Un hecho real ocurrido en su adolescencia, gatilló una idea que Gonzalo Fassón (Buenos Aires, 1974) terminó convirtiendo en una novela. El 10 de junio de 1987, un grupo profanó la tumba y el ataúd del expresidente Juan Domingo Perón, y procedió a cortarle sus manos. Los responsables de aquella operación nunca han sido identificados y las manos no se han recuperado, pero la noticia se quedó para siempre en la memoria del joven Fassón.
“Yo tenía trece años cuando un grupo comando profanó la tumba de Perón llevándose para siempre sus manos. Desde entonces, la ausencia de esas manos fue la noticia obligada cada en cada nuevo aniversario de la profanación. A medida que fui creciendo y tomando conciencia del valor simbólico y político de esa desaparición, me fui obsesionando con el caso”.
Como suele suceder en la literatura, una imagen, una idea, es la que termina por disparar una narrativa. “Comencé a preguntarme dónde estarían esas manos, por qué no aparecerían, quién las tendría. Un día, una tuve una imagen: un hombre que tenía injertadas dos manos que no eran las suyas, eran las manos de Perón. Ese primer estímulo fue el disparador de esta novela”.
A partir de la imagen de ese hombre con las manos injertadas, Fassón armó una novela policial que tituló Las manos del general. Se trata de su novela debut como escritor y fue finalista del Premio Clarín de Novela 2020. El libro fue publicado por un editorial independiente chilena, La Pollera, y se encuentra actualmente en las librerías del país (y también allende Los Andes). Se trata de una novela en que un intrépido periodista, Rodrigo Moreno, se propone investigar un extraño asesinato, en que el cadáver de un hombre aparece con las manos de Perón injertadas. Moreno se va involucrando en una trama donde pasan sucesos extraños y se va involucrando en una red de intrigas.
- ¿Qué aspectos de esta historia te cautivaron?
- Como caso policial, la desaparición de las manos de Perón tiene todos los ingredientes para ser atrapante: testigos asesinados, policías misteriosamente fallecidos, un juez que muere en un accidente que se presume intencional, hipótesis de los más disparatadas, desaparición de pruebas y un sinfín de sucesos misteriosos que resultan muy atrapantes. Como suceso histórico político, es aún más relevante. Pero más allá de estos enfoques, está el vacío físico y simbólico que la profanación dejó en la historia política y social argentina. Hubo mil hipótesis, pero hasta el día de hoy ninguna certeza. El vacío generado en ese pedacito de nuestra historia, no puede ser llenado con la verdad, así que opté por completarlo con la ficción. No es poco frecuente que un crimen quede impune, sin embargo, que pueda suceder en un caso de tan alto perfil me sigue pareciendo, aún hoy, algo increíble.
-¿Cómo pasó de una idea de novela que podría ser histórica a una novela policial?
- Hasta la fecha, el caso no ha sido esclarecido. Hacer una novela histórica sobre un caso irresuelto hubiera significado dejar el mismo vacío que a mí me inquietaba. Yo necesitaba “cerrar” de alguna manera ese caso para dejarlo ir. Una novela policial se acercaba más a ese primer contacto que tuve con el caso cuando era niño, cuando me cautivó por primera vez.
- ¿Y crees en lo que decía Borges en que toda novela es novela policial?
- No. En absoluto. Pero quién soy yo para contradecir a Borges.
- La profanación de la tumba de Perón es un hecho histórico. ¿Cómo equilibraste la ficción con la realidad al desarrollar la trama?
- Excelente pregunta. Este equilibrio que mencionas fue fundamental en la construcción de la historia. Y puedo resumirlo en una palabra: verosimilitud. Para mí, la verosimilitud es un contrato tácito entre el escritor y el lector, mediante el cual, el primero juega a engañar y el segundo a ser engañado. Por supuesto que nadie engaña a nadie, es simplemente un juego. Pero en ese juego, la relación no es simétrica: es el escritor quien debe realizar el mayor esfuerzo. En este caso, frente a una idea inicial (la aparición de un hombre con las manos de Perón injertadas) debía anteponer un universo lo más “real” posible. Para ello, anclé la historia en un montón de sucesos históricos comprobables y personajes y lugares reales. Mi intención era que realidad y ficción se mezclaran de tal manera que fuese difícil saber dónde termina una y comienza la otra. Hay algo que pasa con el libro, y es que muchos lectores lo leen googleando hechos, lugares y personajes. La lectura se transforma de alguna manera en un juego en el que tratan de adivinar el límite entre realidad y ficción.
