Hay veces en que para sopesar el impacto de una composición de The Beatles no es necesario observar a Paul McCartney sobre un escenario: basta con mirar hacia el otro lado.

La noche del pasado sábado 5 de octubre, sobre la mitad del primero de sus dos conciertos en el Estadio Monumental de River Plate, el Beatle -basta con lo de ex Beatle, porque se es Beatle toda la vida- hace una pausa entre sus canciones y el público enfervorizado comienza a bramar con tono futbolero y de tablón: “¡dale dale Paul! ¡Dale Paul, dale Paul, dale dale Paul!”. La masa es una sola, la devoción es total, en el cántico que retumba por el lugar se abrazan tanto septuagenarios que atestiguaron la Beatlemanía en tiempo real, como pibes flechados con una obra que sigue eternizándose inigualable e irreductible.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

El músico desde la tarima, como una suerte de jefe de barra, de divinidad bajo un culto y una fe rendida a sus pies, alienta ese aleluya momentáneo y futbolero, sorprendido y hasta emocionado con un arrebato de júbilo que es muy difícil que vea en sus giras por Europa o Estados Unidos, donde las audiencias suelen comportarse más dóciles. Pero Argentina es así: cualquier circunstancia suele transformarse en un polvorín donde el público salta, grita, se descontrola y fluye como un gelatina de pura entrega y pasión.

La distribución del sector cancha en campo trasero y campo delantero -sin sillas en ninguna de ambas áreas, tal como será en el recital de este 11 de octubre en el Estadio Monumental de Santiago- facilitó esa imagen, con la fanaticada convertida en una gran batidora agitada a ritmo vertiginoso.

Estar ahí al medio era como enfrentar el ojo del huracán: hay que resistir la embestida de un goce no apto para sensibilidades cardíacas, así como lo han inmortalizado secuencias legendarias, como ese histórico DVD de AC/DC grabado en 2009 en el mismo estadio, donde la hinchada también es parte crucial del espectáculo.

La locura se desató sobre todo en un principio, cuando Macca inauguró la jornada bajo algarabía beatlemaniaca con Can’t buy me love. El calendario pareció retroceder exactos 60 años: es 2024, pero el frenesí se semeja a 1964. En la tierra de los campeones del mundo, el campeón de la canción de nuestra era parte desde un comienzo triunfando por goleada.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Un inicio para la historia

Pero un poco antes, algo dice que algo grande está por venir. En el preámbulo, en las horas previas, un puñado de guiños van alertando que esta noche no será cualquiera. Además de una telonera -la cantante Luz Gaggi, ex participante del programa La Voz Argentina-, aparece en escena un habitual en los shows de Paul: el DJ Chris Holmes, quien va disparando una mezcla de distintos tracks de The Beatles y del propio músico en solitario, pero interpretados por otras voces, como Little Richard o Nancy Sinatra. El aviso es claro: McCartney ha permeado tanto el cancionero de nuestros tiempos, que es necesario mostrar cómo otros han recibido esa huella.

Tras su set, las dos pantallas laterales gigantes que secundan el escenario comienzan a proyectar de manera ascendente una serie de imágenes que retratan la vida del compositor, desde la prehistoria de los Quarrymen en Liverpool -su primera banda con John Lennon- hasta los días de exploración psicodélica y caleidoscópica de The Beatles en el corazón de los 60, pasando luego por su fase de éxito en Wings, su vida en solitario en los 80, y los mundos de la adultez compartidos con figuras como Dave Grohl, Rick Rubin, Bruce Springsteen o la propia agrupación que lo acompañará esta noche. El guiño nuevamente es claro: aquí hay una trayectoria que abarca como ninguna los más diversos capítulos del siglo XX y también del XXI.

Y ese hombre, esa institución de la cultura popular, a sus 82 años, estará frente a nuestras narices en breve. Las secuencias culminan con su bajo Hofner 500/1 de toda la vida amplificado por las pantallas y desintegrándose como una suerte de Big Bang donde ahora así todo va a empezar.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Y así es. Paul aparece de traje oscuro, cuello mao, bajo cruzado, amplificadores Vox a sus espaldas -tal como en los tiempos de los Fab Four-, saludando a un respetable que no da más y responde con Can’t buy me love.

