Andrés Calamaro en su retorno a Chile: a la altura de la leyenda

ANDRES CALAMARO
Andrés Calamaro en su retorno a Chile: a la altura de la leyenda FOTOS: PEDRO RODRÍGUEZ

Sobre el cierre del concierto, sobrevuela la sensación de que Calamaro ha resistido con categoría el paso de los años. Es un sobreviviente en un rock argentino que ha visto partir tempranamente a algunos de sus ídolos más sobresalientes. Calamaro es testigo y protagonista de esa historia irrepetible. Él lo sabe y entrega un show a la altura de su propia sombra.


Cuando la noche del viernes 18 de octubre, Andrés Calamaro y su banda saltan al escenario del Teatro Caupolicán -poco pasada las 21 horas-, lo primero que despliegan no es una de sus composiciones ni algún tema que remita a sus varios proyectos que lo han consolidado como una coordenada esencial del rock en español de las últimas cuatro décadas.

Lo primero que disparan, como una suerte de intro antes del gran momento, es la melodía de Kashmir de Led Zeppelin. Ese tono amenazante y vibrante con que se desliza uno de los grandes himnos del cuarteto británico. No es extraño ni casual: Calamaro, de alguna forma, es deudor y eslabón de las grandes instituciones rockeras del siglo pasado. En su ADN está ese sonido afilado y a veces narcótico que viaja por géneros y referentes que pertenecen a eras pretéritas.

También en su look: esta noche aparece con un pañolín cruzada en su frente, en un aspecto muy Rolling Stone, como si algo de Keith Richards se hubiera reencarnado en su estampa.

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18 10..2024. ANDRES CALAMARO EN CONCIERTO . TEATRO CAUPOLICAN FOTO PEDRO RODRIGUEZ

Agenda 1999 - el siglo Calamaro se llama, por lo demás, el tour que lo tiene en la capital y que repite esta noche en el mismo recinto: el Salmón se siente parte de una herencia gigante que tuvo sus mejores días en los 90, cuando él mismo se convirtió en uno de los cantautores más populares, citados y mediáticos de la región, mezcla inolvidable de cuentahistorias generalmente con finales amargos y tormentosos. Un juglar que parecía desenfundar la existencia arropado en la barra de una cantina.

Su banda actual también lo secunda en ese rol: eléctrica, abrasiva, potente, de sonido fuerte, ideal para canciones que fueron concebidas según el credo del rock and roll.

De esa forma, el comienzo con Kashmir remata con las guitarras duras de El día de la mujer mundial, la canción que abre el ambicioso disco Honestidad brutal (1999), aquel que retrata fracturas amorosas, que en un inicio sería quíntuple y que costó varios estudios y miles de dólares.

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18 10..2024. ANDRES CALAMARO EN CONCIERTO . TEATRO CAUPOLICAN FOTO PEDRO RODRIGUEZ

El argentino deja en claro que ese será el sino de la jornada, repasar una de sus obras medulares. Después siguen precisamente Para qué y Cuando te conocí -también de aquel título-, aunque hay una pausa con A los ojos -de Los Rodríguez-, para después continuar con Más duele, Te quiero igual y Una bomba. Todo Honestidad brutal.

Como suele suceder en sus recitales, la gente corea con acento de barra futbolera, agita manos y poleras al aire, hay varias camisetas de la selección argentina infiltradas incluso entre el respetable.

Calamaro mantiene en alto su tono raspado, esa garganta que siempre parece exigida, aunque su ritmo interpretativo se ha vuelto un poco más pausado, más sereno, sin la urgencia de antes, bajando el acelerador ante el curso del calendario.

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18 10..2024. ANDRES CALAMARO EN CONCIERTO . TEATRO CAUPOLICAN FOTO PEDRO RODRIGUEZ

La noche sigue con algunas joyas no tan difundidas de esa producción en el epílogo de los 90: Con Abuelo, su sentido homenaje a Miguel Abuelo, de Los Abuelos de la Nada, el fallecido héroe del rock trasandino que lo empujó al estrellato; y No tan Buenos Aires, su muy Bob Dylan retrato de su ciudad, la que en escena comparó al ejercicio que alguna vez hizo Silvio Rodríguez de Santiago de Chile.

También se dio tiempo para sus clásicos parlamentos, hablando de “los cuicos” de Chile y comparándolos con los integrantes de la clase alta de otras latitudes del planeta. Preguntó incluso si Chiloé era “cuico hippie”. Nadie entendió mucho.

Pero da igual: la velada era para sus canciones. Siguieron Cuando no estás, Tuyo siempre, Crímenes perfectos, Alta suciedad, la eterna Flaca, Paloma y personal lectura de Volver a los diecisiete, de Violeta Parra, rematada con Estadio Azteca. El Salmón iba y venía del piano a la guitarra.

Sobre el cierre, sobrevuela la sensación de que Calamaro ha resistido con categoría el paso de los años. Es un sobreviviente en un rock argentino que ha visto partir tempranamente a algunos de sus ídolos más sobresalientes. Calamaro es testigo y protagonista de esa historia irrepetible. Él lo sabe y entrega un show a la altura de su propia sombra.

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