Columna de Marisol García: Vota x mí, bailo como tú

Republican presidential nominee Trump holds a rally in Saginaw
Republican presidential nominee and former U.S. President Donald Trump speaks during his rally in Saginaw, Michigan, U.S., October 3, 2024. REUTERS/Brendan McDermid

Documentales como Fresh dressed (2015) demuestran la agudeza de la industria de la moda para convertir en negocio las mismas pistas que la comunidad afroamericana levantó para resistir la hegemonía blanca sobre el libremercado. En esa misma senda, no debiese sorprender que también determinados modismos o símbolos antes asociados a los márgenes o “bajos fondos” pasen a ser conveniente moneda de cambio hasta para la más compuesta aspiración política



Quien se aplica en el subgénero de canciones de propaganda política está obligado a un rastreo de tendencias tan atento como el del más ambicioso emprendedor. En el último siglo, el registro chileno al respecto muestra desde la adaptación de canciones tradicionales mexicanas, en 1920 (“ayayayay, Baaaarros Borgoño: / aguárdate que Alessandri / cielito lindo / te baje el moño”), a la efectiva cumbia-reggae-andina con tres famosas voces masculinas que hace dos años nos invitaba al baile consciente (“... tú que quieres que esto cambie, / ya no lo dudes más /… vota Boric presidente”). Es la meta del impacto rápido y la complicidad gozosa. Faltaría más: nadie quiere escuchar un llamado al voto en clave de vanguardia experimental. Ser pegajoso o no ser.

Pero el cruce de música popular y campañas políticas viene ampliándose más allá de jingles adherentes, y la venidera elección en Estados Unidos está siendo elocuente en ello. Tanto o más redituable que un estribillo acertado es hoy la adhesión pública de figuras musicales de renombre, como pase de acercamiento express a colectivos cuyas inquietudes, si no se las comprende, al menos se puede hacer parecer que se las sabe tararear. No hay pudor: “Trump Trump Baby” es una remezcla para el mayor hit de Vanilla Ice, amplificado hasta ahora en encuentros masivos del expresidente, tales como la Convención Republicana. Captar el voto afroamericano y latino se ha valido de una estrategia de uso de códigos propios del hip-hop que, para sorpresa de los críticos, ha funcionado: estrellas del rap como Kanye West, 50 Cent, Lil Wayne y Kodak Black están a favor de la reelección del empresario. “El apoyo a Trump se está volviendo normalizado y aceptable en comunidades en las que antes era tabú”, reconoce un especialista en una nota sobre el asunto en el New York Times. Es distinto a que Beyoncé, Billie Eilish, Bruce Springsteen o —cómo olvidarla— Taylor Swift pidan el voto para Kamala Harris: lo suyo es esperable; lo de Trump a pulso de rap, contraintuitivo.

Documentales como Fresh dressed (2015) demuestran la agudeza de la industria de la moda para convertir en negocio las mismas pistas que la comunidad afroamericana levantó para resistir la hegemonía blanca sobre el libremercado. En esa misma senda, no debiese sorprender que también determinados modismos o símbolos antes asociados a los márgenes o “bajos fondos” pasen a ser conveniente moneda de cambio hasta para la más compuesta aspiración política. No faltarán en la campaña municipal ya en marcha en Chile ideas tomadas de la esfera “urbana”; y, sí, tendremos, promesas electorales en clave de trap y de reguetón. Cada entrevista a Matías Toledo, candidato a alcalde de Puente Alto, menciona su condición de fundador de la “Coordinadora Social Shishigang”, y desde ahí su vínculo con el popular Pablo Chill-E. “Encuentro positivo que los pobladores estén sonando y que puedan escucharse entre sus pares contando lo que viven”, comenta hábilmente el candidato en entrevista reciente con la web TerceraDosis. Para el nuevo diagnóstico social la banda sonora del perreo no es clave de juicio sino que de cercanía. “Tener calle” es, entre otras cosas, saber bailar.

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