En el despegue de esta gira latinoamericana, el pasado martes 1 en Montevideo, había partido con A hard day’s night, también de 1964, también de los mismos días de traje, corbata, melenas y frenesí global, por lo que el truco es elocuente: el arranque debe ser apelando a la fiesta y la vitalidad de la década dorada del último siglo, al instante donde la juventud parecía la única edad posible. Hay una sensación de soltar amarras, de propulsar la magia desde un inicio para una travesía que rasguñará las tres horas.

El cantautor de canas, de barba blanca de un par de días, de registro vocal hoy más frágil y desgastado, por momentos vuelve a ser el Beatle jovial que aún se replica en las miles de poleras presentes en el estadio situado en el barrio de Núñez en Buenos Aires.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Pero lo de jovial no es sólo una perogrullada nostálgica. Macca sigue exhibiendo un estado artístico y escénico impecable, con naturales muestras de erosión en su registro vocal -el calendario es inexorable, cualquier artista pasado los 80 años las tiene-, pero que en ningún caso resultan determinantes o que deterioran su performance.

De hecho, mientras contemporáneos como Bob Dylan han ralentizado sus canciones en vivo para adaptar sus actuales capacidades interpretativas, el británico no busca ese acomodo y sigue interpretando sus creaciones tal como fueron concebidas, incluso aunque su tono más adulto sea evidente.

En la misión cuenta con el apoyo medular de su banda, integrada por el tecladista Paul “Wix” Wickens, los guitarristas Rusty Anderson y Brian Ray, y el baterista Abe Laboriel Jr.: es el otro gran sostén que explica su vigencia. Solventes, versátiles, afilados y virtuosos, lo auxilian en las segundas voces y se mueven a cada momento como un acorazado que ejecuta a la perfección y de memoria sin puntos bajos.

Todos ellos acompañan al gran jefe hace más de dos décadas: es el doble del tiempo que estuvo con John, George y Ringo. Es su agrupación más duradera. Resulta sorprendente cómo logran acomodarse a canciones desafiantes en vivo que luego animarán la noche, como Getting better, Being for the benefit of Mr. Kite! o Band on the run.

El músico saliendo de su hotel en Buenos Aires el pasado 5 de octubre, antes de su primer show en el Estadio Monumental de River Plate. FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Un hombre inquieto

Luego, como segundo bocado, llegan Junior’s farm y Letting go, parte del trayecto en su otra banda, Wings, esa máquina de éxitos y melodías efectivas con que sobrevivió en los turbulentos años 70. Es la otra rúbrica de la cita: Wings también es parte esencial del trayecto recorrido, tanto como The Beatles.

En Letting go, el Macca festivo del comienzo da pie al Macca más inquieto, al creador que siempre ha querido demostrar que no se cansa de conquistar nuevos ángulos para su carrera. En un costado del escenario, casi mezclado con el público, aparece el trío de bronces Hot City Horns, integrado por Paul Burton en trombón, Kenji Fenton en saxofón y Mike Davis en trompeta.

Son parte de sus giras desde 2018 y aparecen en distintos tramos del concierto, otorgando un cuerpo más robusto, exuberante y soul a las canciones. Si con The Beatles el único norte disco tras disco era el riesgo y la osadía, el británico no ha bajado la guardia al minuto de seguir quebrando el guion.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

¿Otra muestra? En la primera parte se da el gusto de alternar lo ofrecido en otras fechas. Si en Uruguay había sido el turno de She’s a woman, en la capital argentina dejó ese lugar para Drive my car, el track que abre esa travesía a nuevos paisajes creativos llamada Rubber soul (1965) y donde se divide las voces con su amigo Lennon. En vivo suena precisa y fortalecida, secundada por imágenes en la pantalla central con automóviles a alta velocidad.

De esa misma forma va pasando el concierto. De hecho, la pantalla del centro también juega un rol protagónico. En la muy Motown Got to get you into my life -su propio homenaje a la música negra y la única de Revolver (1966) que muestra hoy en vivo- hay fragmentos de The Beatles como dibujitos animados, arrancando de la multitud o enfrentando ese griterío a decibeles insoportables que significó el concierto en el Shea Stadium neoyorquino en 1965, uno de los eventos que precipitó su adiós de los tours un año después.

