“Esto es por el Rock in Río”, nos dice el amable conductor de aplicación, que nos lleva hacia una de las conocidas playas de Río de Janeiro. Se refiere al visible despliegue policial en la ciudad. En los principales balnearios, así como en carreteras y en centros comerciales, es notoria la presencia de personal de policía militar, así como efectivos de las otras fuerzas de orden de las que dispone Brasil.
No es para menos. La prensa local detalló que para la ocasión se desplegaron no menos de 5000 agentes, 143 vehículos, ocho torres de observación y 16 controles de carretera. Además, coincidiendo con la temporada de turistas, se anunció la instalación de 150 nuevas cámaras de seguridad en las concurridas playas de Leme, Copacabana, Ipanema y Leblón.
La ciudad parece palpitar junto al evento que se realiza en la Cidade do Rock, levantada en el Parque de los Atletas, zona de Barra da Tijuca. En los paraderos del transporte público y en las playas más concurridas son visibles los anuncios publicitando el Festival, e incluso en la señalética de los postes de las autopistas se avisa la distancia que resta y el estado del tráfico.
Pese a que la Cidade do Rock está en una zona a la que se accede por carretera, es posible llegar tomando el transporte público. La estación de Metro más cercana, Jardim Oceánico, funciona las 24 horas y desde ahí se puede tomar una conexión con los buses del sistema BRT Expresso que llegan hasta el Centro Olímpico. El evento también cuenta con transporte oficial con 16 puntos de embarque distribuidos por la ciudad. Este mismo tiene rutas de regreso desde las 22.00 horas y hasta la 2 de la madrugada.
Este año, Rock in Río cumple 40 años desde su fundación. En enero de 1985, cuando Brasil avanzaba hacia la normalización democrática tras el régimen militar, se realizó el primer festival en la zona de Jacarepaguá, en el oeste de la ciudad. Durante 10 días y ante una asistencia que llegó a 1.380.000 espectadores, el evento reunió a nombres de la primera línea del rock, como Queen, Iron Maiden, Rod Stewart, AC/DC, Yes, Scorpions y Ozzy Osbourne. Toda una novedad para un país de Sudamérica.
La efeméride ha cruzado toda la campaña publicitaria e incluso a la programación del evento con momentos diseñados para eso. El hito coincide además con los 100 años que cumple su principal auspiciador, el Banco Itaú, que cuenta con una presencia particular en el recinto, por lo que el tono festivo es la norma. “El día 27 de septiembre Itaú celebra 100 años. Un siglo transformándose para mantenerse relevante y formar parte de la vida de las personas. Después de Madonna, Rock in Río, el festival de música y entretenimiento más grande del mundo, es la próxima etapa de nuestra conmemoración, que empieza en Río y llega a Chile, donde celebramos juntos con nuestros clientes y colaboradores invitados al festival”, dice Melina Kitzinger, gerente de marketing Itaú Chile.
Tal como sucede en otros eventos a nivel mundial, el festival se despliega a lo largo de dos fines de semana: del 13 al 15 de septiembre y luego del 19 al 22 del mismo mes. Para este año, el cartel tiene entre sus destacados a Travis Scott, Imagine Dragons, Katy Perry, Cindy Lauper, Mariah Carey, Ed Sheeran, entre otros. Culto pudo asistir al domingo 15, día que en la previa había sido uno de los sold out en la oferta de entradas. El cartel ofrecía nombres contundentes, como Incubus (quienes estarán en Chile en 2025), Evanescence, Deep Purple y Journey (estos dos últimos acaban de presentarse el 17 de septiembre en el estadio Santa Laura).
El sábado 14, era el día concentrado en el pop. La prensa local destacó a los números de vocación más juvenil como Imagine Dragons y OneRepublic. Por ello, el contraste con el domingo 15 era notorio; la asistencia tenía a público más adulto y familiar, mezclado con jóvenes fans del rock que lucían poleras de sus bandas favoritas. Desde temprano eran notorios los flujos de personas que llegaban por la Avenida Salvador Allende, hacia la Cidade do Rock.
Un parque de diversiones de rock
Los datos oficiales dicen que al evento asisten entre 80 mil a 100.000 personas diarias. Por ello, la calzada norte de la avenida, que da hacia la Cidade do Rock, se mantiene enrejada para proteger a los asistentes. También hay enormes pasarelas para cruzar de un lado al otro de la autopista y son notorias las patrullas policiales que establecen un anillo de seguridad.
Cortando desde la Avenida principal, sale la calle Ana Lucía Magalhães que lleva directamente hacia el recinto donde se realiza el Festival. Son pasadas las 14.00 horas y ya es posible advertir mucha gente llegando al sitio, atendiendo a que los primeros shows arrancan a las 15.00. Pese a todo, el acceso al Festival es relativamente expedito al llegar hacia los portones de acceso, a los que siguen los habituales controles por parte del personal de seguridad.
La Cidade del Rock es impresionante al primer golpe de vista. Son visibles los stands y activaciones de marcas, además de varias alternativas de panoramas. Ahí se notan los años de organización. Para comer hay stands de venta de alimentos y un enorme Gourmet Square; se trata de una zona techada y climatizada, que dispone de una oferta gastronómica basada en la cocina carioca.
