Cuando Violeta Parra le pidió a Dios un terremoto (y llegó el más fuerte de la historia)

Violeta Parra y Terremoto de Puerto Montt de 1960

Había escuchado de los sismos en el sur de Chile el 21 de mayo y, al día siguiente, escribió un telegrama con una extraña petición. La canción Puerto Montt está temblando inmortaliza su experiencia en el devastador movimiento telúrico y su diálogo con Dios.


Violeta Parra, personaje icónico de la cultura chilena, nació un 4 de octubre, hace 107 años. La destacada cantautora recorrió Chile en busca de letras e historias, dando vida a un cancionero que perdura hasta la actualidad. Tras grabar dos discos y recibir múltiples reconocimientos en folclor y poesía, desarrollar la escultura y la pintura, y publicar Cantos folklóricos chilenos (1959), su nombre se convirtió un recurrente y obligado en eventos de todo Chile.

Una gira la llevó al sur del país en 1960, junto al conjunto Cuncumén. En esa oportunidad, viajó acompañada de su hija Isabel, de 21 años, y Ángel, de 17.

Violeta Parra

El día del terremoto

La primera parada de la gira fue en Valdivia. Posteriormente, el grupo se dirigió a Puerto Montt, ciudad a la que arribaron el 22 de mayo de 1960: el día del terremoto más grande registrado en la historia de la humanidad.

Obviamente, nadie sospechaba lo que estaba por venir. O quizás, Violeta sí. La artista y sus hijos llegaron al Hotel Miramar, ubicado en el sitio en donde actualmente se levanta la Casa del Arte Diego Rivera.

“La visitante recorrió lenta e impaciente, de arriba a abajo, el pequeño hall de recepción, como buscando alguna cosa no muy especial ni muy importante”, escribe el cantautor chileno Patricio Manns, en su texto Violeta Parra. La guitarra indócil (1986).

—Oye Dios: ¿Por qué no me mandas un terremoto?—escribió en el telegrama con destino a Santiago de Chile. Sin dirección, sin destinatario.

Terremoto Valdivia 1960
Foto: Terremoto Valdivia 1960.

Ya en el segundo piso del hotel, a las 15:10 horas, la sorprendió el terremoto, al igual que a miles de chilenos. El sismo fue de 8,5° —en Puerto Montt, fue de 9,5° en Valdivia—y su epicentro se localizó en las cercanías de Traiguén, en la provincia de Malleco, en la región de La Araucanía. Es decir, a unos 450 kilómetros de Violeta, aproximadamente.

Tres minutos bastaron para que centros poblados quedaran en ruinas y fallecieran al menos 1.600 personas a nivel nacional.

“Cuando unos miembros de la delegación lograron salir a la calle, vieron desplomarse el hotel vecino en que alojaba la folklorista. No cayó por partes, no se derrumbó contra la calle: se arrugó sobre sí mismo hasta que sus cuatro pisos destartalados quedaron convertidos en un chato y humeante montón de tablas y clavos retorcidos impecablemente acumulados sobre la base, entre nubes de polvo y gritos. De entre aquellas vaharadas siniestras emergió Violeta, arrastrándose, las ropas desgarradas, el cuerpo cubierto de cenizas y lodo, con una guitarra desenfundada en la mano. No había sufrido la menor herida”, continúa la narración de Manns.

El día anterior, un terremoto con doce epicentros se desarrolló en la costa de la península de Arauco y la región del Biobío. La cantautora escuchó esa noticia en la radio y decidió, en palabras de Manns, llevar a cabo un “repentino deseo de provocación” a Dios.

Violeta Parra
Violeta Parra en 1958. Foto de Quequo Larraín.

A raíz del terremoto, Parra compone la canción Puerto Montt está temblando, en donde narra lo sufrido aquella tarde del domingo 22 de mayo. Grabó esta canción para el volumen VIII del Folklore de Chile, titulado Toda Violeta Parra.

Así versa la canción:

“Puerto Mont está temblan­do / con un encono profun­do / es un acabo de mundo / lo que yo estoy presenciando / a Dios le voy preguntando / con voz que es como un bramido / por qué mandó este castigo / res­ponde con elocuencia / se me acabó la paciencia / y hay que limpiar este trigo (...) La mar está enfurecida / la tierra está temblorosa / qué vida tan rencorosa / lo trajo la atardecida (...) Así fue señores míos / la triste conversación / que en me­dio de aquel temblor / sostuve con el divino / cuando pasó el torbellino / de la advertencia final / bajito empezó a llorar mi cuerpo resucitado / diciendo Dios’tá indignado/ con la culpa terrenal”.

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