Fue un encargo lo que hizo que la escritora mexicana Jazmina Barrera (36) pusiera los ojos en una coterránea suya del siglo XX, Elena Garro. Se trataba de escribir algo sobre la autora de Los recuerdos del porvenir (1963). “Ella pensaba en algo breve, nada muy exhaustivo”, recuerda Barrera.
El proyecto la tuvo poco más de dos años visitando los archivos de la autora en la Universidad de Princeton y revisando abundante bibliografía. Hoy, ese trabajo acaba de llegar a las librerías nacionales con el título La reina de espadas (Lumen). No es una biografía en el sentido tradicional, sino que una colección de fragmentos en los que Barrera va contando la vida de Garro en paralelo a cómo va desarrollando la investigación.
“Yo he trabajado mucho con el fragmento, me gustan las formas breves, las miniaturas. Me gusta todo lo que dentro de un canon tradicional literario puede parecer intrascendente o innecesario -cuenta Barrera a Culto, vía Zoom-. Esto que quizás Perec llamaría lo infraordinario, a mí siempre me ha gustado mucho. Y la forma del fragmento creo que tiene muchas posibilidades. Me gustaba esta idea de la viñeta, casi como uno de esos View Masters donde uno va pasando y ve pequeñas imágenes que pueden ir contando una historia, que sin embargo llegan desde diferentes lugares y que permiten una mirada caleidoscópica de la vida de un personaje así”.
Barrera es autora de interesantes libros inclasificables, como Cuaderno de faros (2017) o Línea nigra (2021). Por esa misma vocación de utilizar todos los recursos del lenguaje define su libro como un ensayo biográfico. “La palabra ensayo a mí siempre me ha gustado. Aquí en particular era eso, un experimento, un juego, un proceso inacabado en muchos sentidos, que no buscaba ser exhaustivo, que buscaba un acercamiento, un retrato. Tampoco es que yo haya encontrado el hilo negro, encontré varios libros que se asemejaban a lo que yo estaba tratando de hacer. Ahí mismo en Chile la UDP ha publicado algunos ensayos biográficos muy hermosos. Está, por ejemplo, el de Diego Zúñiga sobre María Luisa Bombal, y luego el mismo Diego Zúñiga me presentó a una escritora francesa increíble, Nathalie Léger, que escribió un libro sobre la cineasta Bárbara Loden y que también tomé de modelo. En fin, fui encontrando estos modelos de libros que no pretendían ser exhaustivos, totalitarios, como algunas biografías que yo había leído y que encontraba francamente aburridas”.
Elena Garro fue un personaje muy interesante. Se casó con el escritor Octavio Paz siendo menor de edad (de hecho, según el libro, Paz le pidió que mintiera sobre su edad para poder contraer matrimonio). Fue novelista, dramaturga y poeta. “Escribió en casi todos los géneros literarios que nos podamos imaginar: novela, cuento, ensayo, memoria, poesía, y dentro de eso exploró el realismo, el realismo mágico, la literatura humorística, el sinsentido, el surrealismo, la novela negra, todo lo que uno pueda imaginar lo hizo, lo intentó, y esto es algo que yo admiro muchísimo de ella y que me sigue sorprendiendo”, comenta Barrera. Cabe agregar que Garro es considerada una de las precursoras del Realismo Mágico, junto a Juan Rulfo, pero a ella la etiqueta siempre le molestó.
Además, Elena Garro tuvo una hija -Helena Paz-. Huyó al exilio, vivió en cerca de 80 casas diferentes. Era lectora, declarada anticomunista, pero simpatizante de Trotsky. Sin embargo, también tenía un lado frívolo porque gastaba ingentes sumas de dinero en vestuario de lujo Chanel y Dior, incluso en momentos de apriete económico. Tanto fue así, que el mismísimo Christian Dior quiso darle trabajo como modelo dada su belleza, pero Octavio Paz no la dejó. Justamente, uno de los ejes del volumen es su matrimonio de 22 años con el autor de El laberinto de la soledad, con constantes infidelidades de lado y lado (uno de los amantes de Elena fue nada menos que Adolfo Bioy Casares). Sin embargo, fueron tiempos tormentosos.
“Es una relación, a mi parecer, muy desafortunada. Trágica desde el principio, dolorosa, violenta, complicada -dice Barrera-. Desde sus primeras cartas, cuando estaban más enamorados, ya había una serie de violencias que a mí me parecen terribles. Por supuesto que respondía mucho al contexto machista de la época, y también a la personalidad particular de Octavio Paz. Por supuesto, el mismo Octavio Paz fue muchas personas y se fue transformando a lo largo de su vida y vemos cómo su relación con Elena Garro se fue transformando. Sin embargo, en muchos puntos es una relación muy abusiva y yo creo que ahí la gran víctima fue su hija. Fue un personaje que sufrió unas cosas horribles, indecibles, fue violada por el padrastro de Octavio Paz, anduvo dando vueltas por todo el mundo y que fue usada como moneda de cambio y de chantaje entre Octavio Paz y Elena Garro. Terminó adicta al alcohol, a los barbitúricos. Era muy sensible, muy creativa también y terminó desecha”.
Otro aspecto fue la particular relación que tuvo Elena Garro con los intelectuales mexicanos. A un grupo de 500 de ellos, la mayoría del Politécnico y la U. Autónoma de México, los acusó de ser “los verdaderos responsables” de la terrible matanza de Tlatelolco, del 2 de octubre de 1968. “Esos intelectuales de extrema izquierda que lanzaron a los estudiantes a una loca aventura que ha costado vidas y provocado dolor en muchos hogares mexicanos”, señaló. Sin embargo, había estado en contacto con los estudiantes e incluso protegió y escondió algunos en su casa. Pero el gobierno la acusó de estar ligada al político Carlos Madrazo y que buscaba derrocar al gobierno. Fue a prisión y luego al exilio a Europa.
“Esa fue la narrativa que prevaleció durante mucho tiempo acerca de Elena Garro. Era la traidora, pues incluso la espía -comenta Barrera- Se hablaba directamente de que era una aliada del régimen y cuando estudiamos su vida vemos que fue mucho más complicado que eso. Es alguien que quedó atrapada entre dos mundos, que nunca terminó de pertenecer ni al mundo de la política del régimen, ni al mundo de los intelectuales. Tuvo una relación ambivalente con el movimiento del 68 y cuando un personaje después de la matanza de Tlatelolco la denuncia a ella como parte de las instigadoras del movimiento, ella se deslinda. Fue muy desafortunado”.
“A mi parecer ese fue un error, que por supuesto le costó muy caro. Sufrió amenazas de muerte. En ese contexto no se le puede culpar demasiado de lo que dijo y sin embargo tampoco se puede se le puede deslindar de toda responsabilidad porque creo que sí la tuvo. Yo creo que fue un momento terrible para México en donde ella fue utilizada por el gobierno y luego fue perseguida por el gobierno. Sin embargo, no es responsable de esa matanza, hay que decirlo claramente, la matanza de Tlatelolco la perpetró el gobierno, el estado, el ejército. Esos son los verdaderos villanos de esa historia, los verdaderos responsables”.