Padre, hijo, ícono popular, figura trágica, activista, leyenda. Todas esas dimensiones abarca el documental Super/Man: La historia de Christopher Reeve, un recorrido por la vida del actor que quedó inmortalizado como el hijo de Krypton en la pantalla grande y que vivió un giro radical tras sufrir un accidente durante una competencia ecuestre en 1995.

Los cineastas Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, dupla responsable de McQueen (2018) y Rising phoenix: Historia de los Juegos Paralímpicos (2020), se propusieron contactar a sus tres hijos: Matthew Reeve (hoy productor), Alexandra Reeve Givens (abogada) y Will Reeve (periodista). Son ellos, en compañía de amigos y cercanos a la estrella (y material de archivo inédito), quienes reconstruyen la historia del intérprete fallecido el 10 de octubre de 2004 a los 52 años.

Mientras va y vuelve en la línea temporal, configurando un retrato rico en anécdotas y matices, el principal narrador es el propio Christopher Reeve. Gracias a las versiones de audiolibro que registró para la publicación de sus dos memorias, es su voz la que describe momentos importantes de su biografía. Ese es uno de los sellos de un filme que aquí desmenuzamos en sus diferentes claves.

*De Juilliard a Superman

Christopher Reeve fue un prodigio desde temprana edad. Asistió a la Universidad de Cornell y fue uno de los pocos seleccionados para estudiar en Juilliard, el prestigioso conservatorio de artes escénicas ubicado en Nueva York (donde coincidió con Robin Williams, su amigo y compañero de habitación). El documental muestra algunas imágenes de las obras de teatro en las que participó en aquella época, donde luce jovencísimo, delgado y con esa luz propia de las figuras llamadas a convertirse en estrellas.

Era un veinteañero cuando consiguió el papel del nieto de Katharine Hepburn en A matter of gravity, en Broadway, y obtuvo un rol en la telenovela Love of life. En ese momento apareció la oportunidad de su vida. Tras descartar a nombres como Arnold Schwarzenegger y Neil Diamond, los productores de Superman (1978) se abrieron a la opción de fichar como protagonista a un actor no conocido, a cambio de rodearlo de nombres consolidados.

El casting de Reeve convenció a los realizadores y se preparó intensamente para estar a la altura de lo que implicaba liderar la cinta dirigida por Richard Donner. De ese modo, desoyó a William Hurt, quien le advirtió que no se “vendiera”, según recuerda Jeff Daniels en el filme.

Reeve en 1986 junto a Gae Exton y sus dos hijos mayores.

*La distancia con su padre biológico (y con su padre cinematográfico)

Franklin D’Olier Reeve (o F. D. Reeve) fue un poeta, traductor y académico que abandonó su incipiente carrera como actor a modo de resguardar su trayectoria en el campo literario. Tuvo dos hijos con la periodista Barbara Johnson: Christopher y Benjamin. El divorcio se produjo en 1956, cuando el primero tenía apenas cuatro años, y ambos se volvieron a casar y tuvieron más hijos.

Esa estructura familiar provocó que Christopher Reeve creciera entre dos hogares con un sentimiento de desarraigo. La relación con Franklin fue casi siempre tensa. “Era difícil ser yo mismo, o literalmente respirar tranquilo, cuando él estaba cerca”, dice en el largometraje. También recuerda que no se puso contento cuando le contó que había obtenido el papel de Superman (inicialmente creyó que se trataba de una versión de Hombre y superhombre, del dramaturgo irlandés George Bernard Shaw).

Su fría colaboración con Marlon Brando (Jor-El en la película de 1978) también tiene reservado un espacio dentro del documental. Reeve lo critica durante una entrevista con David Letterman por la indiferencia con la que asumió su trabajo. “Yo lo pasé genial, pero al hombre no le importaba. Simplemente tomó los US$ 2 millones (de salario) y se fue”, asegura en el programa.

*El accidente que lo cambió todo

El documental de Bonhôte y Ettedgui comienza en la víspera de Año Nuevo de 1994, un momento en que la vida de Reeve estaba en un sano equilibrio, según sus propias palabras. El filme detalla que aprendió a andar a caballo durante el rodaje de Anna Karenina (1985) y que se convirtió en uno de sus pasatiempos favoritos. No era su única afición: también practicaba esquí, tenis y vela, además de aviación.

En mayo de 1995, mientras participaba en una competencia ecuestre en Culpeper, Virginia, su caballo no le obedeció y provocó su caída al intentar superar el tercer obstáculo de la prueba. Aunque contaba con todas las medidas de seguridad, el impacto fue tan devastador que sufrió fracturas en la primera y la segunda vértebras cervicales, y resultó con parálisis del cuello hacia abajo. La cinta narra los dramáticos sucesos posteriores a ese episodio: su traslado de urgencia a un recinto de salud, el pesimista diagnóstico de los médicos, la operación de alto riesgo a la que fue sometido, la despedida de sus tres hijos y su segunda esposa, Dana Reeve, y las discrepancias entre su mujer y su madre.

