Desde la tierra de Gabriela Mistral, el profesor y escritor Cristian Geisse responde al llamado de Culto. Vicuña es el entorno que vio nacer Tu enfermedad será mi maestro (2024), su último libro publicado con Penguin Random House.
Este texto, con tintes autobiográficos, cuenta la historia de un hombre de unos 40 años que cuida a su madre con Alzheimer. Sin embargo, el título no solo se centra en la experiencia del protagonista, sino que aborda casos documentados donde la mente rompe los límites de la realidad y lo imaginario. Así, el narrador traduce historias de otros—entre ellos parientes, famosos y científicos—en su propio lenguaje, para reflexionar sobre el funcionamiento de la mente humana.
Cristian Geisse ha publicado libros de cuentos como En el regazo de Belcebú (2011), El infierno de los payasos (2018) y Pobres diablos (2018), y las novelas Richard Nixon School (2016), Catechi (2018) y Sapolsky (2021). En esa línea, Tu enfermedad será mi maestro (2024) responde a una serie de lecturas que, según sus palabras, forman parte de una búsqueda escritural sobre viajes internos y externos y la presencia de la literatura en la ciencia, y la ciencia en la literatura.
Sin embargo, esta historia es mucho más que un proyecto literario, tiene claros tintes biográficos. Geisse se inspira en la enfermedad de su madre. “La literatura tiene que ser personal, que te toque una fibra”, reflexiona.
Algo se sumó a ese momento personal: el descubrimiento de la obra de Oliver Sacks, un famoso neurólogo y divulgador científico, autor de libros como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985) o Alucionaciones (2012).
“A Oliver Sacks me lo presentó Alejandra Costamagna, quien vio que yo estaba leyendo a Robert Sapolsky de una manera literaria. Ella es una lectora superlativa y entendió que me estaba haciendo un favor al mostrarme ese libro, y lo fue, me voló absolutamente la cabeza”, relata el también profesor de Lengua y Literatura.
“Entendí que había algo, una veta del mineral más fino. Me vi leyendo a Oliver Sacks y viviendo la enfermedad de mi madre y entendí que había algo ahí digno de contarse, por ahí fueron los tiros”, comenta Geisse. “Yo salí transformado para mejor. Como dice Simón Soto: leer a Oliver Sacks le hace bien a la gente”, dice el autor.
—Se basa mucho en su experiencia personal para este libro. ¿Cuál es el desafío de poner en palabras su vivencia y hacerla pública?
Huxley dice que eso es la literatura: hacer público, lo privado. Sacks apuesta por un tipo de relato donde en que lo particular da luces humanas, sobre el conocimiento del mundo, nuestra relación con la enfermedad y la percepción de la realidad. No siento ningún tipo de temor que sí sentía en otros libros, donde la visión de los seres humanos era más sombría y tóxica. Aquí lo que me impulsó fue sobre todo el cariño y el amor y, en ese sentido, voy sin miedo a mostrarlo. Quedo en este libro como un rey, como un ángel frente a los otros que escribí. Aun así, me gusta que (el libro) se presente como una novela, donde ese yo todavía puede ser otro. No siento ningún tipo de pudor de mostrarlo, porque siento que muestro parte de lo mejor de lo que soy.
—¿Cree que a la literatura le falta abordar temas como el Alzheimer?
No tengo idea de lo que le falta o sobra a la literatura, siento que mi perspectiva es limitada. He elegido vivir aquí en Vicuña, la vida me ha llevado a ser profesor y un vecino más. Doy lo mejor de mí, pero mi perspectiva es limitadísima. Ahora bien, la literatura no necesariamente se escribe por causas nobles y, sin embargo, sí veo muchos ejemplos de gente que está escribiendo sobre sus vivencias, enfermedades y me parece que hace súper bien.
Siento que a pesar de que estoy aquí, en mi ventana al mundo, estoy en sintonía con muchas otras cosas que están sucediendo, sin que me lo imponga, como una comunicación morfogenética con el mundo. Por ejemplo, vi el documental La memoria infinita, pero al escribir este libro ni siquiera se me ocurrió obsérvalo. Voy entendiendo que esto está en el aire. Esta especie de antena que soy recibió la señal y comunicó el mensaje.
Escribir para vivir
Cristian Geisse no recuerda con exactitud el tiempo que le tomó terminar este libro, pero sí sabe que fue menor que títulos anteriores. Debía compatibilizar la escritura con los cuidados de su madre y su trabajo como docente.
“Estaba a la mitad de la enfermedad de mi mamá, cuidándola, mientras ella estaba en la otra pieza y la escuchaba decir cosas. Ni siquiera tenía un lápiz al lado, pero al otro día anotaba algunas cosas y cuando podía, me sentaba frente a un computador y trataba de avanzar”, dice.
El vicuñense escribe durante las mañanas. Así, construye lo que él denomina como un proyecto mayor, más allá de su última publicación. “No sé si terminará resultado, es sobre viajes hacia fuera —ya tengo uno escrito—y este sería un viaje hacia dentro”.
“Yo escribo con mucha dificultad, y quizás sea bueno que sea así. Trabajo, y no como escritor, tengo otro trabajo que me mantiene; sin embargo, la escritura es lo más importante, por alguna extraña razón”, reflexiona.
—¿Se puede vivir de la escritura?
Es una pregunta que toda la gente que se está tomando en serio esto se hace, y tengo varias respuestas. Yo nunca he vivido de esto, ya tengo 47 años y ahora ciertas cosas que están sucediendo me hacen pensar que el aporte, entre comillas económico, que podría producir este esfuerzo que hago, podría ser mayor. No me quejo, porque me ha caído, me ha llegado, pero Borges mismo dijo: yo no considero esto un oficio, porque no me da para subsistir. ¡Borges, imagínate! (ríe). Quisiera dedicarle más tiempo. Yo me despierto y me duermo pensando en esto, pero creo no basta con eso, hay que sentarse a producir. No es mi trabajo, no me da plata, y de hecho no me da dignidad, de hecho me quita dignidad, pero estoy dispuesto a arrastrarme como un reptil para seguir haciéndolo, y no me preguntes por qué es así. Es muy parecido a una obsesión, una adicción.