- ¿Cómo fue el proceso de investigación para escribir esta novela?
- Fue una parte importante del trabajo. Para lograr que la historia fuera verosímil, debía partir de una investigación profunda. Investigación que se desarrolló en tres niveles: Primero, los hechos históricos, porque la desaparición de las manos de Perón no es el único caso histórico/ policial de la novela. El primer paso fue investigar cada uno de los hechos históricos en profundidad. Comencé con los pocos libros disponibles, visité varias veces la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, vi muchas horas de programas periodísticos de la época y documentales producidos durante los años posteriores. Segundo, los personajes. Investigué la vida de aquellos personajes reales para entender cómo pensaban y actuaban, que motivaciones tenían para hacer lo que habían hecho. Busqué referenciarme sobre los universos de los personajes de ficción para ayudarme en la construcción de los mismos. En la novela hay policías, que hablan como policías, con la jerga propia de ellos. Para ello entrevisté y corregí algunos capítulos con un policía, entreviste periodistas, abogados (incuso algunos que estuvieron implicados en el caso). Y tercero, recorrí el barrio de Avellaneda (que quedaba en la otra punta de la ciudad en la que vivo), los hospitales, bares, restaurantes, cementerio. Cada uno de los escenarios del libro es un lugar real que visité varias veces.
- ¿Cómo desarrollaste el personaje de Ricardo Moreno? ¿Qué lo motivó a crear un periodista tan tenaz y ambicioso?
- Entre los periodistas que entrevisté, tuve la suerte de conocer a Ricardo “Patán” Ragendofer, que es uno de los principales periodistas de investigación de la Argentina. En ese encuentro, además de compartir su experiencia como periodista, me transmitió su pasión y compromiso con el oficio. Me quedé con la sensación de un tipo con muchos cojones y dispuesto a ponerle el cuerpo a su profesión. Es en honor a él, que mi personaje se llama Ricardo.
- ¿Cómo se ve a Juan Domingo Perón hoy en la Argentina?
- La Argentina, al igual que gran parte del mundo, es víctima de una feroz polarización política. La respuesta a esa pregunta dependerá a quién le preguntes. Para resumirlo, podría decirte que es al mismo tiempo ídolo y demonio.
- La novela fue finalista del Premio Clarín. ¿Cómo viviste este reconocimiento? ¿Qué significa para ti como escritor?
- La novela fue una de las diez finalistas del Premio Clarin de Novela 2020, elegidas entre 1067 novelas, y una de las dos ganadoras de la convocatoria realizada por La Pollera Ediciones en 2022. En este último concurso fue elegida entre más de 250 novelas de 12 países. Obviamente todo esto es un gran mimo al alma, y lo más importante, logró que se haya editado en dos países. Sin embargo, el premio más lindo, es cada vez que algún lector me escribe por Instagram para contarme su experiencia con el libro.
- En otro ámbito, ¿cómo has visto tú al gobierno de Javier Milei y su impacto en la cultura?
- En Argentina la ideología se lo ha comido todo. Las posiciones radicales de uno y otro bando los ha llevado a tomar decisiones que, a mi criterio, son muchas veces irracionales. Es cierto que Argentina es un país económicamente empobrecido y endeudado. Es cierto que es imprescindible tomar medidas de ajuste agresivas para equilibrar el desbarajuste fiscal que nos dejaron. Pero también es cierto que el actual Gobierno, enarbolando la bandera del ajuste, está estrangulando algunas iniciativas culturales y muchas veces, la única explicación que le encuentro es ideológica. Parecieran olvidar que la cultura, es una de las riquezas que aún nos quedan a los argentinos. Una vez alguien dijo “Es la economía, estúpido”. Yo creo que es la economía. Pero ojo, no quedemos estúpidos.