*Soporte emocional

“Arruiné mi vida y la de todos los demás. No podré esquiar, navegar, ni lanzarle una pelota a Will. No podré hacer el amor con Dana. Tal vez deberían dejarme partir”, expresa el actor en el documental. En ese momento, mientras asimilaba la magnitud de lo que le había ocurrido y pensaba en la muerte, Dana Reeve eligió las palabras indicadas: “Sigues siendo tú. Y te amo”.

Robin Williams, uno de sus colegas más cercanos, le dio ánimo en su estilo: lo visitó en el hospital disfrazado de un proctólogo ruso dispuesto a someterlo a un examen. Christopher Reeve recuperó la sonrisa gracias a ese gesto de su amigo, quien se preocuparía de organizarle una fiesta en cada nuevo aniversario de su accidente. La actriz Glenn Close, entrevistada en el filme, comparte una declaración que permite entender la profundidad de su vínculo: “Siempre he pensado que si Chris todavía estuviera con vida, Robin seguiría con vida”.

Will Reeve junto a los directores.

*Apoyos y críticas

Antes de que se cumpliera el primer año del accidente que estuvo cerca de ser fatal, Christopher Reeve apareció en silla de ruedas en la ceremonia de los Oscar realizada en marzo de 1996. No sólo se ganó la ovación de sus colegas, sino que constituyó un hito para la comunidad de personas con discapacidad.

En paralelo a su recuperación (y su trabajo en nuevos proyectos cinematográficos y televisivos), intensificó sus esfuerzos para recaudar fondos para ese grupo y para la investigación de lesiones de la médula espinal. Su labor en general fue aplaudida, pero a veces también suscitó críticas. Algunos rechazaron que intentara buscar una cura y hubo molestia cuando protagonizó un comercial en que, gracias a efectos visuales, se le veía caminando nuevamente. Sus hijos, quienes continuaron su legado en la Fundación Christopher y Dana Reeve, salen en su defensa.

*Los altibajos de su carrera

Christopher Reeve fue alguien inseguro con su carrera. Tras la primera parte de Superman –que arrasó en el mundo–, le produjo desencanto que la calidad de la saga fuera en descenso a medida que cumplía con su contrato de cuatro largometrajes. Un sentimiento que se consolidó debido a que varios de sus proyectos fuera de la franquicia no fueron bien recibidos (probablemente sus esfuerzos más apreciados fueron junto a James Ivory). Inquieto creativamente, encontró refugio y libertad en el teatro, y luego, cuando las finanzas menguaron, hizo varios filmes para televisión.

Posteriormente, cuando su parálisis restringió (pero no impidió) su faena como actor, saltó a la dirección, primero con una cinta para HBO que contó con Glenn Close, Bridget Fonda y Whoopi Goldberg (In the gloaming, 1997) y después con una producción sobre una joven tetrapléjica (The Brooke Ellison story, 2004). Lejos de ser una mera colección de clips de películas, el documental desempolva ese material con criterio y siempre que le permita ilustrar alguna de sus múltiples dimensiones como artista y ser humano.

*Tres hermanos ante la tragedia

Super/Man: La historia de Christopher Reeve es también un documental sobre tres hermanos que han superado toda adversidad. Matthew Reeve y Alexandra Reeve Givens nacieron producto de la relación del actor con la británica Gae Exton (de quien se separó en 1987, pero también aparece como entrevistada), mientras que Will Reeve fue el único hijo que tuvo con la actriz y cantante Dana Morosini, con quien se casó en 1992.

El actor, su esposa y los tres niños vivieron juntos antes y después del accidente de 1995. El largometraje hace zoom en Will, quien tenía apenas tres años cuando su padre quedó paralizado y sólo 13 cuando su mamá murió producto de un cáncer (en marzo de 2006, sólo 18 meses después del fallecimiento de Reeve). Aunque reconoce que sus hermanos le entregaron amor y protección, declara que “he estado solo desde entonces”.

La noche del 30 de noviembre, en el desaparecido Garage Matucana, Reeve se dirigió a los 77 artistas chilenos.

*El (breve) guiño a Chile

Christopher Reeve estuvo en Chile en noviembre de 1987. La estrella respondió al llamado de 77 actores nacionales amenazados de muerte por la dictadura y tomó un vuelo que lo trajo por primera vez a nuestro país. Se alojó en la casa de Jaime Celedón, brindó una conferencia de prensa y protagonizó un acto en el extinto Garage Matucana.

En esa instancia –con camisa blanca y mangas arremangadas– pronunció un emotivo discurso en que señaló que “estoy aquí de actor a actor, de trabajador a trabajador, de amigo a amigo” y refutó cualquier paralelo con su rol más popular. “Esta situación es muy grave y va más allá de los cómics. Mi preocupación es con los derechos humanos”, planteó.

El documental incluye una imagen de ese discurso mientras el político John Kerry destaca el compromiso de Reeve con los derechos humanos. La misma fotografía de archivo se replica durante los últimos segundos del filme. Un guiño a esas 72 horas en que permaneció en suelo chileno.

Sigue leyendo en Culto