El calor y humedad propio del clima local, se siente. El viernes y el sábado, las temperaturas llegaron a 39 grados, por lo que había que ir preparado. Afortunadamente, la máxima el domingo llegó solo a 29 grados y el cielo se mantuvo cubierto, lo que hizo todo más llevadero. Como sea, en el recinto hay distribuidos 176 grifos de agua en las zonas de hidratación. En otros puntos, hay dispuestos pulverizadores de agua para refescar a la audiencia.
Un detalle es que no abundan las zonas de sombra, las que se concentran en las activaciones y los espacios cerrados. Otra alternativa de sombra es el stand de Itaú, ubicado casi a un costado del escenario princpal. Este ofrece una zona de descanso, enchufes para cargar el móvil, vista al escenario desde sus niveles superiores y está revestido con una piel de pantallas de alta tecnología.
A la manera de los festivales del primer mundo, también hay otras alternativas de entretención como si fuera un parque temático de rock: una imponente montaña rusa; un discovery o “martillo”; un mega download que ofrece caída libre (como el conocido Xtreme Fall de Fantasilandia); una tirolsea que cruza de extremo a extremo frente al escenario principal, y tiene demanda durante todo el día. “La gente se tira para ver a los artistas en el escenario, y algunos hasta los saludan de vuelta”, nos comenta Pablo, un chileno que trabaja para el auspiciador principal del festival.
Incluso, hay una pequeña capilla que celebra bodas reales con predicador, orquesta en vivo, lanzamiento del ramo y todo.
El atractivo más notorio es la enorme rueda de la fortuna (roda gigante, en el idioma local), montada cerca del Palco Sunset, uno de los escenarios principales. Ya desde las primeras horas se ve una una fila de personas que buscan acceder al juego y todavía más hacia la noche, cuando llega la mayor cantidad de gente y la rueda se ilumina por completo.
Los 6 escenarios principales tienen un look distintivo. Por ejemplo, el Espaço Favela, recrea las aglomeraciones de coloridas casas en las barriadas de Río. Mientras, el escenario principal, Palco Mundo, es una enorme infraestructra de 100 metros de ancho, montada en planchas metálicas de acero reciclado.
Decíamos que Rock in Río celebra este año sus 40 años de existencia. El hito se hace ver con un constante ambiente festivo. De hecho, además de los shows en los escenarios, este año estaba dispuesta la presentación del musical Sonhos, lama e rock and roll, que recorre la historia del festival. Es un espectáculo de poco menos de una hora, con cuatro funciones diarias.
Asimismo, hay momentos del día marcados por el tono celebratorio. Pasadas las 16.30 horas, los asistentes bramaron al notar la aparición de la Esquadrilha céu, un destacamento civil de demostraciones aéreas. La cuadrilla de cinco aviones apareció volando desde la parte posterior del escenario principal y realizó un espectacular número de piruetas, entre las que destacó formar un número 40 con las estelas de las naves.
También hay momentos para el recuerdo. En las pantallas de los escenarios se mostró una cápsula audiovisual que rememora los principales hitos, como la histórica presentación de Queen.
El Palco Mundo es el que concentra algunos de los principales shows. Las pantallas gigantes y el blanco satinado de las planchas metálicas, son perfectas para los juegos de luces. Además, cuenta con un excelente sistema de sonido, gracias a las 9 torres de delay dispuestas frente a este escenario. Así, es posible escuchar con precisión lo que tocan los músicos; los bajos se sienten rotundos y definidos, y las voces no se pierden entre la marea humana.
Las presentaciones de la jornada dejaron momentos memorables. En el Palco Sunset, los californianos Incubus interpretaron un set en que repasan parte de su celebrado Morning View (2001), además de sumar algunas versiones, como la legendaria Come Together de The Beatles.
Luego, en el Palco Mundo, los estadounidenses Evanescence mostraron el arrastre que tienen en Brasil, concentrando la mayor parte de la atención del público. La vista de la marea humana, desde la terraza de la zona VIP, era impresionante. El público siguió con atención la presentación, pese a concentrase en su material más reciente.
Los shows de las glorias del recuerdo, como Deep Purple y Journey, también concentraron interés, en su mayor parte del publico adulto. Los primeros arrancaron con Highway Star, su tema pensado como canción de apertura, y presentaron un show que alternó entre sus clásicos y algunos cortes de su celebrado nuevo disco =1 (2924). Los segundos, con el cantante Arnel Pineda al frente, se concentraron en el material de sus días de mayor éxito en los años 80.
Ya es pasada la medianoche. Falta el show del grupo Avenged Sevenfold para cerrar el Palco Mundo. Mientras algunos hacen fila para la tirolesa, otros se agencian una cerveza y se toman alguna foto para el recuerdo. En eso suena un estruendo. En el cielo carioca, los fuegos artificiales iluminan la noche y marcan la celebración. La gente canta, grita y sigue con ganas de fiesta. “Esto es como el Disneylandia de los conciertos”, nos dice el mismo chileno. Y tiene razón. En Rock in Río la fiesta no se detiene.