Pero el McCartney de la actualidad no está para esas divagaciones. Tras Got to get… emerge la épica y pletórica Let me roll it, otro suceso de Wings, la que bajo los focos gana mucho más que en su versión de estudio, aderezada sobre el cierre con la furia eléctrica de Foxy lady de Jimi Hendrix, ese guitarrista enamorado a primera vista de los cuatro de Liverpool. Aquí, McCartney se calza el traje de guitar hero e impone todo su potencial como instrumentista.

Getting better también se sumó de forma reciente al tour y muestra a Macca ya con su colorida guitarra en escena, rasgueando ese acorde repetitivo del inicio de uno de los temas más innovadores de sus días de LSD y ropajes floridos.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

La siguiente parte del espectáculo tiene al Beatle sentado al piano en un rincón, alternando su cancionero en Wings con su mundo en solitario en Let’em in, Nineteen hundred and eighty-five, Maybe I’m amazed -donde exige su garganta hasta casi el desgarro- y la algo soporífera My Valentine, dedicada a su esposa Nancy Shevell, presente entre el público, según anuncia el propio artista. El instante supone una suerte de freno de mano después del sacudón inicial. Algunos aprovechan para recuperar un poco el aliento, porque saben que el tobogán arrancará en direcciones aún más evocativas en la segunda parte del concierto.

En efecto, el ejercicio pretérito es literal. Juntos a sus músicos se agrupa en la parte delantera del escenario, para que tras ellos aparezca en la escenografía la imagen de una vieja casa de Liverpool de los años 50. Laboriel sólo está con los toms y la caja. Es el viaje a la cuna profunda de The Beatles, cuando de hecho ni siquiera se llamaban así: McCartney y los suyos aquí desenfundan In spite of all the danger, la primera grabación que hizo junto a John Lennon y George Harrison, en 1958 y cuando probaban suerte como The Quarrymen. Es el mismo registro casero que el mundo conoció recién en 1995 como parte de la saga de discos Anthology.

Después viene Love me do, el primer gran éxito del cuarteto, el que simboliza los años formativos de ilusión y expectativa, cuando se trasladaron a Londres, ya contaban con Ringo Starr entre sus filas y el reputado productor George Martin los observaba como un diamante en bruto.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Pero el actual show tiene poco de esos tiempos embrionarios. Pudiendo echar mano al repertorio de la primera época que rompió récords y sacudió al planeta, Paul prefiere desplegar los sonidos Beatle de su era más experimental y adulta, pasando el boogie de Lady Madonna, la psicodelia circense de Being for the benefit of Mr. Kite! y el acento reggae y juguetón de Ob-La-Di, Ob-La-Da.

En esa canción que parece tan cándida como inofensiva -puede que alguna vez Lennon la haya agrupado en ese mote de “canción para abuelitas” con que solía calificar parte de los temas de su amigo-, el público argentino desata otra vez su marca de fábrica: una suerte de pogo a alta intensidad se agita en los sectores de cancha, como si la vida se acabara en ese mismo segundo. Algunos se quejan, otros bailan felices, la mayoría se entrega. Paul nuevamente observa impresionado.

Incluso esa explosión centrífuga asoma con un momento aún más solemne. Luego de cantar Blackbird sobre una tarima y sólo acompañado de su guitarra, Paul dedica Here today a John Lennon, el tema que escribió en 1982, justo tras su asesinato y donde diseñó un diálogo imposible e imaginario entre ambos. Tras cantarlo, la gente aplaude y comienza a entonar un “¡olé olé olé olé, Lennon, Lennon!”. El cantante se une a ese evangelio de estadio y también menciona a su camarada con tono futbolero. Después, ríe.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Quizás es el mejor prólogo para lo que vendrá inmediatamente después. El gran momento de la noche: cuando McCartney interpreta sentado al piano Now and then, estrenada en 2023 y publicitada como “la última canción de The Beatles”, elaborada además con Inteligencia Artificial a partir de unas grabaciones que John hizo en su departamento neoyorquino hacia la segunda mitad de los 70.

