En 1965, Chile recibió un invitado internacional. El senador por Nueva York, Robert F. Kennedy, quien había ganado notoriedad como Fiscal General durante la administración de su hermano, John F. Kennedy. Tras el asesinato de “Jack” en noviembre de 1963, se mantuvo un tiempo en su puesto, al mando de la justicia, pero sus relaciones con el nuevo presidente, Lyndon B. Johnson, nunca habían sido de las mejores. Por eso, al año siguiente abandonó el gabinete y se postuló al Congreso.
En esa condición de parlamentario fue que llegó a Chile, en noviembre de 1965, en el marco de una gira sudamericana que había comenzado en Perú visitando Lima y Cuzco. Luego pasó a nuestro país. El 14 de noviembre fue recibido por el presidente Eduardo Frei Montalva, en La Moneda. Dos días después, con una apretada agenda, llegó a Concepción.
Su periplo por la ciudad penquista incluía una visita a la sidelúrgica Huachipato (como lo haría Fidel Castro, en 1971) y la población Hualpencillo. A las 13.00 horas, se reunió con el intendente del Bio-bío y el alcalde de la ciudad. Almorzó, y a las 15.00, tenía agendado un encuentro con estudiantes universitarios en el Hotel City de Concepción.
Uno de los universitarios presentes era Miguel Enríquez, por entonces, uno de los dirigentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC). Si bien, había perdido la elección a la presidencia, su contundente votación le permitió ser parte de la mesa directiva. Además, en agosto de ese año, había contribuido a crear el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el grupo con más arrastre en la izquierda en las elecciones universitarias.
La reunión aparece bien detallada en la biografía que Mario Amorós hizo del dirigente del MIR. Citando al dirigente Juan Saavedra, relata que el diálogo que mantuvo Kennedy con los estudiantes estuvo marcado por dos temas: la guerra de Vietnam, y la invasión de Estados Unidos a República Dominicana, en abril de ese 1965. Haciendo gala de su arrastre, fue Enríquez quien lideró la conversación y habló en inglés con Kennedy, ya que manejaba bien el idioma. “Dijo que Kennedy representaba al imperialismo que había invadido República Dominicana, que estaba masacrando al pueblo vietnamita y que bloqueaba a Cuba”.
Además, según Saavedra, Enríquez fue todavía más duro con su interlocutor. “En un momento llegó a afirmar: ‘Los Kennedy tienen las manos manchadas de sangre, a lo que Kennedy respondió mostrando sus manos y diciendo: ‘mis manos están limpias’. Miguel se retiró y nosotros lo seguimos”.
Amorós cita también el testimonio de Edgardo Enríquez, padre de Miguel, quien agrega otros elementos. Miguel Enríquez le habría dicho a Kennedy que su visita era “un show cuidadosamente montado por su propaganda”. Y lo emplazó para visitar juntos la población obrera de Pueblo Hundido, cerca del mineral de Lota. “Según los organismos internacionales, es la población con el más bajo nivel de vida, de higiene, con un 30% de niños retrasados mentales. Vamos allá, a Pueblo Hundido, y allá podrán ver ustedes los resultados de la política norteamericana y capitalista sobre los pueblos de Latinoamérica”.
Kennedy, compungido, le contestó educadamente al joven Enríquez, incluso haciéndole una invitación. “Le respondió que su agenda le impedía visitar Pueblo Hundido, pero le invitó a viajar a su país, con todos los gastos por su cuenta, lo que este rechazó”.
El senador estadounidense permaneció hasta la noche en Concepción, antes de volver a Santiago, donde se reunió nuevamente con Eduardo Frei antes de marcharse el jueves 18 de noviembre para continuar con su gira.