Otra Piel, la historia de un solitario taxidermista en la gran pantalla
Después de presentarse en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) y en el Festival de Guadalajara, se estrena en los cines chilenos la película de Patricia Correa sobre Miguel de la Fuente, que ha dedicado su vida a disecar animales, muchos de ellos mascotas entrañables de sus clientes.
El título para el mercado en habla inglesa del documental chileno Otra piel es sugerente. Dice Still stares, que se puede traducir como Miradas fijas. Eso es lo que uno ve al comienzo de esta película de la directora chilena Patricia Correa (1985), quien posa la cámara en los movimientos de su personaje principal, pero también en las cabezas y cuerpos muertos de los animales que él diseca.
Es lógico, pues Miguel de la Fuente se gana la vida de esta forma y las pupilas inertes de las criaturas son una especie de firma de autor. Así es como las entrega a los clientes que quieren volver a sentirse acompañados por sus queridas mascotas que abandonaron el mundo.
Con 38 años y dedicado desde niño al oficio de la taxidermia, De la Fuente es diseñador gráfico de profesión, pero hombre de cueros, tripas y huesos por vocación. A los ocho años quedó prendado de los animales disecados que vio en el Museo de Historia Natural y gracias a la insistencia de su abuela logró que el taxidermista de la institución le enseñara algo del oficio. El resto lo puso él, siempre entre libros de ciencias y habilidades artísticas. Su pasión, después de todo, es una rara mezcla de arte y ciencia.
Sin esposa ni hijos, De La Fuente a veces piensa en voz alta al respecto mientras la cámara de Correa lo sigue. “Podría ir a un lugar donde se pueda bailar, donde haya más gente y pueda conocer, tal vez, mujeres”, dice en su clara y robusta voz. Vive con sus padres, cuenta la realizadora a La Tercera, aunque en la película se lo ve casi siempre trabajando solo en casa.
“Es difícil ganarse la vida a través de este oficio en Chile”, cuenta Correa. “Hay que reconocer que su trabajo es también su refugio. Los animales también lo son. Tal vez al no ser tan sociable, Miguel se dedicó completamente a la taxidermia. O quizás fue al revés. No sabemos si fue primero el huevo o la gallina” agrega la directora.
Un oficio lento y laborioso
Según explica la cineasta, el trabajo de disecar un animal “puede costar entre 300 mil pesos si se trata de un animal pequeñito y un millón o poco menos en el caso de un perro grande, como un gran danés”. Pero son labores largas y consumidoras de tiempo, con duraciones promedio de seis meses desde que llega la mascota hasta que es devuelta al cliente.
Por eso, a la larga, no es muy rentable y probablemente es la principal razón por la que De la Fuente decide en algún minuto del documental dejar todo e ir a probar suerte a Estados Unidos. “Me encanta ese país, me encanta su geografía, todo” lo corrobora en primera persona en un pasaje de la película. Es justamente cuando se encuentra en una de sus tantas salidas a actividades al aire libre.
Al hombre le gusta la caza, no precisamente la disciplina más correcta de nuestros tiempos, y la realizadora entiende que también eso es parte de la naturaleza compleja de su personaje. “Miguel está de acuerdo con la caza en la medida que los animales sean una especie de plaga en la zona. Por eso lo mostramos en el sur cazando castores, especie introducidas en Chile y que ha causado un gran daño al ecosistema” dice.
Desde Argentina a México
Pero no todos comulgan con esta hostia y eso lo ha comprobado la directora en carne propia. Es más, el estreno artístico de la película en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) en abril pasado tuvo algo de eso. “Las reacciones en el Bafici fueron diversas, desde personas que se salieron de la sala porque no soportaban el tema de los animales disecados hasta público que la aceptó muy bien”, recuerda.
“Dónde realmente nos sorprendió la respuesta fue en el Festival de Cine de Guadalajara, con gente participando en los conversatorios y mucho interés en general. Y, claro, esto tiene que ver con la relación que México tiene con la muerte, con su Dia de los Muertos y sus festejos”, reflexiona.
Pero Chile es otra historia. “La muerte sigue siendo un tabú para nuestra cultura. No faltaban algunos dueños de mascotas que llegaban a la casa de Miguel de manera furtiva, sin contarle nada a sus familiares”, dice la cineasta, que antes dirigió Las mujeres del pasajero (2012), cortometraje sobre la vida de las mucamas de hotel, que fue premiado en el Festival de Documentales (Fidocs) 2012.
El aura de secretismo que a veces alcanza el oficio llega a un nivel alto al menos para Miguel de la Fuente. “No fue tan fácil que Miguel accediera. Hubo que ganar las confianzas suficientes, porque además es un oficio que está de cierta forma enjuiciado y a no todo el mundo le parece bien disecar un animal. No les gusta que se naturalice una mascota”, explica Correa.
Luego aventura esta respuesta: “Tiene que ver con cómo hemos evolucionado hasta llegar a un grado muy grande de hipersensibilización. Pero por otro lado, estamos llenos de juicios hacia lo que hacen los otros y nos falta un poco de empatía, de ponernos en el lugar de ellos”.
El taxidermista de la película también va mostrando una empatía creciente, como aprendida por los golpes del destino. Si al inicio del documental se lo escucha decir que nunca le enseñará a nadie su oficio (”¿Para qué, para perder la pega?”), en otro tramo está junto a un muchacho al que le transmite su sapiencia adquirida durante tres décadas de volver a reconstruir animales con la misma piel, pero ahora encurtida y más brillante, lista para ser presentada otra vez en sociedad.
Las miradas son fijas, como dice el título en inglés de la película, y la piel parece otra, como lo expresa en castellano.
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