Poco en común tienen -en apariencia- la poeta Idea Vilariño con el dramaturgo William Shakespeare. Con cuatro siglos de diferencia entre ambos, el único nexo que une a ambos escritores, es que la uruguaya tuvo una destacada trayectoria como traductora, fundamentalmente desde el inglés y el francés. Por ella pasaron Raymond Queneau, Jacques C. Alexis, Andrew Cecil Bradley o Christine Laurent. Entre otras cosas, llevó al castellano una de las icónicas obras teatrales de Shakespeare, Macbeth.

Con el nombre íntegro de La tragedia de Macbeth, se representó por primera vez a inicios de la década de 1600. Ambientada en gran parte en Escocia, es una obra que reflexiona sobre el poder, y retrata los efectos, físicos y psicológicos, de quienes ambicionan y buscan llegar al trono. Y como solía hacerlo, Shakespeare se basó en un personaje histórico que en verdad existió, el rey Macbeth de Escocia, quien gobernó entre 1040 y 1057, en la Baja Edad Media.

Esta traducción, original de 1977, acaba de llegar a las librerías chilenas con Ediciones UDP. Trae una introducción hecha por la misma Vilariño, quien fue una de las especialistas en traducir a Shakespeare. En una entrevista del 2001, en el otoño de su vida, comentó: “Las editoriales quieren tener a los clásicos, supongo, los estudiantes lo necesitan. Editoriales argentinas, como Losada, quieren a Shakespeare completo, me pidieron hace unos años que tradujera todo Shakespeare. Me negué porque eso significaba una esclavitud. Ahora estaba traduciendo para Alianza y para Losada, las dos editoriales estaban interesadas en la misma cosa. La gente de Norma también quería traducir todas las obras”.

“Empecé porque Antonio Larreta quiso hacer Hamlet. Entonces nos pidió a Rodríguez Monegal y a mí que se la tradujéramos. Yo no me tenía mucha confianza. Mi conocimiento del inglés se limitó a... Yo nunca estudié inglés más que en el liceo, pero toda la vida seguí leyendo en inglés todo lo que había. Entonces, la tradujimos con Rodríguez Monegal. Yo lo traducía en verso y lo corregíamos con él. Después de eso alguien me pidió una segunda obra, y después una tercera, y aprendí a traducir a Shakespeare traduciendo. Nunca me puse yo a traducir una obra de Shakespeare, siempre me pidieron”.

Yo trato, en primer lugar, de dar una gran fidelidad al texto -añadió Vilariño en la charla-. Al mismo tiempo, lo traduzco en verso. Hay una lucha. Que sea buena poesía y que se pueda decir en un escenario sin forzar las cosas”. De hecho, señaló que era “extremadamente obediente y trato de ser fiel” al sentido original. Y cuando le consultaron por sus dificultades, señaló: “La búsqueda de una comprensión mayor. Un acercamiento a alguien que es poeta. Esa es la dificultad que tiene, tratar de interpretar a un poeta de otra época. No sé cómo lo harán otros, para mí la tarea es muy lenta, muy cuidadosa. Hay noches que me paso horas con una palabra. Se me fue la noche e hice tres renglones, porque no encontraba la palabra correcta”.

Como decíamos, Vilariño le hizo una nota introductoria a su traducción, la que también incluye esta edición. “Macbeth fue escrita en fecha que se desconoce, pero se la ubica con certeza entre 1604 y 1610. No puede ser anterior a 1604, se dice, porque en su texto se hace alusión a hechos ocurridos durante ese año”.

“No hay acuerdo en cuanto al lapso que cubre la acción de Macbeth; los cálculos difieren. Podrían ser unos pocos meses, tal vez tres o cuatro. En cuanto al tiempo escénico se coincide en que esta es la obra más corta de Shakespeare, si dejamos a un lado la Comedia de las equivocaciones. Su extensión es apenas mayor que la mitad del texto entero de Hamlet”. Y añadió: “Como en otros casos, al elaborar este texto Shakespeare partió de un material ajeno que, por lo demás, tampoco era original ni estrictamente histórico, porque retomaba y modificaba crónicas viejas.”

En la citada entrevista, Vilariño comparó el esfuerzo que le demandó traducir a Shakespeare en comparación con otros nombre que también tradujo: “Yo he traducido mucho sin mayores complejidades, siempre tratando de buscar la forma, el contenido y el espíritu de la cosa, pero Shakespeare me parece que es más difícil que cualquier otra cosa. Yo estuve en Francia y había traducido unas cosas de Raymond Queneau, que es bastante difícil porque es un tipo muy intelectual y además con sentido del humor, trabaja con el lenguaje jugando. Me dijeron que eran intraducibles, yo los traduje creo que bien, eran sumamente difíciles”.

Y la pregunta inevitable se la hicieron al final ¿Influyó Shakespeare en su propia poesía? Vilariño dijo: “No. Son dos zonas. La poesía está fuera de todo. Una revista que sacaron unos muchachos decía una frase mía, que la poesía es el acto más privado y solitario de mi vida. No lo hago para nada ni tengo contacto con nada”.

Sigue leyendo en Culto