Christopher Reeve y Robin Williams no sólo fueron contemporáneos y colegas, sino que grandes amigos. Ambos se transformaron en compañeros de habitación a inicios de los años 70, destacaron como los dos únicos integrantes seleccionados para participar en el programa avanzado de Juilliard y, antes de alcanzar popularidad global, hicieron sus primeras armas junto a maestros de la comunidad actoral de Nueva York.

El momento del despegue de sus carreras fue casi en simultáneo. Con meses de diferencia, se estrenaron Superman (1978), donde Reeve hizo su debut como el Hombre de Acero, y la primera temporada de Mork & Mindy, la comedia de ABC en la que Williams interpretó a un alienígena y que dominó la franja de las 20 horas.

Foto: ©Warner Brothers/courtesy Everett Collection

Aunque tenían unas cuantas cosas en común, también eran figuras antagónicas: Reeve era un hombre intenso y enfocado, mientras que Williams era pura dinamita, una fuerza capaz de producir chistes como metralleta e improvisar a su antojo.

“Nunca había visto tanta energía contenida en una sola persona. Él era como un globo libre que se había inflado y soltado de inmediato”, indicó Reeve en el libro Still me (1998) mientras narraba el momento en que conoció a su amigo y compañero.

Esas diferencias de carácter no fueron un impedimento para que forjaran una relación cálida, consistente y duradera, de apoyo mutuo en momentos alegres y oscuros. Un vínculo tan estrecho que ambos se trataban de “hermanos”. De hecho, Reeve era el padrino de Zak Williams, el hijo mayor del protagonista de La sociedad de los poetas muertos (1989).

Él fue la primera persona que le sacó una sonrisa después del accidente que sufrió en mayo de 1995 y que le causó fracturas de dos vértebras cervicales y una severa lesión en la médula espinal.

Los actores en 2004. Foto: SWF/ABACA via Reuters Connect

Williams ingresó a la habitación del hospital de Virginia que ocupaba su compañero. El actor –un maestro de los acentos y el lenguaje corporal– se presentó como un proctólogo ruso que lo visitaba con el fin de realizarle un examen. Aunque Reeve estaba prácticamente inmovilizado (a raíz de la caída, quedó con parálisis del cuello hacia abajo), observó un gesto de complicidad en su rostro. Mientras su salud era extremadamente frágil y las circunstancias amenazaban con hundirlo en una depresión, ese encuentro fue uno de los momentos que le devolvió las ganas de vivir.

Ese es uno de los pasajes que recuerda Super/Man: La historia de Christopher Reeve, el conmovedor documental que perfila la vida y carrera del actor detrás de Clark Kent, que se estrena este jueves 24 en cines chilenos. Su amistad ocupa un lugar central dentro del largometraje, que repasa diferentes hitos de su vínculo, desde los años 70 hasta sus experiencias como adultos. Williams aparece en su juventud, en los 80 –cuando uno brillaba como Superman y el otro no convencía como Popeye– y en los 90, cuando la tragedia los golpea. La estrella de Buenos días, Vietnam (1987) es una figura permanente en tiempos luminosos y tempestuosos.

El filme de los directores Ian Bonhôte y Peter Ettedgui muestra que Robin Williams y Marsha (su esposa hasta 2010) se comprometieron plenamente con la delicada situación de su amigo, participando en la junta de la entidad que más tarde sería conocida como Fundación Christopher y Dana Reeve, y otorgando la clase de respaldo que permitió que continuara su recuperación cuando su salud flaqueaba.

La pareja brindó apoyo económico cuando el seguro médico dejó de cubrir los elevados gastos de salud –Reeve utilizaba un respirador y tenía que estar acompañado permanentemente por un equipo de especialistas– y se dedicaron a montar una fiesta en su casa en cada 27 de mayo, el día en que sufrió el accidente en una competencia ecuestre en Culpeper, Virginia. Así, una fecha para el olvido tuvo un resignificado para su familia y amigos más cercanos.

Con la ayuda de los testimonios de los tres hijos de Reeve y parte de su círculo más estrecho, la cinta revive otra anécdota: la ceremonia de los Oscar en la que apareció por sorpresa, apenas diez meses después del episodio que le cambió la vida. Su traslado era de alta complejidad, porque vivía en Nueva York (la premiación es en Los Angeles) y porque cualquier pequeño inconveniente podría provocar que su participación se suspendiera. El matrimonio Williams se preocupó de comprar un vehículo especial que permitió que llegara al evento y concediera un discurso que emocionó a Hollywood y el mundo entero.

Él también fue un aliado importante cuando su amigo profundizó en su labor como activista y se dedicó a visibilizar y recaudar fondos para las personas con discapacidad, en particular para aquellas con lesiones de médula espinal. Como apunta Super/Man: La historia de Christopher Reeve, nunca dejó de creer en el hallazgo de una cura.

Reeve falleció el 10 de octubre de 2004, producto de una infección habitual para quienes viven con parálisis. Williams, quien arrastraba dolencias físicas y una depresión, fue encontrado sin vida en su casa el 11 de agosto de 2014, en una escena que fue descrita como suicidio.

La actriz Gleen Close conoció a Reeve gracias a Williams en la época en que filmaban El mundo según Garp (1982). Después, en 1997, trabajó en el debut como director del actor de Superman, la película de HBO In the gloaming.

Es ella quien entrega una declaración estremecedora en el documental: “Siempre he pensado que si Chris todavía estuviera con vida, Robin seguiría con vida”.

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