Ahora sí, todos los miles de presentes escuchan en silencio. La pantalla, otra vez fundamental: esa letra que dicta “de vez en cuando te extraño” va acompañado de imágenes de Lennon y George Harrison en sus mejores días Beatle, en todas sus etapas y episodios. De hecho, en la grabación en estudio realizada el año pasado, también se rescató una guitarra del propio George grabada en los 90 para el proyecto Anthology.

Y a propósito de George, también está presente. Macca ahora toma el ukelele y despacha Something, una de las más hermosas canciones de amor de todos los tiempos, esa melodía que encandiló hasta a Frank Sinatra, mientras en las pantallas se suceden secuencias de The Beatles como una cofradía fortalecida por el compañerismo, riéndose en el estudio, fotografiándose felices, abrazados mientras cantan, dominando el mundo a su merced.

Los Beatles y un final feliz

Paul ha sido en el siglo XXI el gran guardián del patrimonio de los Fab Four, pero también algo más: el hombre encargado de darle un desenlace feliz a esta travesía, exorcizando cualquier episodio amargo que hable de distancias, rencillas personales o pugilatos judiciales.

En esa misma linea se extiende la actual puesta en escena de Get back, canción acompañada de una serie de escenas del documental de 2021 que Peter Jackson hizo para Disney, donde intentó desmitificar el final amargo del cuarteto, bajo la misma idea de perpetuar una narrativa de hermanos más que de rivales. Ahí se suceden imágenes de Lennon y Ringo abrazados, Paul dichoso en el estudio, los cuatro haciendo payasadas diversas, el tecladista Billy Preston como el invitado que a cada minuto prende la fiesta. En vivo, esa composición es un festín del imaginario Beatle.

¿Otro trance casi epifánico? Let it be por un lado y Live and let die por otro, saturada en escena con un despliegue de explosiones, lenguas de fuego, fuegos artificiales, láser y otros efectos.

06 DE OCTUBRE 2024 PAUL MCCARTNEY EN CONCIERTO ESTADIO MONUMENTAL DE RIVER PLATE ,BUENOS AIRES ARGENTINA FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Después Hey Jude sigue resultando conmovedora, incluso tratándose de un track tan conocido y que parece escuchado hasta el hastío. Otra vez el público: tal como ha sucedido en otras latitudes como Brasil, los espectadores esperan a Paul con un momento especial en el largo coro del “na na na na”. Aquí, en ese preciso minuto, los argentinos levantan carteles con un corazón pintado según los colores de su bandera. Una postal para alzar celulares y agitar Instagram. El músico, otra vez, devuelve el gesto con una muestra de agradecimiento.

Otro instante para enmarcar, tal como Now and then, llega con I’ve got a feeling. Otro festín para el alma Fab Four. Sobre la mitad del tema, las pantallas proyectan al propio John Lennon cantando sus partes, con imágenes capturadas del show en la azotea del edificio Apple Corps en 1969. El McCartney real se suma a la interpretación y se genera un dueto virtual imposible: John en una pantalla y Paul sobre el escenario vuelven a cantar juntos. Amigos hasta el final y más allá. El epílogo sigue siendo feliz, tal como lo dicta la actualidad.

Para el cierre, el músico reserva casi puro rock and roll, en una descarga que incluye Hi hi hi -que vuelve a sus conciertos desde 2019-, Helter skelter, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Reprise) y los fragmentos finales de Abbey Road (1969). Incluso excluyó una fija en sus tours, Yesterday, su mayor emblema como artesano de la canción, esta vez fuera sin que nadie la extrañe demasiado.

Paul McCartney se puede dar esa clase de licencias y seguir siendo el más grande músico vivo de nuestra era. Ha interpretado 37 canciones en dos horas y 40 minutos de presentación (21 de ellas pertenecen a The Beatles). Asistir a sus conciertos no sólo da cuenta de un espectáculo de música, sino que también de una experiencia de vida con una institución de la cultura popular. Sucedió este fin de semana en Buenos Aires. Sucederá, de seguro, el viernes próximo en Santiago.

¿Serán sus últimas veces por estos lados? Él mismo se encarga de temperar los nervios y sobre el final de cada evento mantiene la magia intacta al prometer: “¡Nos vemos la próxima!”.

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