a lo mejor no es la mejor estrategia.
- ¿Por qué crees que a la gente le gustan los thrillers?
Yo creo que es porque es el elemento perfecto o el vehículo perfecto para conseguir una cosa que es fundamental: que es que la literatura sea divertida. Yo concibo la literatura como diversión, como entretenimiento, como evasión. Leer tiene que ser divertido. Leer tiene que ser algo que suponga la suspensión de la incredulidad. Cuando tú estás leyendo un libro o cuando estás viendo una película o una serie, tú sabes que es mentira, sabes que lo que estás leyendo se lo ha inventado alguien y que lo que estás viendo en la pantalla es una película, es un señor o una señora actuando. Pero nuestro cerebro es muy curioso, estamos programados para contar y para que nos cuenten historias, nuestro cerebro desconecta y aceptamos que eso que estamos viendo, que sabemos que es ficción es real. Y cuando eso sucede y te absorbe, es cuando te caes dentro de un libro. Sabes esa sensación de que pierdes la noción del tiempo, de que estás leyendo y lo único que te importa es lo que está sucediendo dentro del libro, dentro de esta película. El thriller es el elemento perfecto para conseguir eso, por su propia dinámica, por su propio ritmo, por sus propios giros, por sus propios momentos de suspense. El thriller es el vehículo perfecto para conseguir tener al lector sentado en el borde de la silla, pasando páginas sin poder parar hasta llegar al final, que se engañe a sí mismo, sabes que diga eso de venga, voy a leer solo dos páginas más por hoy y lo dejo. Si consigues que pase eso, si consigues ese nivel de inmersión, la experiencia es maravillosa.