En abril de 2022, algunos meses antes de obtener el Premio Nacional de Literatura, Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950) volvió a la oficina salitrera Pedro de Valdivia. Trabajó allí como operario durante años, hasta fines de 1995, tras publicar su primera novela, La Reina Isabel cantaba rancheras (1994), y comenzar una carrera como escritor con el respaldo de una editorial.

Aunque regresa periódicamente a la pampa, esta visita al campamento minero tuvo un sabor distinto. Se encontró con equipos de iluminación, cámaras, extras y todo lo necesario para recrear cómo era la comunidad en los años 60 e inicios de los 70. Vio de primera mano cómo se volvía a llenar el teatro, el espacio al que María Margarita asiste –primero con su familia y luego sola– a ver cintas estadounidenses del calado de Ben-Hur (1959) y producciones mexicanas encabezadas por estrellas de la época.

El escritor junto a Alondra Valenzuela y Sara Becker. Foto: Glenn Arcos

Tras más de una década de trabajo y múltiples idas y vueltas, el desierto por fin acogía las filmaciones de La contadora de películas, la adaptación cinematográfica de su novela sobre la niña con un extraordinario don para narrar las historias proyectadas en la pantalla grande. La misma que se estrenó en el Festival de Toronto 2023 y que debuta en los cines nacionales el próximo jueves 7 de noviembre.

Al teléfono con Culto, cuenta que durante su paso por el rodaje pudo dialogar con los actores y con la danesa Lone Scherfig (Enseñanza de vida), la directora del largometraje. “Conversé con casi todos. Muy simpático el alemán”, dice en relación a Daniel Brühl, el actor que interpreta al administrador de la salitrera. Y con el español Antonio de la Torre, quien encarna al padre de la protagonista, “estuvimos en Antofagasta tomándonos un café donde voy siempre. Nos hicimos grandes amigos”, indica.

Traducida a una veintena de idiomas, La contadora de películas llamó la atención del productor francés Vincent Juillerat, quien adquirió los derechos del libro en 2010, un año después de su publicación, y empezó a desarrollar el proyecto junto al brasileño Walter Salles (quien firma el guión junto a los españoles Isabel Coixet y Rafa Russo). Más tarde, en 2014, se sumó el productor chileno Andrés Mardones y posteriormente se integró el español Adolfo Blanco. Todos advirtieron un gran potencial para hacer un filme de alcance internacional, pero su realización, por diferentes variables, tardó más de una década.

“Todos los años mostraban interés y compraban otra vez los derechos. Todas las películas que han hecho (a partir de sus novelas) han tenido problemas. Ya estaba acostumbrado”, asegura. Habla con propiedad, porque en Bélgica se hizo una adaptación de Fatamorgana de amor con banda de música y actualmente se trabaja en cintas basadas en El arte de la resurrección (en México) y El fantasista (Brasil).

El escritor valora que los productores de La contadora de películas hayan elegido filmar en locaciones de la misma zona en que se ambienta la historia. “Era esencial eso. Había que mostrar el desierto. Este desierto es único en el mundo. Los actores estaban fascinados”, apunta.

También celebra la decisión de tener no a una, sino que a dos actrices en el rol principal (Alondra Valenzuela es la María Margarita niña y Sara Becker hace lo propio en su adolescencia). Más inesperado fue enterarse de que los padres de la protagonista serían interpretados por extranjeros (la franco-argentina Bérénice Bejo asume el papel de María Magnolia, la mamá).

“Eso fue una sorpresa. Cuando me enteré de eso, me sorprendí. Pero, bueno, salió de las maravillas. Tal vez (a Antonio de la Torre) le faltó un poco más de chilenismos, pero la actuación es muy, muy buena”, opina.

Rivera Letelier es el cronista de la pampa, un autor que ha nutrido su obra de sus propias experiencias y de relatos de terceros que vivieron en la zona. En el caso del libro de 2009, aunque el origen de la idea provino al escuchar de la existencia de un contador de películas (el tío de Claudio Labarca, el “Oso”, un amigo suyo), el asunto es profundamente íntimo.

“Cuando el Oso me contó la anécdota, yo dije: voy a hacer la novela, pero ambientada en la pampa para contar las cosas mágicas que yo viví en la pampa en los cines”, explica, junto con sentenciar: “María Margarita sólo soy yo”.

Él, debido a que su familia era evangélica, recién fue al cine por primera vez a los 11 años, pero a partir de ese momento asistió diariamente.

“Todas las que pusieron (en la adaptación cinematográfica) las vi más de tres veces. Espartaco creo que la vi como 15 veces. El cine en la pampa era fundamental. No había otra entretención más que el cine y el fútbol. Era un evento social, nos poníamos la mejor pinta, nos citábamos allí con las pololas y los amigos. Ahora ya no es lo mismo. Le falta ese romanticismo de aquellos tiempos”.

El largometraje que llega a las salas es bastante fiel al libro, pero eso no quiere decir que no se tome ciertas libertades. De todos modos, el escritor considera que mantiene “el espíritu de la novela”.

“Yo nunca exijo que lo hagan al pie de la letra, porque la literatura es un negocio aparte del cine. Son dos lenguajes distintos. Entonces les doy chipe libre, que hagan lo que quieran. Ellos se inspiran en mi obra para hacer su obra”. Y respecto al desenlace, que es diferente, señala: “A lo mejor el final de la novela es muy abrupto. A lo mejor no es para una película. Pero para la novela está perfecto”.

Rivera Letelier detalla que hace poco, en Argentina, falleció el Oso, el amigo que le “regaló” la historia. Él fue el primero que leyó la novela publicada y ahora tenía considerado invitarlo a ver la cinta.

Tras ver La contadora de películas en tres ocasiones, expresa su satisfacción con el resultado. “Yo la comparo con Cinema Paradiso. Las dos películas son un homenaje al cine. Me encantó la Cinema y esta me encantó igual”.

“En la pampa yo veía 365 películas al año, porque todos los días daban una distinta. Y me parece increíble que ahora yo sea de alguna forma el fabricante o el creador de una película. Eso me parece increíble“, concluye.

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